EXPRESIDENTE BRASILEÑO
El expresidente de Brasil entre 1995 y 2002, Fernando Henrique Cardoso, le reprocha a Bolsonaro su forma de dirigir el país, rodeado de militares y de sus hijos.
"Cuando los gobiernos se debilitan, nombran a militares. En Brasil, hay riesgo de que las Fuerzas Armadas pasen a tener gusto por el poder, aunque todavía no ha pasado", alerta el expresidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso.
Desde su residencia en Sao Paulo, Cardoso, de 88 años, mantiene intacta la preocupación por el país que gobernó entre 1995 y 2002, cuando tuvo que lidiar con graves tumultos económicos como el de las divisas a finales de los años 90.
El antiguo gobernante reflexiona sobre la actual crisis sanitaria del COVID-19, que se ha cobrado más de 11.000 vidas en Brasil, y le reprocha a Bolsonaro su forma de dirigir el país, rodeado de militares y de sus hijos.
"Alguien mencionó que Brasil se parecería a la Italia de entreguerras de Mussolini. Pero Mussolini era un tipo muy culto si se le compara con el actual aquí (Bolsonaro), no tengo nada que ver con Mussolini, estoy en sus antípodas, pero lo que pasa aquí es que no hay una visión organizada ideológica", aduce.
Políglota -la entrevista fue realizada en español- y sociólogo de formación, Cardoso, quien además es el dirigente histórico del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), analiza el papel de las Fuerzas Armadas en la Administración de Bolsonaro, donde 8 de los 22 ministerios están bajo control de militares.
Aunque deja claro que la institución castrense aprendió a respetar la Constitución después de los 21 años de dictadura militar (1964-1985), el exjefe de Estado avisa de que si "se coloca en la posición de apoyar incondicionalmente al presidente, eso es grave y la unidad democrática muere".
P. ¿Cómo evalúa lo que está sucediendo en Brasil, con un presidente que no sigue a raja tabla las recomendaciones de la OMS para frenar el COVID-19?
R. Lo peor es que haya llegado a las zonas más populares. Para mí, no cambia nada, pero cuando una persona vive en la periferia de Sao Paulo, en la miseria, en una favela, con mucha gente en casa, sin comodidades. Las personas tienen que salir a la calle (...) por más que haya recomendaciones de la OMS de que se queden en casa para los más pobres es un castigo, porque es imposible. Pero aquí, además de eso, hay una falta de liderazgo, no son coherentes. A veces, el presidente (Bolsonaro) está con otras personas en la calle sin usar máscara como si nada (...) Se nota que la falta de coordinación perjudica, aunque Brasil tenga la ventaja de un sistema de salud gratuito y universal.
P. Algunos políticos, inclusive juristas, consideran que Bolsonaro puede ser procesado por no seguir las indicaciones de la OMS, llevando el asunto hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos. ¿Lo ve plausible?
R. No veo que tenga mucho que hacer (la Corte), se dejaron pasar otras oportunidades cuando había violencia, tortura... El actual presidente tiene esa visión de amigos y enemigos, lo que no ayuda para lo que se necesita ahora que hay más cohesión para combatir un enemigo común (coronavirus). Me parece un grave fallo político, pero no creo que de momento se resuelva con un impeachment (juicio político). Va a depender de cómo actúe el presidente. Me preocupa mucho lo que vendrá después de la pandemia (...) Habrá mucha gente desempleada.
Por otra parte, mi sentimiento es de que no hay presión militar para la caída del presidente. Los militares, por suerte, hace tiempo que respetan la Constitución. No nos podemos distanciar del marco constitucional, porque sería muy peligroso para las instituciones y la libertad. No hay enemigos de la libertad, la prensa es libre, la Justicia está funcionando y no existe el sentimiento que viví en otras épocas (alusión a la dictadura).
P. Usted llegó a pedir en las redes sociales la renuncia de Bolsonaro. ¿Sigue opinando lo mismo?
R. En la política interna, soy duro con él (...), porque exagera, no se puede permitir que haya agresiones contra el Supremo, contra el Congreso, eso va contra la democracia (...) cuando se nota que el Ejecutivo tiembla sin un rumbo definido, ¿qué sucede? Los otros órganos constitucionales, la Corte Suprema, los parlamentos comienzan a ocupar los vacíos de poder y eso es peligroso.
P. ¿Usted cree que Bolsonaro está mal asesorado, tal vez sean los hijos? ¿Cuál es el problema con el Gobierno de Bolsonaro?
R. Bolsonaro era diputado, yo era senador, ministro, presidente. Nunca lo vi, él me quiso matar una vez, (dijo que) quería fusilarme (declaraciones de Bolsonaro que datan de finales de los 90) porque me acusaba de neoliberal. No lo conozco ni a él, ni a sus familiares. Para los presidentes, siempre hay un riesgo de que la familia comience a opinar demasiado. El pueblo escogió al presidente, no a su familia, que la familia esté callada.
