Sin luz, ahora en Venezuela también se les acabó el agua

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Largas horas esperando con recipientes para cargar agua de pozo; la usan para lavar y cocinar, no es apta para consumo. Foto: AFP

PROBLEMA SANITARIO

La crisis abarca a todos los sectores sociales; “estamos muriendo de sed”.

Unos acuden a pozos naturales, otros a alcantarillas y algunos más la venden a precios impagables para la mayoría. Los apagones someten a los venezolanos a una escasez de agua desesperante que no distingue clases sociales.

En una colina de la barriada caraqueña de Petare, dos manantiales ayudan a paliar la sequía que se presenta desde inicios de marzo, cuando el país entró en una suerte de túnel con masivos apagones.

Día y noche, cientos de personas llenan bidones, baldes, botellas o cualquier recipiente con el líquido, que solo sirve para bañarse o lavar ropa, pues no es apto para consumo.

“Nos falta el agua, la luz; los apagones son horribles, se nos daña la comida. La estamos pasando mal, no hay transporte, no hay nada”, se queja Ernestina Velasco, de 78 años, en su precaria casa del sector 24 de Marzo, de calles de tierra.

“Gracias a Dios tenemos eso ahí”, se consuela la mujer refiriéndose a los pozos. “Es un caos, es de salir corriendo”, añade.

Para tener agua potable, deberá esperar a que la empresa estatal reactive por unas horas el suministro, interrumpido desde hace una semana. “Estamos sequitos, no tenemos una sola gota”, atestigua su amiga Carmen Moncada, mientras muestra un recipiente vacío.

La gravedad de la crisis quedó confirmada con el racionamiento eléctrico de 30 días anunciado por Nicolás Maduro, quien además redujo indefinidamente la jornada laboral en dos horas.

Maduro insiste en que la emergencia es producto de “ataques multiformes” de Estados Unidos para derrocarlo a favor del líder opositor Juan Guaidó, reconocido como presidente encargado de Venezuela por más de 50 países.

La falta de agua se repite a lo largo del país, de 30 millones de habitantes.

En un parque de Caracas, un abogado de clase media alta llegó para comprar una cisterna y abastecer el edificio donde vive en el privilegiado sector de La Castellana. Cuenta que “jamás” había tenido problemas con el servicio, pues en su condominio tienen un tanque privado. Pero ya se secó y tuvo que acudir a donde William, conductor de un camión de 1969 cuyo tanque almacena hasta 4.000 litros.

“Para la Castellana le cuesta 200 dólares”, le informa el hombre, que se surte de un manantial en el Parque del Este, con aprobación del gobierno. El abogado no reniega del precio, si bien en Venezuela el salario mínimo equivale a poco más de 5 dólares, que alcanzan para comprar 1,5 kilos de carne por la desatada inflación. Solo le incomoda tener que recaudar el dinero entre los vecinos, un tercio de los cuales se fue del país en una diáspora que alcanza los 2,7 millones de personas desde 2015, según la ONU.

“Es el precio de quedarse en Venezuela”, justifica el abogado de 42 años, que prefiere no identificarse.

Con algunos copropietarios estudia la posibilidad de buscar un manantial en el edificio, aprovechando la cercanía con el cerro El Ávila, un proyecto que les costaría unos 20.000 dólares.

A escasos metros de él, decenas de hombres y mujeres hacen fila para llenar sus recipientes en otros pozos que brotan de la tierra.

Para poder cargar agua en el parque, diariamente William debe hacer hasta tres recorridos gratuitos para el gobierno, llevando agua a varios suburbios de la capital. Militares hacen cumplir el acuerdo.

Hartazgo.

Los permanentes cortes de luz y ahora la falta de agua están colmando la paciencia de los venezolanos. Ayer lunes cientos de personas protestaron en varios distritos de Caracas. “Cada vez que se vaya la luz, que no tengamos agua, que no tengamos gas, ¿adivinen qué vamos a hacer? Vamos a protestar, vamos a exigir, vamos a salir a las calles de Venezuela porque es nuestro derecho”, dijo Guaidó, en un acto en la Universidad Católica en el oeste de Caracas.

