REINO UNIDO
La huelga amenaza con extenderse a otros sectores, como la educación, la sanidad y los correos.
Comenzó en el Reino Unido la que se anuncia como la mayor huelga ferroviaria en 30 años, en reclamo de aumentos salariales y empleos ante una inflación galopante. Sin embargo, su impacto fue minimizado por la nueva posibilidad para muchos empleados de trabajar desde casa.
En la jornada de ayer funcionó menos de un 20 % del servicio de trenes y se suspendió la mayoría del metro, lo que conllevó aglomeraciones en los autobuses y congestiones de tráfico, a pesar de que muchos ciudadanos trabajaron desde casa.
El jueves y el sábado continuará la huelga, convocada por el sindicato del transporte RMT, que divide a la opinión pública, con un 37% a favor y un 45% en contra, según un sondeo publicado por YouGov.
Las negociaciones entre el sindicato y las empresas ferroviarias se reanudarán mañana miércoles, anunció el RMT en un comunicado.
Esta huelga “es errónea e innecesaria”, dijo el primer ministro Boris Johnson en una reunión del consejo de ministros, en la que pidió a los “barones sindicales” que se sienten a la mesa de negociaciones y que el sector acepte modernizarse para evitar la quiebra.
Johnson también recordó que el gobierno británico había apoyado al sector durante la pandemia con 16.000 millones de libras (casi 20.000 millones de dólares).
La gestora Network Rail, parte del ministerio de Transporte, y las franquicias ferroviarias, agrupadas en el Rail Delivery Group, quieren suprimir unos 2.500 empleos por nuevas tecnologías, sobre todo en inspección de vías y taquillas, para ahorrar 2.000 millones de libras (2.300 millones de euros) en dos años.
El sindicato RMT advirtió a principios de junio que más de 50.000 trabajadores ferroviarios harían huelga “en el mayor conflicto sectorial desde 1989”, momento de las grandes privatizaciones de los ferrocarriles británicos, exigiendo aumentos salariales acordes con la creciente inflación.
Además de los salarios, RMT denuncia el deterioro de las condiciones de trabajo y los “miles de despidos” previstos por la miríada de empresas privadas que ahora componen el sector ferroviario británico.
Por su lado, los conductores ferroviarios, representados por el sindicato Aslef y en general mejor pagados, harán su propia huelga este jueves y el 2 julio en la línea de Greater Anglia y el 28 y 29 de junio y 13 y 14 de julio en Croydon Tramlink.
El gobierno afirmó que en el futuro estudiará como “proteger” a los usuarios del transporte público, imponiendo un “servicio mínimo” o la sustitución de los huelguistas por trabajadores temporales.
Para los británicos, esto se sumará al caos de las últimas semanas en los aeropuertos, marcado por las largas colas y los cientos de cancelaciones de vuelos, dado que el sector aéreo no logra contratar suficiente personal ante el aumento de la demanda tras el levantamiento de las restricciones sanitarias.
El opositor Partido Laborista, vinculado al movimiento sindical, mantiene una postura ambigua ante el conflicto de los ferroviarios.
La huelga también amenaza con perturbar grandes eventos deportivos y culturales, como el festival de música de Glastonbury, en el suroeste de Inglaterra, un concierto de los Rolling Stones en Londres el sábado y los exámenes finales de algunos estudiantes de secundaria.
Pero en un contexto de inflación histórica, del 11% previsto en octubre, la huelga amenaza con extenderse a otros sectores, como la educación, la sanidad y los correos. Los abogados penalistas ya votaron a favor de una huelga a partir de la próxima semana.