Markus Buchheit: “En Alemania no puedes quejarte de nada porque todo lo hacemos por una ‘buena causa’”

Buchheit es miembro del Parlamento Europeo por el partido alemán de extrema derecha AfD. En diálogo con El País, analiza la crisis económica alemana, las acusaciones al partido, su crecimiento y más.

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Markus Buchheit
Markus Buchheit, miembro del Parlamento Europeo por el partido Alternativa para Alemania (AfD).
Foto: Ignacio Sánchez.

Corría el 2013 y la campaña electoral en Alemania, en la que la excanciller Angela Merkel sería reelecta, llegaba a la recta final. En Baviera, un grupo de jóvenes militantes que venían del campo asistieron al último acto con una camiseta que tenía estampada la frase "Madre lo hace", por Merkel. Uno de ellos, Markus Buchheit, que había trabajado activamente en la campaña, ya no quería usarla. Se había anotado de adolescente en el partido Unión Social Cristiana de Baviera (CSU, el equivalente a Unión Demócrata Cristiana en el estado de Baviera) por sus valores tradicionales. Él era profundamente conservador, pero vio cómo su partido apoyó el matrimonio igualitario, algo que no le gustaba. Tampoco estaba de acuerdo con que, tras el desastre nuclear de Fukushima, Alemania comenzara a abandonar la energía nuclear. Cuando terminó la campaña, Buchheit se sacó aquella camiseta: "La Madre no lo hizo", dice a El País.

Hoy, Buchheit, politólogo de profesión, es miembro del Parlamento Europeo por el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), al que se unió en 2017 y que ha experimentado un crecimiento astronómico que sorprende y asusta por igual. Más de 100 diputados de diversas fracciones del Parlamento alemán presentaron en noviembre una solicitud para prohibir la formación, alegando que representan un "riesgo" para la democracia. Pero a Buchheit no le importa que lo tilden de antidemocrático. "Somos los únicos que queremos democracia directa. Veo esto como algo absolutamente obligatorio, porque vemos que las decisiones políticas y la opinión pública se separan cada vez más", afirma el eurodiputado. Sus prioridades como miembro del partido están bien marcadas: el cierre de fronteras, la "remigración" y la reactivación económica de Alemania.

—¿Qué cree que motiva a los votantes a apoyar la Alternativa para Alemania (AfD) y a qué atribuye el alza en las encuestas de cara a las elecciones que se vienen?

—Se suele achacar el crecimiento a la influencia de Elon Musk, por ejemplo, o de Donald Trump y de otros “tipos malos” como Javier Milei o Viktor Orbán, que supuestamente se unieron para empujar a la AfD a la política, lo cual es una estupidez. Desde un punto de vista personal, creo que el relativismo cultural y político de los últimos años se ha propagado dentro del gobierno y de cada partido, y lo digo como un ex miembro de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Este relativismo político ha llevado a no poder decir lo que piensas, lo que ves, lo que percibes con tus propios ojos. La corrección política ha llevado a un miedo profundo de no poder expresar lo que sientes, cada día.

En Alemania, si piensas en el precio de la energía, en las empresas que se van del país, si piensas en Continental, o en BASF —la mayor fábrica en el mundo de lubricantes, que también produce todo tipos de plásticos—, todo era producido en Alemania. Y ahora se instalaron en China. ¿Y qué lógica hay detrás de eso? Que estamos luchando contra el calentamiento global. Así que quieren detener el cambio climático imponiendo nuevas sanciones a las compañías alemanas. O por ejemplo, para elevar los impuestos de CO2, que subirán de nuevo este enero, imponen en la gente nuevas reglas como aislar sus casas, algo que cuesta una media de 150.000 euros. Ahora, el ciudadano común alemán, no tiene simplemente 150.000 euros en su cuenta bancaria para pagar por eso. Lo vemos también con los precios de nuestros combustibles. Entonces tienes un enorme espiral de efectos económicos sobre el que no puedes quejarte porque lo estás haciendo por una “buena causa”, y esa “buena causa” es la lucha contra el calentamiento global.