En la ciudad industrial de Valencia, a unos 150 kilómetros al suroeste de Caracas, se registraron protestas después de que los clientes sumaran más de 50 horas sin el servicio de energía. “Estamos muriéndonos de sed (...) No tenemos luz tampoco, menos gas”, dijo Andrés Bello Torres, de unos 70 años, quien llenaba dos grandes envases plásticos con el agua de un contaminado río en Valencia.

Dijo que la hervían para poder consumirla y que la usaban solo para cocinar porque no usaban los baños. “Las necesidades las estamos haciendo en papel periódico y botándolos por allí”, relató conmovido y con lágrimas.

“¿Por qué tenemos que vivir esto? Les aseguro que en la casa del presidente no falta ni el agua ni la luz (...) ¿Cómo un país sale adelante si sus ciudadanos pierden toda una semana buscando unos litros de agua o esperando unas horitas de luz?”, dijo Katerine Talavera, una camarera de 25 años, en el centro de Punto Fijo.

El régimen quiere llevar a Guaidó a juicio; pidió le quiten los fueros
El líder opositor se proclamó presidente interino el 23 de enero. Foto: Reuters.

El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela remitió a la Asamblea Nacional Constituyente, dominada por el oficialismo, un pedido para quitarle el fuero parlamentario a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de mayoría opositora.

El TSJ había impuesto en enero una prohibición de salir del país a Guaidó, quien “quebrantó esta medida”, dijo el presidente de la corte, Maikel Moreno, en una declaración en la televisión oficial.

“Se ordena remitir copia certificada de la presente decisión al presidente de la Asamblea Constituyente a los fines del allanamiento a la inmunidad parlamentaria del referido ciudadano Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez (...) en su condición de diputado a la Asamblea Nacional”, agregó.

El TSJ, de línea oficialista, ratificó la prohibición de salida de Venezuela, así como el bloqueo de las cuentas bancarias de Guaidó y el impedimento para enajenar y gravar bienes de su propiedad, indicó la sentencia, leída Maikel Moreno.

La medida allana el camino para un eventual juicio ordinario a Guaidó.

El líder opositor se proclamó en enero presidente encargado de Venezuela, y está reconocido por más de medio centenar de países, entre ellos Estados Unidos.

Pese a la prohibición de salir del país, Guaidó visitó en febrero Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina y Ecuador.

“No hay ningún tipo de allanamiento”, dijo Guaidó a reporteros al cerrar un acto en Caracas al final de la tarde de ayer. “No tengan duda de que me quieren ver preso, claro que lo quieren hacer, no tengan dudas. Pero no hay preocupación”, agregó.

Guaidó ha dicho en varias oportunidades que en caso que lo detengan el camino sigue siendo el mismo, buscar la salida de Nicolás Maduro del poder, ir a un gobierno de transición y convocar elecciones libres.

La semana pasada Guaidó desestimó una decisión de la Contraloría General de la República de inhabilitarlo por 15 años para ejercer cargos públicos. El fiscal general, Tarek Saab, lleva a cabo una investigación contra Guaidó luego de que se juramentase como presidente interino el 23 de enero.

Los Gobiernos del mundo que respaldan a Guaidó, entre los que están Estados Unidos y la mayoría de los miembros de la Unión Europea, no reconocen la legitimidad del segundo mandato de Maduro, que arrancó en enero, por haber obtenido la reelección en unos comicios tachados de fraudulentos.

Esta ofensiva contra Guaidó por parte del régimen de Maduro, se produce en momentos en que el líder opositor planea una movilización nacional hacia el palacio presidencial de Miraflores -en fecha no establecida-, como parte de una estrategia que bautizó “Operación Libertad”.

Guaidó no ha dado detalles de ese operativo, del que, según anunció, habrá un ensayo el próximo sábado con nuevas manifestaciones. Como es costumbre, el chavismo también se movilizará. Maduro acusa a Guaidó de ser un “títere” de Donald Trump para sacarlo del gobierno.

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