Sol Valls/La Nación/GDA
Muchas veces la realidad supera a la ficción y de esto pueden dar fe Alexander Burckle y Elizabeth Webster, dos californianos que en 2021 nadaron por sus vidas en altamar, tras ser abandonados por la tripulación del barcoen el que viajaban con la idea de broncearse y disfrutar.
Oriundos de Oakland, la pareja buscaba celebrar sus votos de amor en las playas paradisíacas de Hawai, y había reservado un tour para hacer snorkel en la región marina de Lanai, una isla chiquita cerca de Maui con una compañía local. La embarcación zarpaba a las 10 de la mañana desde el puerto de Lahaina, junto con otros 42 pasajeros. Para ese entonces, ni Burckle ni Webster sabían que esos serían sus últimos minutos de relax.
La primera parada prevista era, según informó Sail Maui Company, las 10:50 de la mañana. El barco se anclaría durante una hora en el medio del océano para que cada pasajero pueda vivir la verdadera experiencia de practicar el snorkel. Con lo que claramente no contaban los estadounidenses y, evidentemente, tampoco preocupaba al personal, era que la vuelta al deck del velero se iba a complicar.
Como si se tratara de un desenlace orquestado por Chris Kentis, director del largometraje Mar Abierto, el mar se picó súbitamente, y un tramo que debía durar menos de 15 minutos de nado se convirtió en una batalla contra las olas sin cesar y, al llegar al punto aproximado en donde se suponía estaría anclado su amparo, Burckle y Webster entendieron que su luna de miel acababa de terminar: la tripulación se había ido sin ellos, y estaban varados en el medio del mar.
Experimentados en el campo del snorkel, ambos entendieron que, al menos en una primera instancia, les convenía tratar de flotar y no gastar demasiada energía en nadar. Sin embargo, el mar -ya picado desde temprano- no bajó su intensidad, y las corrientes llevaron a la pareja a una zona marina de mayor profundidad, con olas, según alegaron, de casi tres metros de altura.
Según manifestaron en su demanda de US$5 millones contra la compañía hawaiana, en ese momento los californianos empezaron a entrar en pánico y se dieron cuenta de que si no hacían algo al respecto se iban a ahogar y que intentar nadar hasta la orilla de la isla de Lanai, cosa que los guías turísticos habían desaconsejado y tildado de “peligroso” en un primer lugar, era su única oportunidad de sobrevivir.
Jared Washkowitz, el abogado de la pareja en la demanda judicial, argumentó que la excursión no contaba con un salvavidas y que “nadar en el medio del océano puede ser extremadamente difícil, incluso para individuos experimentados”, pero que si se trata de principiantes o turistas que no conocen las aguas hawaianas, el prospecto se vuelve mucho peor. “Pasaron mucho tiempo en el agua. Si no fueran personas jóvenes, saludables y deportistas, probablemente se hubieran ahogado”.
Después de esfuerzos impensados y horas en el mar, Burckler y Webster llegaron a la orilla de la isla “fatigados y deshidratados”, pero enteros. Sin gente en la proximidad, escribieron en la arena señales de ayuda y no mucho después fue interceptado por locales que supieron brindarles agua y un teléfono para llamar a la compañía que los acababa de abandonar.
Fue alrededor de la 1:15 de la tarde y tres horas después de su desaparición en el mar, de acuerdo con los detalles de la demanda, que la pareja se puso en contacto con Sail Maui. Aparentemente, el equipo de la compañía no se había percatado (ni siquiera una vez asentados al regresar) de que había dos pasajeros que faltaban al final de la excursión.
Según declararon algunos testigos, el oficial al mando del barco hizo tres conteos de pasajeros y en los dos primeros dijo en voz alta que faltaban dos personas. Fue en la tercera oportunidad en la que, pareciera ser, optó por contar mal y afirmar que, estando todos presentes, era hora de zarpar. “El personal nos aseguró que estaban todos”, dijo Jessica Herbert a Good Morning America. “Entonces comenzamos a partir y, una vez que esto pasa, nadie mira hacia atrás”. Por otro lado, una investigación que se llevó a cabo por la Guardia Costera de Maui a raíz del escándalo declaró que el capitán de la embarcación actuó de manera negligente.
A diferencia de la película de Kentis, en la que el destino de los protagonistas es transformarse en comida para tiburones voraces, el final para Burckler y Webster fue uno con un menor componente de fatalidad. Hasta el día de hoy, el portavoz de la firma de tours hawaiana sigue sin hacer comentarios sobre los sucesos de ese setiembre turbio en altamar.