Julia Rodríguez Larreta
La luz al final del túnel que se encendió en la madrugada del jueves, al conocerse el resultado de la votación en el Senado argentino, ayer viernes se hizo más potente. El gobierno finalmente anunció lo que faltaba; la derogación de la cuestionada Resolución 125. De no haber sido así, todo hubiera seguido igual en el ámbito de lo fiscal y frente a los dramáticos sucesos ocurridos en Argentina esta semana, la burla habría resultado intolerable.
A pesar del discurso de la Presidenta anteanoche en el Chaco, inmediatamente después del fracaso en la Cámara de Senadores, con alusiones a innombrados "traidores", mientras insistía en lo acertado de las directivas de su gobierno, junto a ciertos divagues sobre la unión de los argentinos "tras un proyecto común", el cual resultaba poco tranquilizador, al final el peso de la realidad se impuso.
Porque la otra noche, no sólo se trató de la derrota de un proyecto del Ejecutivo, sino que su implicancia trasciende esos límites y va mucho más allá. El mensaje es muy amplio y profundo, como claramente lo transmitía la enorme multitud que concurrió de manera espontánea al Monumento a los Españoles, en la Capital, en respuesta al llamado proveniente del sector agropecuario. Elocuente demostración del actual fenómeno que implica una coalición informal entre la gente del interior y la clase media urbana, en contraposición a los discursos y las acciones fomentando el antagonismo entre el campo y la ciudad.
Los recientes hechos responden al hartazgo y al manifiesto rechazo de una mayoría de la población, al estilo de gobierno patotero y sin escrúpulos del gobierno de los Kirchner. Tal como ejemplificábamos en un artículo anterior, la codicia tributaria de los poderosos, en algún momento se topa con su límite y la historia cuenta con episodios varios, en distintas épocas y regiones, que lo han puesto de manifiesto. Ahora hay uno más en el listado.
Y para satisfacción de quienes creemos en la democracia y el régimen republicano, lo ocurrido en Buenos Aires es una tonificante muestra de que la separación de poderes, se mantiene en la República Argentina. Por más que abunden las sospechas de manejos reñidos con la ética y de sobres abultados, lo cierto es al final en el recinto parlamentario, aunque a duras penas, se enterró el proyecto oficial. El recinto se hizo eco de las fundadas quejas del agro, un sector auténticamente productivo, que no se ha desarrollado a expensas de los gobiernos de turno. Al punto que según el último informe de la FAO, sobre la escasez de los alimentos en el futuro, se le considera a la Argentina como la "Arabia Saudita de los alimentos", con un potencial aún mayor que Brasil e India, los otros dos países mencionados como capaces de contribuir al requerido aumento del 50% de producción alimentaria para los próximos 25 años.
Pero como en una novela de suspenso, hasta las 4 de la mañana no había seguridad de cómo sería el resultado, tras la agotadora jornada en la Cámara Alta, similar en lo trabajosa a la de Diputados, aunque en esta última fue distinto el final. Y ahí llegó el máximo desafío para el vicepresidente, a quien con su voto doble como Presidente del Senado, le cayó en sus manos la disyuntiva del desempate. El voto definitorio de Julio Cleto Cobos, ex gobernador de Mendoza, un radical que fue expulsado de su partido al incorporarse al movimiento de transversalidad impulsado por Kirchner durante su presidencia, lo ha catapultado en su estatura política. De haberse acoplado a las exigencias del binomio K. no habría despertado la ira del matrimonio y sus allegados, ni habría sido calificado de traidor. Tampoco habría sentado un precedente tan inesperado como el de un vice presidente que vota en contra del gobierno que integra, pero habría quedado seguramente, sepultado en las tinieblas.
En cambio ahora, se destaca como alguien digno y capaz de actuar según su conciencia, sin temor a enfrentarse a los poderosos. Porque desde hace tiempo, Cobos promovió encuentros y reuniones con las entidades rurales, gobernadores e intendentes, en la convicción de que debían buscarse entendimientos y escuchar sus puntos de vista, lo que le valió la defenestración pública del gobierno. De modo que era evidente que no concordaba con la actitud gubernamental. Pero no fue el único, que se abrió. También hubo otros senadores que se atrevieron a desobedecer o que no se avinieron a las tácticas de seducción, ya que el kirchnerismo contaba con una cómoda mayoría, (52 de 72) y sin embargo, Cobos se encontró que tenía que desempatar un 36 a 36. O sea que la mitad de los que no votaron la resolución provenían del sector K. De los 7 senadores que al final estaban en dudas, sólo 2 acompañaron el proyecto, así que la fractura del oficialismo no será un "knock out", pero duele igual.