La expresidenta argentina viajó anoche a Santa Cruz. Estuvo diez días en Buenos Aires, donde declaró ante la Justicia y convocó a crear un frente opositor a Macri.
La expresidenta Cristina Fernández regresó anoche a Río Gallegos en el vuelo 1882 de Aerolíneas Argentinas, en clase turista, en el que habló con algunos militantes, firmó autógrafos, abrazó a un bebé que lloró durante el viaje y escuchó silenciosa la queja de una mujer que cuestionó al personal de a bordo por darle "trato diferencial".
Fernández abordó anoche el vuelo de la aerolínea de bandera alrededor de las 22, luego de ser escoltada por cientos de militantes que la fueron a despedir a Aeroparque. La exmandataria fue la primera en ingresar junto con sus custodios y sus secretarios privados, y se sentó en el asiento 3F; la primera fila de clase turista, junto a la ventana.
Posteriormente ingresó el resto de los pasajeros, en un avión que no fue completo, y mientras la azafata saludaba a los presentes, el murmullo y las miradas se clavaban brevemente en la exjefa de Estado, quien estaba vestida con un elegante vestido al cuerpo, botas, una campera de hilo blanca y un tapado negro.
Fernández permaneció diez días en Buenos Aires y realizó una intensa actividad política en la que presentó un escrito ante el juez Claudio Bonadio, quien la citó a declaración indagatoria por la causa que investiga presuntas irregularidades en la venta de dólar futuro; se reunió con diputados, intendentes y senadores y convocó a crear un "Frente Ciudadano" opositor al gobierno del presidente Mauricio Macri.
A su regreso, varios pasajeros a bordo, algunos de ellos militantes, apenas silbaron en el micro que los trasladó desde el aeropuerto al avión la melodía del cántico que reza "vamos a volver". Sin embargo, en casi todo el vuelo se respiró un clima de respeto -y en algunos casos, cierta indiferencia- con la expresidenta.
Abordada por la cronista de Télam que estuvo presente en el avión que la trasladó a Río Gallegos, Fernández se negó a responder preguntas, agradeció por la "predisposición" a la periodista y se abocó a leer un libro, para, posteriormente, cuando el avión despegó, perderse en la vista nocturna de la Buenos Aires que acababa de abandonar.
Sándwich y alfajor.
La luz del avión, como es habitual en los vuelos nocturnos, se apagó minutos después de despegar, y la ex mandataria se puso cómoda hasta que la azafata interrumpió el silencio para tomar la cena ofrecida a los presentes, que constaba de un sándwich de miga y un pequeño alfajor de chocolate.
Durante ese lapso, la ex presidenta conversó con sus custodios y, llegada la medianoche, cuando las luces volvieron a apagarse, reclinó su asiento para relajarse un rato, algo que logró intermitentemente debido al llanto de un bebé que viajaba en la misma fila que Fernández, pero del otro lado del pasillo junto a uno de sus secretarios, quien se resguardaba leyendo un libro de Adrián Paenza.
Fernández no durmió en el viaje, y conversó con su personal de custodia hasta que, casi al final del vuelo, uno de ellos se levantó al baño y fue momento en que dos jóvenes -quienes habían intentado acercarse previamente con una bandera de La Cámpora sin extender- la abordaron, algo que fue aceptado por la ex mandataria, quien prendió la luz y permaneció largo rato conversando con ellas.
La charla entre las jóvenes y la ex presidenta se extendió incluso luego de que el personal de a bordo anunciase el aterrizaje próximo a suceder y le pidiera a todos los pasajeros permanecer en sus lugares, por lo que una mujer, sentada en la quinta fila, llamó a la azafata y le reclamó por el "trato diferencial" dado hacia quien "soportó como presidenta".
Incluso pidió realizar una queja hacia la azafata e intentó involucrar a la periodista y la reportera gráfica de Télam que viajaban a bordo, al sugerir que sufrieron una situación de violencia por parte de la custodia que, en efecto, no sucedió.
El avión aterrizó pasada la 1.30 de la madrugada y Fernández, antes de descender, pidió a la mamá del bebé que lloró en reiteradas ocasiones durante el vuelo que se lo acercase, y fueron ellos los únicos que lograron sacarse una foto con la ex presidenta, luego de la resistencia del personal de custodia. Junto a sus acompañantes, Fernández descendió por el lado delantero del avión y se trasladó hacia la salida por el mismo lugar que el resto de los pasajeros, antes de saludar a todo el personal a bordo y a alguna de las personas que viajaron con ella que, finalmente, se animaron y le pidieron fotos y autógrafos, a los que accedió sin problemas.
En el aeropuerto, la esperaba una centena de militantes a quienes saludó brevemente, y en un fuerte operativo de custodia, se dirigió hacia su casa de Río Gallegos, ubicada en el barrio Jardín de esa ciudad.
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