El alemán acepta mucho de lo que viene del gobierno, y va a obedecer todas las reglas. No quiero decir que no intentes ser un buen ciudadano, pero el espíritu revolucionario en Uruguay, creo, es mucho más alto que en Alemania, donde la gente aguanta demasiado. Pero hemos llegado a un punto en el que la gente dice “es suficiente”. Hemos visto lo que pasó en Magdeburgo, hemos visto cómo un policía fue asesinado en Mannheim, hemos visto lo que pasó en Breitscheidplatz, en Berlín en 2016, cuando más de 12 personas fueron asesinadas en el mercado de Navidad. Vemos el cambio en nuestras calles y no aceptaremos más no poder hablar de ello o no votar de la manera que queremos. Hay un gran cambio en la sociedad alemana, por eso estamos en el 20% (de intención de voto en las encuestas) y no importa que le digan a la gente qué votar o qué decir. Se ve que hay mucho más apertura, crítica en la sociedad, y que la gente se cansa de las mentiras.

—¿Por ejemplo?

En nuestras estadísticas criminales, en 2020, tomamos ataques con arma blanca. Antes no teníamos esa categoría porque no era un problema. Desde 2020 tenemos, a nivel federal, 40.000 ataques con cuchillo en Alemania. La gente ata cabos y dice "bueno, tenemos esta masiva afluencia de personas desde 2015". Es importante tener en cuenta que alrededor de 3 millones de personas llegaron a Alemania. Antes éramos 81 millones de habitantes, ahora somos alrededor de 84 millones. Nos dijeron que era por la guerra en Siria. Ahora, si me dicen cuántas personas negras hay en Siria, probablemente no sean tantas. Pero si miras las calles en Alemania y me dices que todas estas personas vinieron por la guerra civil siria, me estás mintiendo. Pero así empezó. También tenemos alrededor de un millón de ucranianos en Alemania, que no hacen lío, sólo toman el dinero. El 70% de los ucranianos no trabajan. En Polonia trabajan, en Alemania no. Y todo esto, la gente no lo quiere más. Ni siquiera sabemos sobre los costos de la migración. Creemos que son alrededor de 60.000 millones de euros por año. Es casi como si todo su PBI fuera para estas personas. Y alguien tiene que pagar por eso, y es el que paga impuestos. Y esto lentamente se termina, al menos tengo esa impresión ahora. Tenemos que ver cómo sigue esto.

—¿Y cómo sigue?

—Está la teoría del péndulo. Tuvimos este péndulo que fue hacia la izquierda durante mucho tiempo. Lograron todo lo que querían y ahora el péndulo se mueve, creo que a nivel global. Si miras a (Javier) Milei, por ejemplo, si miras a Donald Trump en Estados Unidos... En este cambio global tenemos gente como Elon Musk, que nos apoya, y estamos muy contentos con eso, pero no es ese el origen de la causa. El origen es que la gente se está despertando y no quiere más mentiras.

Markus Buchheit
Markus Buchheit.
Foto: Ignacio Sánchez

—Se suele criticar a la AfD por posiciones antidemocráticas o xenófobas. ¿Cómo responde a eso?

—Al último periodista que me preguntó sobre ser antidemocrático, le dije que me encantaría estar en una formación antidemocrática porque así no tendría que competir dentro de mi partido para conseguir la mayoría, algo que me costó mucho tiempo y dinero. Si quieres llegar a una lista, necesitas convencer a 600 personas del partido de que voten por ti. Eso ya es una muestra de que el proceso democrático está dentro del partido mismo. Además, somos los únicos en Alemania que luchan por la democracia directa, siguiendo el ejemplo suizo. Queremos que muchas más personas participen en las decisiones democráticas, que no es lo que ocurre en este momento. Vivimos en una democracia representativa, y yo acepto absolutamente eso. Aquí tenemos el Bundestag, tenemos los parlamentos estatales, y acepto que hagamos nuestro trabajo. Pero cuando se trata de cuestiones decisivas, como la salida de la energía nuclear del país, o sobre qué queremos hacer respecto a las fronteras abiertas, yo dejaría a la gente participar directamente, como se hace aquí en Uruguay con éxito. Veo esto como algo absolutamente obligatorio, porque vemos que las decisiones políticas y la opinión pública se separan cada vez más. Si veo que todo este dinamismo en la sociedad se está elevando, si la gente se enoja cada vez más, necesito pensar en cómo integrar a la gente en el proceso de toma de decisiones democráticas. Y esto creo que solo se puede hacer a través de la democracia directa. Si quieres llamar eso "antidemocrático", puedes hacerlo, pero no creo que sea correcto. Creo que es parte del miedo.

