¿Quién es George Santos? Esa es la pregunta que muchos estadounidenses se hacen desde hace meses, cuando el infinito castillo de mentiras que el congresista republicano había construido durante años y que le permitió llegar a la Cámara de Representantes, comenzó a desmoronarse.
Ayer miércoles, las falsedades del político de origen brasileño le han llevado finalmente ante la Justicia, acusado de trece cargos de fraude, lavado de dinero, robo de fondos públicos y falso testimonio por los que enfrenta hasta veinte años de cárcel.
Santos llegó a Washington presentándose como el ejemplo perfecto del “sueño americano”: un humilde hijo de inmigrantes que fue capaz de alcanzar una exitosa carrera en Wall Street y luego saltar a la política. Además, sería el primer republicano abiertamente gay elegido al Congreso.
El problema es que la mayor parte de su biografía resultó ser falsa, según ha ido sabiéndose en los meses posteriores a su inesperado triunfo electoral en las legislativas del año pasado.
En diciembre, un mes después de los comicios, The New York Times publicó una demoledora investigación en la que se ponía en duda prácticamente todo su currículum. Ni había trabajado para los bancos Citigroup ni Goldman Sachs, como él aseguraba; ni había rastro de su paso por la Universidad ni de su supuesto negocio inmobiliario; ni tan siquiera de que la ONG de rescate de animales que decía haber fundado fuese realmente un grupo benéfico.
“Mis pecados aquí están embelleciendo mi currículum. Lo siento”, se justificó Santos tras salir a la luz aquellas falsedades y admitir que, efectivamente, había mentido.
Pero en cuanto los medios comenzaron a indagar, rápidamente se supo que las mentiras del legislador de 34 años -elegido en un distrito de Long Island- iban mucho más allá y que, además, podían tapar algunos delitos.
Entre otras cosas, se conoció que años atrás había sido acusado de fraude en Brasil, delito que supuestamente confesó, pero por el que nunca pagó.
En 2019 Santos lanzó una primera campaña fallida para el Congreso presentándose como un gran seguidor de Donald Trump. Para cuando llegaron los preparativos para las siguientes elecciones, Santos aparentemente tenía dinero de sobra y grandes ingresos de su empresa, la Devolder Organization, una firma de la que apenas hay rastro público y de la que se desconocen clientes.
Durante la campaña, además, dejó comportamientos cuando menos sospechosos en lo financiero, por ejemplo, anotando entre sus gastos electorales hasta 37 cargos de 199,99 dólares, por todo tipo de servicios. El monto es un centavo menos del que obliga a los candidatos a presentar recibos al órgano que supervisa las elecciones.
Además, en entrevistas y otras apariciones fue dejando toda una retahíla de declaraciones que se han ido demostrando como totalmente fabricadas.
El Partido Republicano se ha distanciado de él, pero en Washington sus correligionarios no han hecho nada para expulsarlo de un escaño en el que Santos ha prometido continuar.
Hasta ahora, incluso después de su detención e imputación hoy, los republicanos han indicado que no tienen previsto tomar medidas.
El vóleibol, la madre en el 11/S y el Holocausto
Las falsedades de George Santos nunca se limitaron a lo profesional, pues en entrevistas y otras apariciones fue dejando todo tipo mentiras.
Algunas aparentemente inocentes, como cuando dio numerosos detalles sobre sus éxitos en el equipo de vóleibol de una Universidad a la que ni siquiera asistió, o cuando aseguró que su madre se encontraba trabajando en las Torres Gemelas el 11S, cuando en realidad en aquellos años vivía en Brasil.
Pero también otras con más motivaciones: mintió diciendo ser descendiente de judíos sobrevivientes del Holocausto para ganarse el voto de la comunidad de ese origen.
Con información de EFE