Inmigrantes en EE.UU.: un abuelo fuera de la ley

Polémica. Latinos van tras el "sueño americano" por que luchaban los italianos

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Mi abuelo encarnó el "sueño americano". Su historia se presenta como una afirmación de las recompensas que tiene Estados Unidos para quien está dispuesto a correr riesgos, a trabajar como loco y a darles a sus hijos "algo mejor".

Él salió del sur de Italia a los veintitantos años, solo, con el dinero apenas suficiente para llegar y sobrevivir un corto tiempo. Era el año 1929. Él llegó pocos meses antes del Martes Negro y la alborada de la gran depresión y se encontró buscando trabajo de albañil.

Y de algún modo, con las justas, él se mantuvo a flote y siguió luchando hasta que la depresión empezó a levantarse. Hasta que le cambió la suerte. Hasta que pudo dar el enganche de una pequeña tienda de abarrotes donde él, su esposa y mi padre, el mayor de los tres hijos, se afanaban hasta tan avanzada la noche que la cena familiar por lo general se tomaba en una sombría y triste habitación de la trastienda. Hasta que sus hijos fueron a universidades de prestigio y tuvieron éxito. Y hasta que vio a sus nietos crecer en casas espaciosas de los frondosos suburbios, en una juventud encantadora definitivamente irreconocible de la suya propia.

¿Ya dije que él fue inmigrante ilegal?

Él tomó un barco a Canadá desde Francia, y después entró en EE.UU. a través de una frontera que los historiadores me dicen que era conocida por ser porosa en ese tiempo. Un tren lo dejó en Manhattan y poco después lo encontramos instalado en la ciudad cercana de White Plains, que tenía una populosa comunidad italiana. Él fue indocumentado, vivió al margen de los libros y fuera de la ley. Y así fue durante unos diez años, hasta que finalmente obtuvo la ciudadanía.

Los detalles de todo esto son vagos. Él murió en 1980 y su esposa, mi abuela, también inmigrante italiana, también desapareció hace mucho. Lo que queda son los confusos recuerdos de sus hijos. Pero mi papá y sus hermanos saben que por mucho tiempo, al igual que los 11 millones de inmigrantes ilegales que están ahora en el centro del debate político, Mauro Bruni no debía de estar aquí. Él entró ilegalmente en un país que llegó a amar con más pasión que el que había dejado atrás, el país en el que sus hijos y sus nietos llevarían una vida muy productiva, pagando con el tiempo millones de dólares en impuestos y llegando a ser, en su calidad de votantes, una parte pequeña de la decisión de lo que se va a hacer con sus herederos espirituales, que viajaron como lo hizo él: sin una invitación explícita ni autorización oficial, pero con una energía feroz y unas esperanzas enormes.

Muchos más estadounidenses de los que lo admiten o lo saben tienen raíces como las mías y son los retoños de la inmigración ilegal. Y si bien eso no disminuye nuestra necesidad de hacer una evaluación clara, y a veces difícil, para ver cuántos recién llegados podemos recibir y qué medida de perdón actual equivale a la atracción futura, sí debe de formar nuestro concepto de la gente cuyo mañana está en la balanza. Su país de origen quizá sea diferente de quienes llegaban ilegalmente en tiempos de mi abuelo. Su piel quizá sea más oscura. Pero en realidad son sus congéneres. Mis congéneres. Y considerarlos como una nueva raza de aprovechados o pordioseros es negar la historia y hundirnos en generalizaciones cínicas, manchadas con un insidioso racismo, cuyo blanco simplemente cambia con el tiempo.

Las inciertas jornadas que han emprendida las oleadas de inmigrantes, los sacrificios diarios que han hecho esos trasterrados revelan un grado de valor que muchos de los nacidos en EE.UU. que conozco nunca se vieron forzados a alcanzar, una magnitud de pasión que no poseemos. Para nosotros no fue necesario. No tuvimos la disyuntiva de triunfar o perecer. Y esas cualidades contribuyeron, de una manera esencial y poderosa, al dinamismo de este país, a su competitividad.

Por venir del sur de Europa, Mauro Bruni era considerado diferente y menos deseable que los inmigrantes de Europa del norte. Donna Gabaccia, exdirectora del Centro de Investigaciones de Historia de la Inmigración, de la Universidad de Minnesota, señalaba que en ese tiempo, en algunos medios "los italianos y otros pueblos no eran `totalmente blancos` o eran considerados `intermedios`". De 1899 a 1924, agrega, los funcionarios de inmigración incluso hacían distinciones entre italianos. Los italianos del norte eran mejor recibidos que los del sur, como Mauro.