Y sobre la xenofobia, me casé con una mujer de Uruguay. Tenemos un niño juntos, vivimos en Bélgica la mayoría del año, y en Alemania también. Hablo cinco idiomas, tenemos muchos amigos de todos los países del mundo. También me han dicho que somos un partido homofóbico. La jefa del partido es una mujer lesbiana, y hay al menos dos ciudades en las que personas gays estan al frente de la AfD. Y, por cierto, cada vez hay más gays en el partido. ¿Por qué? Porque tienen miedo de la enorme afluencia de personas de países musulmanes en Alemania, y las personas gays temen eso. Tenemos también un grupo de trabajo en la AfD con judíos dentro de la AfD, y la semana que viene voy a tener una entrevista con un colega judío de Israel. Así que la gente puede incriminarnos, puede incriminarme como quieran, pero creo que a la gente ya no le importa. Y a mí tampoco.

—Si la AfD obtuviera un papel decisivo en el Bundestag, ¿cuál sería su mayor prioridad? 

—Si tuvieramos un rol decisivo, lo primero sería cerrar las fronteras. No hay chequeos en las fronteras, están sólo para hacer fotos. El gobierno actual dice que van a controlarlas, pero no pasa nada. Entonces, primero, cerraría las fronteras. Y hay ver quién está dentro. Imagina que tienes una fiesta en tu casa, entran 20 personas que no te conocen, toman tus bebidas, comen tu comida y no pueden dejarlos salir. Entonces, la primera cosa es concentrarnos en la frontera y ver a quiénes tenemos en este momento, porque los números que hay son bastante inconclusos. ¿Tenemos 3,2 millones de personas en Alemania desde 2015? ¿Tenemos 3,5 millones de personas? Nadie da las mismas cifras. Lo segundo es expulsar a quienes evidentemente no son capaces de vivir con nosotros, que no respeten nuestra cultura y que no respetan que son bienvenidos aquí siempre y cuando obedezcan las reglas. Los que no respetan a las mujeres, los que piensan que un cuchillo es un medio apropiado para conseguir comida en un supermercado. Los que quieren matarnos y que nos muestran todos los días que no nos quieren y que no nos respetan. Nosotros los hemos respetado y les damos mucho dinero. Realmente tratamos de ayudar a la gente y no funcionó.

Entonces, por favor, remigración. Esa es la palabra que tienes que anotar. Queremos a estas personas fuera. Y de esa manera habremos resuelto varios problemas que Polonia, Hungría, República Checa y otros países no tienen. Son dos asuntos: migración sin control y un estado débil que nos llevó al lugar en el que estamos ahora. Esos son los dos temas cuando se trata de seguridad interna. Y otra prioridad es tener al menos ocho plantas de energía nuclear otra vez en servicio, porque necesitamos reducir los costes de energía. En suma, respecto a estar en el poder, no creo que lo consigamos en el futuro más cercano, pero estos puntos pueden poner mucha presión en el gobierno que viene. Realmente espero que (Alice) Weidel sea la canciller, estoy trabajando para eso, pero no lo creo que suceda ya. Sí podemos poner un montón de presión en otros partidos y también en la opinión pública para lograr estos objetivos.

Partidarios del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD)
Partidarios del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD)
EFE

—Vayamos a la guerra en Ucrania. ¿Qué cree que debe hacer Europa en esta situación actual, con una guerra que se estira cada vez más en el tiempo?

