ELECCIONES EN BRASIL
Con su silencio, el mandatario brasileño tensa el periodo de transición de dos meses. “No me llamó y no sé si me llamará”, lanzó Lula, durante las celebraciones.
Jair Bolsonaro fue derrotado el domingo, pero todavía le quedan dos meses para abandonar el Palacio da Alvorada. Hasta la toma de posesión del próximo presidente el 1° de enero, se abre una transición que se prevé tumultuosa por la mala relación entre los candidatos y las constantes acusaciones de Bolsonaro contra el sistema electoral.
Como marca la tradición, el nuevo presidente tomará posesión el primer día de 2023 en una ceremonia solemne en Brasilia. En principio, ese día Bolsonaro debería entregarle la faja presidencial verdeamarela a Luiz Inácio Lula da Silva, en un gesto de normalidad democrática. “Si esa fuese la voluntad de Dios, continúo [en la Presidencia]. Si no lo fuera, paso la faja y me voy, porque a mi edad ya no me queda nada más por hacer aquí en la Tierra”, dijo el presidente en septiembre, durante una entrevista con Globo.
Sin embargo, el presidente ha supeditado en varias ocasiones el reconocimiento de la derrota a la “limpieza y transparencia” de las elecciones, lo que pone en duda la posibilidad de una transición tranquila.
En la noche del domingo, Bolsonaro se fue a dormir sin llamar a su adversario ni dirigirse a las decenas de seguidores que aguardaban un pronunciamiento frente al Palacio da Alvorada. “No me llamó y no sé si me llamará”, lanzó Lula, durante las celebraciones en la Avenida Paulista.
La incertidumbre continuó durante todo el día de ayer en el Palacio del Planalto. A lo largo del día, Bolsonaro, a quien se lo vio “triste” y “cabizbajo”, mantuvo rondas de conversaciones con varios de sus aliados más cercanos, como el jefe de gabinete, Ciro Nogueira, los ministros de Economía y Exterior, Paulo Guedes y Carlos França, y el diputado federal Fabio Faria. A ellos les prometió que emitiría un comunicado pero que no reconocería el resultado electoral, consignó ayer O Globo.
En estas conversaciones, se le pidió que hiciera su discurso ayer mismo, para que “el país pueda seguir su camino con tranquilidad”, según dijo a O Globo un ministro que participó en estas negociaciones. No obstante, Bolsonaro no fijó plazos para comentar públicamente.
La ley electoral establece que la transición comienza 48 horas después de certificado el resultado. Es irrelevante que el derrotado lo acepte públicamente, pero es imprescindible que designe a la comisión encargada de la transición, algo que aún no ha sucedido. Pasado el plazo, el ganador de la elección puede iniciar un reclamo judicial.
“No queremos judicializar esto”, advirtió Gleisi Hoffmann, presidenta nacional del Partido de los Trabajadores en una rueda de prensa. “Todavía no hemos tenido contacto (con los representantes del gobierno), pero por ley hay 48 horas de plazo para la primera reunión. Vamos a hacer contacto con ellos y con los partidos que apoyaron a Bolsonaro. Tenemos la responsabilidad y queremos que la cosa sea lo más tranquila y razonable, por el bien de Brasil”, agregó Hoffmann.
La ley también dice que el equipo de transición nombrado por el ganador de los comicios “tendrá acceso” a la información sobre las cuentas públicas y los proyectos del gobierno federal.
Los órganos del Ejecutivo están “obligados”, además, a dar la información requerida por el equipo. Aun así, durante los dos meses que faltan hasta la toma de posesión, Bolsonaro conserva sus poderes constitucionales.
Entretanto, es poco probable que un Congreso saliente apruebe reformas de importancia. Entre los asuntos pendientes que el legislativo echó a andar tras la primera vuelta de las elecciones, hay un proyecto de ley que criminaliza con hasta 10 años de prisión a las empresas encuestadoras si estas fallan en sus predicciones, una medida apoyada por el bolsonarismo. Está por ver si todavía hay apetito para esa reforma con un nuevo gobierno a la vuelta de la esquina.
El futuro político de Bolsonaro a partir del 1° de enero es una incógnita. Dice que quiere “recogerse”. Con su esposa Michelle Bolsonaro tiene una hija pequeña de 12 años.
Es probable que elijan volver a Río de Janeiro. Allí, el presidente tiene una casa en Barra de Tijuca, un barrio nuevo y rico frente al mar que votó mayoritariamente por él en estas elecciones.
Río de Janeiro es la ciudad donde inició su carrera política como concejal y que luego representó como diputado federal en Brasilia durante casi tres décadas. Y, aunque el alcalde de la ciudad es de izquierda, el gobernador del Estado, Cláudio Castro, es un aliado del presidente.
Por muy tranquilo que sea su retiro, Bolsonaro conservará una gran influencia en la política brasileña. Dos hijos de su primer matrimonio, Eduardo y Flávio Bolsonaro, son diputado y senador, respectivamente. Un tercer hijo, Carlos, es concejal de Río de Janeiro.
Además, varios de los Estados más importantes del país estarán gobernados por aliados del ultra y el Partido Liberal, del que es miembro, tiene la mayor bancada en el Senado y en la Cámara de Diputados. Poderosos tentáculos para un político “retirado”.
“No vamos a desistir de Brasil”
El senador brasileño Flávio Bolsonaro, hijo mayor del presidente Jair Bolsonaro, afirmó ayer lunes que no van a “desistir” de Brasil y agradeció el apoyo de los votantes de su padre, derrotado en las elecciones presidenciales del domingo.
“¡Gracias por cada uno que nos ayudó a rescatar el patriotismo, que rezó, fue a la calle, dio su sudor por el país que está funcionando y dio a Bolsonaro la mayor votación de su vida!”, indicó el senador, que no detalla si reconoce o no el triunfo del exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva. Flávio Bolsonaro es el primer integrante de la familia del jefe de Estado que da declaraciones de tinte político después de conocerse el resultado de las elecciones del domingo.
Su esposa, Michelle Bolsonaro, publicó un salmo en sus redes sociales en horas de la tarde. “Alabad al Señor todas las naciones, alabadlo todos los pueblos”, “La verdad del Señor permanece para siempre”, escribió.