Por Lucía Sol Miguel, La Nación/GDA
“El rey tiene noticia de todo lo que traman, por medio de una intervención que ellos no sospechan”. Esta cita de la obra Enrique V de Shakespeare estaba escrita en un papel sobre el escritorio de la oficina de la estadounidense Ana Belén Montes el día en el que un escuadrón del FBI la detuvo. Días después, Montes les explicaría a los oficiales que esa frase describía a la perfección su doble vida como una de las mejores analistas en la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos y agente encubierto de alto nivel para el gobierno de Cuba.
Montes quedará en la historia de Estados Unidos como una de la espías más dañinas que se hayan logrado detener jamás en el país y como la protagonista de una gran traición a la patria, después de haber reportado información confidencial a los servicios secretos de Cuba durante 17 años. Filtró reportes ultrasensibles y reveló las identidades de oficiales de inteligencia estadounidenses trabajando en la isla hasta su detención, y todo lo llevó adelante burlando a las agencias de seguridad estadounidenses desde adentro.
“Cada día que iba a trabajar tenía acceso a información ultrasecreta y confidencial. Su metodología era memorizar información. No tomaba fotografías ni imprimía archivos, pero memorizaba lo más importante de lo que leía y luego reportaba sobre esta información crucial para lastimar a Estados Unidos y favorecer a Cuba”, contó a LA NACION el ex agente especial del FBI Pete Lapp, quien condujo la investigación contra Montes junto a su colega Scott Carmichael y la arrestó el 21 de septiembre de 2001.
Hija de padres puertorriqueños, nacida en la entonces Alemania Occidental en 1957 mientras su padre prestaba servicios de salud para el ejército estadounidense en una base militar, Montes fue criada en Estados Unidos, donde vivió la mayor parte de su vida. Durante su secundaria destacaba por sus calificaciones. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad de Virginia y posteriormente una maestría en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins.
Fue mientras realizaba su maestría cuando ingresó por primera vez a los servicios del gobierno de Estados Unidos con un puesto en el Departamento de Justicia en 1979, donde ascendió en poco tiempo de mecanógrafa a asistente legal en la oficina de apelaciones de privacidad e información. Durante seis años, Montes tuvo sus primeros contactos con información clasificada, contrainteligencia y debates políticos privados.
En paralelo, en Montes, quien si bien no militaba políticamente se sentía más identificada con los movimientos de izquierda, crecía un fuerte rechazo a la política exterior de Estados Unidos, en particular por su influencia en América Latina y su apoyo directo e indirecto de los Contras en Nicaragua. Sentía un gran enojo hacia el gobierno de Ronald Reagan. “Después de cada protestas, Ana solía explicarme las ´atrocidades´ que el gobierno de Estados Unidos cometía contra otros países”, contó Ana Colón, una excompañera, a The Washington Post.
En los pasillos de la universidad, sus críticas al gobierno estadounidense llegaron a oídos de un compañero de estudios, un “agente de acceso cubano que proporcionó el impulso que lanzó a Montes a la carrera de espionaje”, según detalla un exhaustivo reporte del Departamento de Defensa de Estados Unidos sobre su caso.
Su amigo universitario terminó siendo un agente de inteligencia cubano que la reclutó y la introdujo en el mundo de los espías en Estados Unidos, al cual ella decidió acceder, en principio para a través de Cuba ayudar a Nicaragua, en 1984. Le sucedieron una serie de viajes clandestinos a la isla y a otras partes del mundo como agente encubierto que acabaron por cristalizar su odio por la política exterior estadounidense.
Los reportes estadounidenses sobre su caso aseguran que Montes aceptó trabajar para Cuba únicamente por convicciones morales y que nunca cobró dinero por su trabajo como espía. “Mi sentido de obligación moral me convenció de que esto era lo que tenía que hacer o no podría vivir conmigo misma. Realmente estaba haciendo algo que estaba bien”, declaró Montes en interrogatorios tras su detención.
Para poder recopilar la mayor y más crucial información sobre Estados Unidos, alentada por sus colegas cubanos, tomó la decisión de postularse a un puesto en la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), un lugar donde se maneja información militar clasificada, y en donde ingresó finalmente en 1985. Allí pasó 16 años de trabajo desempeñándose primero en temas relacionados con Nicaragua y luego con Cuba, convirtiéndose en una analista estelar, premiada y celebrada dentro y fuera de la agencia. Tal es así que sus colegas la apodaron “la reina de Cuba”.
La llamaban así “porque sabía todo sobre Cuba, por lo que era la “reina” de toda la información sobre el gobierno y el ejército de la isla. Es útil ser un experto cuando estás espiando en secreto para el país que estás siguiendo. Ana tenía una gran ventaja en ese sentido”, explicó a La Nación Jim Popkin, autor de “Code Name Blue Wren”, libro sobre la vida de Montes.
