Donald Trump, de nuevo en la presidencia de Estados Unidos, seguramente reeditará las políticas de su primera administración, aunque habrá que ver en qué grado, o qué tanto jugará el factor sorpresa que lo caracteriza.
Las mayores inquietudes mundiales se refieren al impacto de sus políticas proteccionistas, si profundizará la guerra comercial con China -con el cimbronazo que generará en terceros mercados-, y cómo apuntalará el rol de EE.UU. en las guerras en curso.
Por lo pronto, Trump ha dado señales durante su campaña sobre su aspiración de que EE.UU. se retire, en la medida de lo posible, de los conflictos mundiales para volcarse mejor a los asuntos internos, en su afán por aumentar la producción industrial estadounidense. En esa línea, prometió por ejemplo nuevos recortes impositivos para las corporaciones y desregulación en diversos sectores, prometiendo así mayor rentabilidad a corto y mediano plazo.
Un escenario es que la economía china, afectada por una eventual profundización de la guerra comercial con EE.UU., podría bajar su demanda de alimentos (recordemos que el país asiático es uno de los grandes compradores de productos uruguayos y de muchos países latinoamericanos), y esa disminución afectaría los precios de los commodites.
En materia económica, también se ve venir que la agenda republicana generará más inflación y presionará al alza las tasas de interés y el precio del dólar, con todo lo que esto significa sobre todo para los mercados emergentes.
En cuanto a las guerras, es claro que los republicanos se mantendrán reticentes en mantener el apoyo a Ucrania. Al decir de Nicolás Pose, doctor en Ciencia Política y docente en la Universidad de la República (Udelar), consultado por El País: “Ya el veto republicano en el Congreso de EE.UU. en 2023 frenó partidas financieras de ayuda a Kiev. Y no se espera cambio de posición”.
Más inciertas son las proyecciones sobre el rol de EE.UU. en Medio Oriente, en especial por la escalada que ha tomado la guerra. Trump se ha posicionado como firme defensor de Israel, pero falta ver cuáles serán sus pasos concretos en este conflicto que ha arrastrado a muchos actores internacionales.
América Latina
Más allá de los impactos globales, se afirma que América Latina ha sido una región bastante olvidada para EE.UU. desde hace más de 20 años (desde el primer gobierno de G. W. Bush quien se enfocó en las guerras de Oriente Medio), y difícilmente deje de tener ese lugar secundario con Trump en la Casa Blanca.
No obstante, hay algunos países de esta región y coyunturas que llevarán a la nueva administración estadounidense a tenerlos en agenda, en especial a México por el problema de migración que afecta a EE.UU., y por la renegociación del acuerdo comercial T-MEC (firmado entre México, Canadá y EE.UU.) que se deberá realizar en 2026.
Todo indica que esas negociaciones serán duras para México. “Es probable que la administración Trump le exija a México que evite la utilización de insumos chinos en su producción de vehículos eléctricos, o que lo presione para que la inversión china disminuya en ese país”, lanzó Pose.
Además, Trump ya anunció que subirá las tarifas de los automóviles producidos en México, con lo cual le ha marcado una posición adversa.
Por su parte, el gobierno de Argentina tiene expectativas -altas y positivas- sobre la nueva administración estadounidense, debido a que el presidente Milei se siente parte del trumpismo, aunque ésto no modificará la política económica de EE.UU. hacia ese país.
“Milei tiene la creencia equivocada de que la administración Trump le abrirá la canilla de dólares del Fondo Monetario (FMI) y que le va a dar US$ 15.000 millones, pero el sistema no funciona de esa forma”, consideró Jorge Piedrahita, CEO de Gear Capital Partners desde Nueva York, ante una consulta de El País.
Lo cierto es que el aumento de los aranceles de importación entre el 10% y el 20% para todos los productos que ingresan a EE.UU., hasta el 60% para los provenientes de China e incluso 200% para bienes específicos que se anuncia, no favorecerá a países como Argentina o Uruguay que lo que necesitan es abrirse al mundo y exportar.