En su caso (Bolsonaro), es más complicado, porque los tres hijos más mayores tienen su propia titularidad política (Flávio es senador, Carlos, concejal de Rio de Janeiro y Eduardo, diputado federal).
Es importante mirar a lo que sucede en EE.UU. Trump incentiva la posición de "América First" (América en primer lugar) y eso lleva a una actitud aislacionista. Si Brasil tiene una gran ventaja en este mundo confuso es que está lejos de China y EE.UU. Podemos vender a los dos (...) Sobre la ideología que se propaga por (Steve) Bannon en EE.UU., aquí (en Brasil) hay un señor del que nunca escuché hablar (Olavo de Carvalho) y que está siendo muy propagado y no tiene importancia culturalmente hablando, pero políticamente sí, porque inspira acciones de la familia presidencial, así que hay un movimiento en esa dirección, que creo que es peligroso.
Alguien mencionó que Brasil se parecería a la Italia de entreguerras de Mussolini. Pero Mussolini era un tipo muy culto si se le compara con el actual aquí (Bolsonaro), no tengo nada que ver con Mussolini, estoy en sus antípodas, pero lo que pasa aquí es que no hay una visión organizada ideológica, aquí hay un impulso instintivo que considera algunas cosas como mundo globalista, que hay un marxismo globalista. No tengo ni idea de lo que es y la gente lo toma como verdad (...) La situación es muy preocupante, pero (Bolsonaro) tiene legitimidad porque fue elegido por el voto.
P. ¿Qué opinión le merece el ala militar del Gobierno Bolsonaro?
R. Los militares aprendieron con lo que sucedió en el pasado. Saben que deben respetar la Constitución y, por lo que yo sé, esa es la posición oficial de las Fuerzas Armadas. Ahora, todo Gobierno que empieza a ser débil, a no tener fuerzas, nombra a militares. Me acuerdo de (Salvador) Allende, en Chile, cuando empezó a nombrar militares. Aquí también, cuando los Gobiernos no son fuertes, se apoyan en las Fuerzas Armadas y creo que eso es un riesgo para las Fuerzas Armadas, porque pasan a tener gusto por el poder.
Sin embargo, aquí todavía no sucedió eso, pero puede sí (suceder), porque son muchos (militares en el poder) y cada vez más. Y eso es una debilidad política del Gobierno, no una fuerza. Con la condición de que la fuerza regular se mantenga en una posición pro-constitución, no pasa nada (...) Pero si las Fuerzas Armadas, independiente de lo que pueda pasar, se coloca en la posición de apoyar incondicionalmente al presidente, eso es grave y la unidad democrática muere. Creo que no estamos en ese proceso y no creo que sea la opinión de gente activa en las Fuerzas Armadas.
Mi padre era general y mi abuelo mariscal, tengo un cierto conocimiento casi empático de los militares. En el pasado eran más políticos, después se profesionalizaron. Hay una cuestión que cualquier militar, después de cierto punto, no acepta: el desorden. Entonces ellos tratan de poner orden y eso es peligroso. ¿Puede suceder? La pandemia está sirviendo como vacuna para las manifestaciones de calle. Creo que los políticos, profesionales y periodistas tienen la responsabilidad de alertar al país para que no lleguemos a un punto de desorden, porque entonces llegan los militares y yo no quiero eso. Es malo para el país y para ellos, que serán responsabilizados por lo que pase.
P. ¿Como ve la marcha del Gobierno de Bolsonaro del exministro de Justicia, el exmagistrado Sergio Moro? ¿Cuál es su apreciación del cerca del 33 % de electores que todavía apoya la gestión del presidente?
R. A Sergio Moro lo vi dos veces en mi vida. Creo que se equivocó al aceptar ser ministro, no por ir como ministro de Bolsonaro, sino por dejar el ámbito de la Justicia en el que actuó toda la vida (se hizo conocido por sus acciones en la operación contra la corrupción Lava Jato). (...) ¿Y cuál fue la consecuencia inmediata de una salida como la del ministro de Sanidad (Luiz Henrique Mandetta)? En mi opinión, una salida descabellada, irracional. El prestigio del presidente disminuye, aunque sean muchos los que le apoyan, aún no llegan a la mayoría. Mandetta no tuvo tanto efecto, pero Moro era un pilar.
Y el otro pilar, que es el ministro de Economía (Paulo Guedes), muy bien visto por empresarios, tiene un proyecto que no puede aplicarse más. Tiene una visión que seguramente era la correcta en el pasado (ajuste de gastos públicos), necesaria, pero con la pandemia la visión es de gastar más y aumentar la deuda pública.