—Ahora estamos en un punto en el que estábamos hace más de dos años. En aquel entonces estaba muy claro que Donetsk, Lugansk y la zona de Crimea serían zonas en disputa. Lo era por parte de Rusia; dijeron que en ellas había una mayoría de habla rusa. Quiero decir que Crimea ya era parte de Rusia, Rusia la había anexado —en este caso no vamos a recurrir a las definiciones legales del derecho internacional, simplemente lo dejamos así, fue anexado por Rusia en 2014—. Luego tuvimos la situación en Donetsk y Lugansk y se podría haber hecho, solo para dar un ejemplo, un acuerdo de Estambul. Para entonces, se podría haber propuesto realizar un referéndum en las zonas en cuestión, estableciendo que este se llevaría a cabo bajo los términos de las Naciones Unidas, por ejemplo, para determinar lo que la población local desea que se haga allí.

La guerra en Ucrania nos ha costado a nosotros, en Alemania, una enorme cantidad de dinero, y no vamos a ganarla. Está terminada

No quiero entrar en detalles sobre lo que creo que es la razón por la que empezó la guerra. Pero para resumir, estamos exactamente en el mismo punto en el que estábamos hace dos años. 500.000 personas, hombres jóvenes de ambos bandos han muerto hasta ahora. Hemos malgastado miles de billones de euros. La guerra en Ucrania nos ha costado a nosotros, en Alemania, una enorme cantidad de dinero, y no vamos a ganarla. Está terminada. ¿Por qué se debe prolongar una guerra cuando ya está terminada y lo único que pasa es que la gente muere cada día? Sé la situación muy difícil, y no quiero interferir en Ucrania, que se considera una nación independiente, un pueblo independiente con su propia cultura, su propia lengua. Se podría discutir sobre eso durante horas, pero creo que el tiempo de discusión ha terminado y realmente deseo que Donald Trump acabe con todo eso porque no hay ningún beneficio. Sé que la mayoría de los alemanes, lo sabemos por las encuestas, quiere que esta guerra termine. No soy un político ucraniano ni ruso, soy alemán y, por lo tanto, comparto esta opinión.

—Hay divisiones dentro del partido en lo que respecta a la Unión Europea; los euroescépticos, los que quieren irse y los pro-UE. ¿Dónde se ubica usted?

—Están los "Dexit", que quieren irse de Europa, igual que el Brexit. Por otro lado, no conozco a nadie que diga que debemos dejar todo como está y quedarnos. Yo entraría en la categoría de euroescéptico, (que no significa abandonar la UE). Si trabajas dentro de Bruselas durante más de 10 años, conoces los corredores, a las personas, ves sus rostros, sus caras "eurócratas", ves que no sonríen más. ¿Por qué? Trabajan en Bruselas, tienen seis horas de sol en diciembre, y lo que hacen es obtener dinero de las instituciones. Quizás tenían mucho espíritu e idealismo cuando vinieron a Bruselas, pero este idealismo después de algunos años se ha acabado y se han convertido en parte de este gigante máquina de burocracia compuesta por 60.000 personas. Y la burocracia tiene la tendencia a extenderse más y más y es exactamente lo que pasa en Bruselas. Más y más competencias de un Estado nacional (frontera, defensa), se atribuyen a Bruselas por cualquier motivo. El 20-30% de nuestras decisiones políticas son tomadas en Berlín, el 70-80% son tomadas directamente en Bruselas. Y esto es algo que no funciona. Entonces, ¿qué quieren los euroescépticos, entre los cuales me identifico? Queremos reformas, más competencias a nivel nacional, que se tomen más decisiones a nivel nacional. Estamos de acuerdo en que tiene sentido tener fronteras abiertas, pero nosotros somos capaces de proteger nuestras fronteras. Lo hemos hecho por cientos de años. Somos capaces de tomar responsabilidades cuando se trata de la defensa. Somos capaces de cuidar nuestra salud. No vengan con esas mentiras de que todo tiene que hacerse a nivel supranacional, eso es una absoluta estupidez. Queremos que estas decisiones permanezcan en nuestros estados nacionales.