Piedrahita planteó que “la política de incremento de tarifas que empujará Trump forzará a la Reserva Federal (Fed) a subir las tasas de interés, lo que tendría un impacto negativo en particular en Argentina, por su deuda difícil de refinanciar en los próximos dos años, comenzando por los más de US$ 25.000 millones de fallos judiciales adversos, algunos de los cuales ya son exigibles”.
En el caso de Venezuela, es probable que Trump, por su talante negociador, intente avanzar en negociaciones con el régimen de Maduro en los primeros meses, pero, cuando una vez más quede en evidencia que no hay diálogo real posible, la dirección final del gobierno estadounidense será más hostil (como lo fue durante la primera administración de Trump), aunque ahora es difícil proyectar qué tanto.
Durante el gobierno de Biden, EE.UU. impuso restricciones a las licencias petroleras para operar en Venezuela, como sanción al régimen chavista, pero también ha autorizado las más estratégicas (piénsese en Chevron), guiado por los propios intereses estadounidenses, en un contexto mundial de guerras y volatilidad en la oferta del petróleo y sus precios.
Se prevé que Trump mantenga una postura firme ante el régimen de Maduro, aunque podría ser proclive a flexibilizarse un poco, siempre que las licencias petroleras favorezcan significativamente a las compañías estadounidenses. Esto a corto y mediano plazo, porque no hay que perder de vista que el republicano tiene un plan para incrementar la producción del petróleo y gas en EE.UU., fundamentalmente a través de la perforación y el fracking. De esa forma, el país del norte podría ir reduciendo su demanda energética de otros mercados. “En EE.UU. tenemos más petróleo y gas que Arabia Saudí y Rusia”, dijo Trump en una ocasión en la que prometió desregular y promover la exploración y perforación.
Otro punto de atención estará en las relaciones entre Trump y Lula da Silva, básicamente antagónicas entre sí, en un contexto en el que a los candidatos apoyados por el presidente brasileño no les fue muy bien en las elecciones regionales del pasado octubre, y donde el “fenómeno Bolsonaro” podría emerger próximamente con más fuerza.
“La victoria de Trump representará un desafío para un Brasil que apostaba a un gobierno demócrata en EE.UU. con una mirada global y mecanismos de gobernanza multilateral; ahora la agenda republicana estará centrada en la bilateralidad”, concluyó Pose.
El pedido de aumentar el gasto militar europeo
El comisario europeo designado de Defensa y Espacio, Andrius Kubilius, pidió ayer miércoles a los países de la Unión Europea que aumenten el gasto militar, no por la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, sino “por la amenaza” del líder ruso, Vladimir Putin. “Tenemos que gastar más, no porque es la demanda del (futuro) presidente Trump, sino por Putin, por la amenaza de Putin”, dijo Kubilius durante la audiencia a la que se sometió en el Parlamento Europeo para tratar de obtener su visto bueno y convertirse en el primer comisario europeo de Defensa. EFE
“EE.UU. exigirá un mayor control del flujo internacional de dinero”
El probable que, para mejorar sus cuentas e ingresos, EE.UU. “apriete las tuercas” (con regulaciones) a otros gobiernos -Uruguay incluido- en lo que a controles financieros se refiere.
“EE.UU. contabiliza un déficit fiscal importante y buscará no perder más ingresos por evasión de impuestos, o por impactos indeseados de cuentas no declaradas en otras partes del mundo”, afirmó Piedrahita.
“En todo el mundo se están desarrollando mecanismos de mayores controles sobre los flujos de dinero y aparecen cada vez más exigencias en esa materia”, agregó.
Cabe recordar que Uruguay y EE.UU. ya firmaron acuerdos para prevenir y combatir delitos graves, que incluyen lavado de activos y flujo ilícito de dinero, que consisten en intercambiar información operativa y asistir y participar en operaciones conjuntas en esta materia. Algo similar ha firmado EE.UU. con Argentina, entre otros países.
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