Juan Pablo Cardenal, especialista en política y economía china: "Hay una fiebre en América Latina por los TLC con China"

Es periodista y escritor. Entre 2003 y 2014 fue corresponsal en China especializándose en la expansión internacional del gigante asiático. En diálogo con El País dice que la “fiebre” por los tratados comerciales son una “zanahoria” para el objetivo mayor del gigante: atraer al sur global.

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Juan PAblo Cardenal
Juan Pablo Cardenal.
Foto: MARIO TELLEZ

¿Cómo resumiría el momento en el que están las relaciones de América Latina y China y su evolución en estos 20 años?

Cuando China llega a la región es más o menos cuando lanza su estrategia de salir afuera. La razón es su necesidad de garantizarse su suministro futuro de recursos naturales. ¿Cómo entra? Con sus préstamos para proyectos normalmente extractivos o para proyectos de infraestructura. Y en ese proceso de 20 años, China pasa de ser un jugador secundario a ser el primer o segundo socio de todos los países de América Latina en términos de comercio, inversión, concesión de préstamos o construcción de infraestructuras. ¿Qué situación tenemos hoy? En la Asamblea Nacional China, en marzo, el primer ministro saliente, Li Keqiang, pronunció un discurso en el que dejó claro que en China hay una palabra mágica: la autosuficiencia.

Y menciona la seguridad alimentaria -tema fundamental para China- y los recursos naturales estratégicos. Creo que esos son los dos drivers de por qué sigue aquí China. Y, en la parte política o geopolítica, la lectura que hago es la siguiente: hay estos dos bloques (Estados Unidos y China) y hay una especie de desglobalización selectiva unida a una hostilidad ideológica. En ese contexto en el que China ve el declive de Occidente, el ascenso de Oriente, que ve cambios en el equilibrio de poder en el mundo, que ve un mundo volátil, que ve a Estados Unidos tratando de contenerla, lo que ella piensa primero es que el aislamiento no es una opción. Por ende, lo que está tratando de hacer es influir en el orden mundial. Ese orden mundial basado en reglas del G7 y alrededores, China lo ve como hegemónico de Estados Unidos, y como excluyente de sí misma. Teniendo en cuenta todo lo dicho, su pretensión actualmente es atraer a su órbita al llamado sur global. Ese componente geopolítico no existía hace 20 años.

Usted ha argumentado que la hostilidad de China hacia Occidente no se limita solo a lo retórico. ¿Qué ejemplos hay de esto, de acciones que se hayan considerado hostiles hacia Occidente, no desde el punto de vista puramente retórico?

Australia es el ejemplo más reciente. Australia, que tiene una relación muy estrecha con China, hizo dos cosas. Primero, pidió una investigación independiente sobre el origen del covid. Esto a China le sentó fatal. Y la otra: el gobierno australiano de 2016, 2017, hizo un informe sobre el nivel de penetración de China en la sociedad australiana. Lo que resultó de ese informe es que la sociedad australiana estaba muy penetrada por China. La universidad, los medios de comunicación, los gobiernos locales, los partidos políticos, excepto el gobierno central. Eso no se hizo público, pero provocó una adopción de leyes que hablan de injerencia y de donaciones, que no mencionan a China pero que obviamente todo el mundo entendió que eran por China. Ahí se inició una trifulca diplomática y por eso ha habido un castigo comercial enorme. Y en cualquier caso, muchas veces China no necesita ejecutar una amenaza. Solo con la amenaza ya funciona. Y a veces ni siquiera tiene que hacerla, porque ya está en la mentalidad de muchos gobernantes que tiene que haber un clima institucional óptimo con Pekín para no comprometer las relaciones comerciales. Eso explica que haya muy poca crítica a China.

Justamente en Uruguay hubo polémica por el saludo a los 100 años del Partido Comunista Chino.

Claro. Partidos que en teoría están en las antípodas ideológicas de lo que es el Partido Comunista Chino tienen una relación cordial con él. Eso se explica porque los chinos nos conocen tan bien, mucho más que nosotros a ellos, que son maestros en adaptar su mensaje a su interlocutor. Entonces, música celestial para todos.

Uruguay quiere concretar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, con o sin el Mercosur. Hace poco Ecuador firmó uno, Chile ya tiene uno... ¿Constituye un riesgo que un país como Uruguay dependa de un gigante como China?