Y para mí es absolutamente comprensible que un país que todavía no está en decadencia como nosotros en la parte occidental de la Unión Europea, como Polonia, que no quiere la agenda woke, o como Hungría, o la República Checa, países que están trabajando culturalmente, que saben que la familia es importante, que saben que la religión es importante, no quieran que Bruselas desperdicie eso. Por desgracia, ahora vienen los chinos, llaman a la puerta de Viktor Orbán y dicen: "Oiga, señor Orbán, ¿cómo va todo allí con la protección de la familia tradicional? ¿Todo bien en Bruselas?". Y tarde o temprano, tendrá que hacerse esa pregunta. Así hay que reformémonos, volvamos a los orígenes, a antes de 2005, antes del Tratado de Lisboa. Esto no es un Estado, la Unión Europea no es un estado federal, es nada más que una colaboración supranacional. Toda esa habladuría sobre la ciudadanía europea, las embajadas europeas y el comportamiento como si la UE fuera un Estado, debe terminar. Y si no lo hace, les prometo algo: en 20 años, la Unión Europea dejará de existir.

Bruselas: el ingreso efectivo de Ucrania a la UE puede llevar años
Bruselas.
Foto: AFP

—¿Y cómo ve usted el acuerdo entre el Mercosur y la UE?

—La AfD estaba a favor de eso. Tuvimos una gran lucha interna dentro del partido. La lucha fue básicamente entre los estados de Nordrhein-Westfalen, Baden-Württemberg y Bavaria, donde tenemos muchas fábricas de autos, pero también hay industria de maquinaria, industria química. Pero más que nada, nuestra industria automotriz —muy distorsionada ahora mismo— empujaba para un lado. Por el otro lado, teníamos al lobby de los agricultores dentro de la AfD que decía: "No podemos acordar con el Mercosur porque nuestros agricultores estarán bajo más presión aún". Pero la verdadera presión a nuestros agricultores no viene de Montevideo o de Buenos Aires, sino de la burocracia en Bruselas y en Berlín, por las exigencias detrás de la agenda climática. Esa es la verdadera presión a nuestros agricultores. Así que tuvimos esta lucha interna; los industriales lo querían, los agricultores no. Para mí es muy importante tener este acuerdo que directamente reduce nuestros impuestos, el 90% de los impuestos y aranceles se reducirán. Y se ha discutido por 25 años. Era necesario y sé que ustedes también lo esperaban con ansias. Espero que ambos saquemos provecho de ello porque, al final, se necesita un comercio libre y liberal para prosperar.

—A la vez, China se ha acercado a América Latina. Y durante este gobierno, Uruguay insistió en un TLC, que finalmente no prosperó. ¿Qué me puede decir sobre la influencia china? ¿La ve como una amenaza?

—Rudyard Kipling, escritor británico del siglo XIX, habló de Afganistán como "el gran juego" Afganistán, tenía a los rusos que venían de norte a sur, y tenía a los británicos que venían de la India. Afganistán era muy importante, era el gran juego. Si lo miras en un nivel global, (el juego) empezó hace unos diez años con la iniciativa del Cinturón y la Ruta, o la Nueva Ruta de la Seda como la llaman los chinos; con la teoría del Collar de perlas: instalar un puerto aquí y allí y así sucesivamente, como un collar de perlas alrededor del mundo. Así que ahora mismo estamos en un gran juego a nivel mundial. Es un juego de dominio, no sólo a escala económica, y creo que este es el gran error que cometemos ahora, también en Europa, donde pensamos que todo es cuestión de economía. No. Sólo en la primera fase se trata de economía, en la segunda fase se tratará de política de poder; cómo influir en los países, y seguramente cómo poner recursos militares en los países. Lo hemos visto ahora en los puertos griegos. Lo hemos visto también cuando se piensa en del mercado: en Portugal, los chinos han comprado casi completamente la red eléctrica.

Entonces, ¿tengo miedo de China? No, no tengo por qué tener miedo de los chinos, porque creo que si ves los riesgos, como en la vida misma, puedes reaccionar o puedes actuar adecuadamente y no necesitarás reaccionar. Así que creo que nadie tiene por qué tener miedo. Tenemos que encontrar una manera de colaborar, de trabajar junto con los chinos. Siguen siendo un mercado muy importante para nosotros, pero tenemos que incluirlos en él. Eso es muy importante, y quiero empezar con eso en mi propio país. Pero también es importante que otros países sean conscientes de un problema: cuando te prestan dinero barato, puede pasar como en la película El Padrino: "Algún día, y ese día puede que nunca llegue, te pediré que me hagas un favor".

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