El País contactó al analista político brasilero Magno Karl, director ejecutivo de Livres, una asociación de defensa de la libertad y la democracia con sede en San Pablo, que viene tomando el pulso de los acontecimientos en su país, con especial atención a los procesos electores y su impacto en la ciudadanía.

¿Cómo se vivieron los ataques a las sedes de los tres principales poderes de Brasil, desde el lugar de los hechos?

Los hechos del domingo por la tarde en Brasilia fueron los ataques más severos a las instituciones democráticas brasileñas desde el retorno de la democracia en el país en 1985. La sede del Congreso, la Presidencia y la Corte Suprema de Brasil fueron atacadas y parcialmente destruidas por extremistas de derecha, partidarios del expresidente Jair Bolsonaro, con la intención de crear un caos institucional y derribar el gobierno del recién inaugurado presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Estas acciones no fueron sorprendentes en sí mismas, pero sí fueron sorprendentemente exitosas.

¿A qué se refiere con “acciones exitosas”, a su entender, en qué sentido lo fueron?

Los atacantes llevan casi dos meses manifestándose en las calles y frente a cuarteles del Ejército en mi país. Había indicios de que hoy (por ayer) se reunirían en gran número en Brasilia. También han despreciado abiertamente los resultados de las elecciones y han declarado firmemente su intención de derrocar al gobierno brasileño legítimamente electo. Todos esos puntos deberían haber alertado y preparado a la policía de Brasilia para ataques terroristas en los hitos institucionales de Brasilia, pero no lo hicieron.

¿Lo ocurrido muestra que hay grietas en la fortaleza democrática de Brasil?

La democracia brasileña es fuerte y resiliente. Entre 200 y 400 personas ya han sido detenidas y el gobierno electo sigue en el poder. Sin embargo, las próximas semanas deberían traer investigaciones más profundas.

¿Cuáles son los principales ejes que se investigará específicamente?

Se investigará sobre los líderes y financiadores de tales ataques; la omisión de la policía del Distrito Federal, que en el mejor de los casos fue incompetente para impedir que los manifestantes llegaran al Palacio Presidencial, el Congreso y la Corte Suprema de Justicia; las estrategias políticas para aislar a los extremistas de derecha de la corriente principal del debate público brasileño; y los daños institucionales, simbólicos y financieros causados por terroristas antidemocracia en el seno del poder político de Brasil”.

Entre los objetos que fueron vandalizados en el Congreso Nacional, el Supremo Tribunal Federal (STF) y del Palacio del Planalto, se encuentran: el lienzo “As Mulatas” del pintor Di Cavalcanti (ubicado en el Planalto); otras pinturas aún no identificadas; el escudo de la República de Brasil (que está en el pleno del STF); puerta del armario de las togas del ministro del STF Alexandre de Moares; muebles de la habitación de la primera dama Janja da Silva; vidriera de la artista Marianne Peretti en el Congreso; vitrinas del Congreso y Planalto que exhibían objetos históricos; cristales de las ventanas del STF (estaban pintadas); galería de fotos de los presidentes de la República.