“En segundo lugar, la llamaron ´la reina de Cuba´ de manera burlona. Ana despreciaba a cualquiera a quien no respetaba y tenía una personalidad difícil. Entonces, ser llamada “reina” significaba que ella primaba su información y su acceso sobre sus pares. No fue un cumplido”, agregó Popkin.
Al mismo tiempo, “Ana era la espía y el mayor activo de Castro, con un alto puesto dentro del ejército estadounidense que Fidel consideraba su mayor enemigo”, relató.
Durante su carrera dentro de la DIA fue premiada y ascendida, e inclusive antes de su detención casi asume un puesto en el Consejo de Inteligencia Nacional, un organismo que asesora al director de la CIA. Los archivos la describen en su ámbito laboral como “inteligente, profesional, segura, respetada”, aunque no querida. Una “espía prototipo”, detallan.
Aún así, sus críticas opiniones sobre la política exterior de Estados Unidos no se mantuvieron en secreto. De hecho, durante años despertaron preocupación dentro de la DIA y fue sometida a dos interrogatorios y a una prueba de polígrafo, que superó exitosamente, disipando cualquier duda sobre su integridad. Afirmaba que, como ciudadana estadounidense, tenía el derecho a estar en desacuerdo con las políticas del gobierno.
“Un topo como Montes en la DIA podría proporcionar la Servicio de Inteligencia Cubano una excelente visión del conocimiento militar estadounidense (...) y una posible advertencia sobre la planificación operativa que afecta a Cuba”, afirma el reporte del Departamento de Defensa, titulado “Revisión de las acciones tomadas para disuadir, detectar e investigar las actividades de espionaje de Ana Belén Montes”,
Las primeras alarmas sobre un topo dentro del gobierno de Estados Unidos comenzaron a sonar años antes de la detención de Montes. En principio, no creían que iban a dar con una mujer. Lapp, también autor del libro “Queen of Cuba”, afirmó a este medio que los primeros pasos para dar con ella fueron a través de tres espías cubanos que se oponían al gobierno de Fidel Castro y colaboraban con la administración estadounidense para brindarles información.
“Sin ellos tres no estaríamos teniendo esta conversación. Lo que hicieron llevó finalmente al arresto de Ana, de Kendall Myers, y me arriesgo a decir que también debe haber contribuido recientemente al arresto del exembajador [Manuel Rocha]”, dijo.
Ana Montes fue arrestada el 21 de septiembre de 2001, diez días después de la caída de las Torres Gemelas, el peor ataque terrorista en la historia de los Estados Unidos. “Ella no tenía nada que ver con el ataque terrorista, pero su arresto tuvo mucho que ver con la protección del país en un momento en que la seguridad nacional era de suma importancia”, describe sobre el caso el FBI en su página web.
“Cuando la atrapamos estaba físicamente y emocionalmente agotado después del 11 de septiembre. Me sentí aliviado de que íbamos a arrestarla”, indicó Lapp.
We stand in solidarity with "superspy" and freedom fighter Ana Belén Montes after her release yesterday! pic.twitter.com/rjulBGCmfy
— National Network on Cuba 🇨🇺 (@NNOCuba) January 9, 2023
La corte la sentenció a 25 años de prisión el 16 de octubre de 2002 por conspiración para cometer espionaje contra los Estados Unidos. Pasó todo ese tiempo tras las rejas de la prisión federal en Fort Worth, Texas, y recuperó su libertad el 8 de enero de 2023.
La familia de Montes, cuyos hermanos trabajan también dentro de agencias de seguridad de Estados Unidos como el FBI, fueron los más afectados por la traición de Ana, según afirman tanto Lapp como Popkin.
“Sus familiares son muy buenas personas, una gran familia. Estuvieron realmente heridos por lo que ella hizo. Manchó el nombre familiar. Lucy, su hermana, que se retiró como traductora para el FBI, es una gran persona. Es una tragedia para una familia al tiempo que lo es para la seguridad de Estados Unidos”, indicó el exagente.
Hoy Ana Montes, a sus 67 años, reside en Puerto Rico, donde ha dicho que permanecería fuera del foco de los medios. “Ha tomado una decisión firme de vivir su vida fuera de la luz pública. No ha hecho, ni hará excepciones”, explicó a La Nación en un email su abogada, Linda Backiel.
A fines del año pasado, la exespía fue homenajeada por el Comité de Derechos Humanos en la isla, en un evento que Lapp consideró “una tontería absoluta”.
“Que ella reciba públicamente una celebración de su traición a nuestro país creo que es totalmente deshonesto y una cachetada en la cara para su familia. No estoy seguro de que haya pedido disculpas a su familia después de manchar su nombre. Esto de recibir premios es parte de su hipocresía”, dijo. “Ana Montes debería sentirse realmente afortunada de que está fuera de prisión y agradecer que no tuvimos en ese entonces un caso más fuerte en su contra. Porque todos nosotros deseamos que hubiera recibido una sentencia de por vida”.