Él no hablaba inglés. La única persona que él conocía en EE.UU. no podía darle ayuda financiera, ni siquiera acogerlo durante la noche. No tenía ninguna red de seguridad y no estaba buscando que el gobierno se la diera pues no quería ni que lo viera. Su salud, su oficio, su determinación: eso era sus únicas posesiones de valor.

En sus primeras noches aquí, él pagaba por noche una cama en una sala comunitaria. Aceptó cuanto trabajo de albañilería pudo conseguir, ya fuera que durara solo unos días o varias semanas. Uno de los mejores fue en West Point, donde construyó un largo muro de piedra. Su sudor y el de otros inmigrantes ilegales sirvieron para el adorno de la Academia Militar de EE.UU., si son correctos los relatos que les hiciera a sus hijos.

En White Plains él conoció a mi abuela, que logró entrar legalmente en EE.UU. y ya era ciudadana. Ellos se casaron en 1933 y, en parte gracias a eso, posteriormente él pudo declararse y, mediante una especie de amnistía, fue ungido como estadounidense. Eso ocurrió en 1941, más o menos por la época en que compró su tienda.

¿Se evadieron impuestos antes de que fuera documentado? Sin duda alguna, pero, dados sus ingresos, no han de haber representado gran cosa. La perspectiva a distancia es ésta: él fue contribuyente mucho tiempo más de lo que no fue, y engendró a muchos más contribuyentes. De sus hijos y nietos no hay ninguno que viva de la asistencia pública; por el contrario, constituyen una amplia gama de aportes a la vivacidad de este país, una panoplia de profesionistas: socio en un despacho internacional de contabilidad, decano universitario, dueño de una compañía de plomería, banquero, periodista, asesor administrativo, cazador de talentos, director de teatro, profesor, patinador profesional.

Mi abuelo Mauro y mi abuela Adelina efectivamente querían exprimir al país para sacarle todo lo que pudieran. Eso era egoísta pero también fue muy fructífero. Y su patriotismo era aun más fuerte porque EE.UU. no era su derecho de nacimiento sino su decisión.

"Muchos más de los que lo admiten son retoños de la inmigración".

Hijos de hispanos votan a demócratas

WASHINGTON

Los hijos que los inmigrantes hispanos tivieron en Estados Unidos tienden más que sus padres a identificarse como miembros del Partido Demócrata conforme se integran a la vida estadounidense, en un entorno de firmes vínculos con su herencia cultural pero con una actitud más liberal en asuntos sociales.

Un estudio de gran alcance, realizado por la organización Pew Research Center y publicado el jueves, desvela algunas de las dificultades del Partido Republicano después de las elecciones generales de noviembre, cuando el presidente Barack Obama ganó con el apoyo del 80% de los electores de comunidades no blancas y minoritarias.

El informe explora el progreso socioeconómico y las opiniones de los estadounidenses llamados de segunda generación, en su mayor parte los latinos y asiáticos que nacieron en Estados Unidos después de que una ley de inmigración abrió en 1965 las fronteras de Estados Unidos a millones de personas no europeas.

"Lo que más sorprende de las últimas décadas es que los dos grupos en el corazón de la oleada moderna de inmigración -estadounidenses de ascendencia hispana y asiática- son cada vez más demócratas al paso del tiempo, al tiempo que echan más raíces en la sociedad estadounidense", señaló el vicepresidente ejecutivo de Pew, Paul Taylor, en una entrevista.

"Se dice que (el expresidente) Ronald Reagan describió hace muchas décadas a los hispanos como `republicanos que no lo saben todavía`. Bueno, es 2013, y al parecer todavía no se han dado cuenta", indicó.

De acuerdo con el reporte, los hijos adultos de los inmigrantes se están integrando como grupo a la sociedad estadounidense y prosperando generalmente mejor que los inmigrantes recién llegados, con ingresos regulares, alto nivel educativo y habilidad para hablar inglés con soltura. El llamado grupo de segunda generación presenta también mayores relaciones sociales con otros grupos raciales y minoritarios, incluyendo matrimonios interraciales.

El 60% de los hispanos y asiáticos de la segunda generación se dicen "típicos estadounidenses". Entre los hispanos, el 71% de integrantes de segunda generación son demócratas o se inclinan por esa ideología, contra el 63% de la primera. Entre los asiáticos, el porcentaje también aumentó, de 49 a 52, aunque la diferencia carece de significado estadístico. En cuando a una población más amplia, el 49% afirmó que son demócratas o se pronuncian por esa ideología. AP

"Por venir del sur de Europa, Mauro era considerado diferente".

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