Eduardo Graça / O Globo/GDA
Una investigación sobre el estado de la democracia en el mundo realizada a más de 36 mil adultos de 30 países (incluidos Argentina, Brasil, Colombia y México, pero no Uruguay), presenta una paradoja. Aunque la abrumadora mayoría de los entrevistados (86% en promedio) dice que quiere “vivir en un Estado democrático”, entre los más jóvenes –de entre 18 y 35 años– el 42% considera que las dictaduras militares son una buena manera de gobernar, y el 35% apoyaría que las lidere un líder fuerte “que no respete ni el Poder Legislativo ni las elecciones libres”.

La investigación fue realizada por encargo de la red filantrópica internacional Open Society Foundations (OSF), fundada por el inversionista George Soros, y presentada exclusivamente en Brasil por O Globo (GDA).

Las respuestas dadas a preguntas no interdependientes arrojan contradicciones: es decir, el entrevistado puede afirmar que quiere vivir en democracia y, al mismo tiempo, simpatizar con el yugo militar. Pero también, el informe final del estudio (presentado por el británico Mark Malloch-Brown, presidente del OSF) revela uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan hoy las democracias liberales.

Con el avance del populismo autoritario y la explosión de las crisis globales concomitantes (climática, sanitaria, económica, de representación política) es necesario demostrar que, más que una abstracción, el régimen político que iguala a sus ciudadanos a través del voto puede –y debe– ser capaz de satisfacerles sus demandas más básicas.

"El mensaje principal de la investigación es que los valores democráticos aún están en construcción. Y el primer paso para cambiar las cifras más alarmantes, referidas a los más jóvenes, es ser conscientes de que no partimos de un consenso. La lección aquí es que la disputa política global por la democracia sigue siendo relevante. Y es necesario resaltar sus cualidades", afirma el abogado Pedro Abramovay, doctor en Ciencias Políticas por el Iesp-Uerj y vicepresidente de la OSF.

Los encuestados participaron en la encuesta entre mayo y junio de este año. En la mayoría de los países se invitó a 1.000 ciudadanos. Por razones logísticas, Brasil, Estados Unidos, Francia, Sudáfrica e India tuvieron el doble de participantes que los demás, incluidos China y Rusia. Por lo tanto, el promedio global utilizado en el Barómetro OSF no refleja con precisión la distribución de la población del planeta por naciones.

Entre otros temas, la amplia muestra también incluyó –desglosados en 45 preguntas– los derechos humanos, la justicia climática, la violencia, la desigualdad social, el multilateralismo, la percepción de la creciente importancia de China en el tablero geopolítico global, la identificación con los “valores occidentales” y la percepción de la calidad de los políticos en cada uno de los 30 países encuestados.

En su presentación, Malloch-Brown señala al Brasil reciente como prueba de la falacia de quienes defienden una mayor capacidad de los gobiernos autoritarios para ser más “dinámicos o resilientes”, señalando con el dedo a Jair Bolsonaro, su “desastrosa respuesta” al covid-19 en la pandemia y la aceleración de la deforestación de la Amazonía bajo su mandato. Recuerda también que, un año después de unas elecciones que opusieron “una opción moderada a una autoritaria”, Brasil y Francia destacan en el Barómetro OSF por el apoyo de la mayoría en ambos países a la democracia, pero también por la afirmación (de la mitad de los franceses y el 74% de los brasileños) que “las leyes no mantienen seguras a personas como yo en mi país”.

El miedo a la violencia es recordado especialmente por latinoamericanos y africanos. Entre los sudamericanos, el 77% de los colombianos y el 73% de los argentinos dicen estar de acuerdo con la frase “Temo que las convulsiones políticas resulten en actos de violencia en los próximos 12 meses”. Brasil, en tanto, con un 60% está cerca del promedio mundial (58%).

La corrupción supera a la pobreza, el avance de la desigualdad social y la crisis climática como el problema más importante en sus países para quienes viven en América Latina, África, Asia y Rusia. Y, de nuevo, los más jóvenes son los más escépticos acerca de que los políticos electos defiendan “los intereses de la mayoría de la población”. En Argentina, sólo el 10% de los encuestados de todos los grupos de edad confían en los funcionarios electos. En Colombia, el 13%. En Brasil, el 19%. Una cifra que tampoco es alta en las democracias ricas, como Japón (12%), Francia (15%) y el Reino Unido (20%), lo que demuestra la naturaleza global de la crisis de representación directa. El promedio general fue sólo del 30%.

Los residentes del Sur Global están interesados en vincular el concepto de Justicia Climática al piso superior. Los brasileños (78%), los colombianos (78%), los argentinos (74%) y los sudafricanos (72%) abogan firmemente por que los más ricos financien la protección de los bosques por parte de los más pobres.

Pero el consenso no se repite al otro lado del proyecto de ley, con un apoyo minoritario de los alemanes (47%), financiadores del Fondo Amazonia. Por otro lado, sólo el 15% de los brasileños está de acuerdo en que “la crisis climática es el principal problema del planeta”, frente al 32% de los indios y el 28% de los alemanes. La encuesta completa está disponible en el sitio web de OSF.