Yo creo que los TLC no son per se buenos o malos, depende cómo los negocias y de su contenido. China tiene cuatro firmados en América Latina. Sobre el de Ecuador no tenemos visión de campo, pero de los otros tres sí. El de Costa Rica, el gobierno ha dicho más de una vez que sus expectativas de exportar a China no se han visto cumplidas. El de Chile, por lo que he podido ver, es un ejemplo de éxito, de un cierto éxito, no por el cobre, sino porque ha conseguido diversificar su canasta exportadora. Y luego está Perú. Pese a que se dice que en 13 años de vigencia las exportaciones a China han aumentado un 13% de media anual, cuando te vas a los datos, lo que arrojan es que el 85 u 86% son minerales y 10% harina de pescado. O sea, el 96% viene de sectores tradicionales que no aportan valor añadido. Este es un caso clarísimo que yo cuestiono que el TLC haya sido tan beneficioso. Y yo tengo la sensación de que, de hecho, hay una especie de fiebre ahora en América Latina por los TLC con China. Como si tener el TLC ya fuese una garantía de que todo va a ser perfecto.

¿Por qué cree que existe una fiebre?

Es una combinación de dos cosas. Una, un poco la mitología del mercado chino. Si vendo un porcentaje muy pequeño de mi producto va a ser increíble; es la mitología del mercado consumidor chino. Y eso explica por qué muchos gobiernos tienen ese incentivo. Ahora bien, el problema de cerrar un TLC con China que fuese muy beneficioso, es que te mete en una dependencia, y eso también es peligroso. Pero no con China, con cualquier país. Cualquiera podría argumentar que con China es más peligroso porque el negocio es muy duro. En la parte de China yo tengo la sensación -es una sensación- de que ellos están incentivando estos TLC porque se acaba el modelo de entrar aquí con préstamos y con infraestructuras. Les interesa, como decía al principio, los alimentos, las materias primas. Es beneficioso para ellos en lo económico, pero también tiene un componente político. Es en esa necesidad o voluntad que tiene China de atraer a su órbita a todo al sur global que muestran una zanahoria, que es el TLC. Es legítimo. Pero la pelota está en el tejado de los países receptores. La clave no es relacionarse con China sí o no, o comerciar con China sí o no. La respuesta a esas preguntas es sí. El objetivo tiene que ser que la relación sea lo más equilibrada posible.

Hoy China es mediadora entre Arabia Saudita e Irán, y pretende el mismo rol en la guerra en Ucrania. ¿Está queriendo proyectar una imagen de paz y estabilidad a nivel internacional?

Déjame dar una vuelta antes de responder. Tenemos la ruta de la seda, la Iniciativa de la Franja y la Ruta, tenemos el Global Development Initiative, tenemos el Global Security Initiative y lo del Destino Compartido para la Humanidad. Cuatro iniciativas de Xi Jinping para el mundo. Eso tiene mucho de eslogan. Y una parte de la explicación es que lo que ellos quieren hacer es dotar de amabilidad su presencia en el extranjero. China no quiere ser percibida como agresiva, ni como problemática, ni como neocolonialista. Y entonces envuelve sus políticas en el extranjero alrededor de estos conceptos que son la paz en el mundo. ¿Por qué lo hace? Porque su expansión económica tiene problemas. Trae oportunidades, obviamente, pero también trae muchos problemas, de la misma forma en que el desarrollo chino lo trajo en la propia China. Te realojan por la fuerza, no hay transparencia, hay corrupción, y eso se traslada a su actuación en el extranjero. China tiene problemas con toda la región de Asia Pacífico, con algunas excepciones. Y luego tiene sus problemas también en los organismos internacionales, a nivel económico; todo el problema de la falta de transparencia de los estándares de las malas prácticas de las dependencias que crea.

Entonces sí, ella es la primera interesada en dar una imagen benevolente. Sobre mediar en el tema de la guerra en Ucrania y tal, hay muchas incongruencias en ese planteamiento. No deja de estar apoyando tácitamente, de perfil, a un país que ha violado el primer principio de su política exterior, que es la integridad territorial de los Estados. Pero en suma, China busca que haya un orden internacional más seguro para sus intereses. Todo lo que China hace en el exterior tiene una clave doméstica. La propia internacionalización de China empieza por esa necesidad estratégica de garantizarse los recursos naturales. Y como todo en China, las respuestas no son lineales, ni blancas ni negras, ni sí ni no. Es algo siempre en medio.

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