"Las vírgenes te están llamando", escribió Mohamed Atta en forma tranquilizadora a sus compañeros secuestradores justo antes del 11 de setiembre.
Desde hace mucho el ingrediente principal del islám ha sido que los mártires musulmanes se irán al paraíso y se casarán con 72 vírgenes de ojos negros. Sin embargo, un cuerpo de conocimientos meticulosos y cada vez mayor sobre el Corán indica que se trata de un paraíso menos sensual, y, lo que es más importante, puede ofrecer un peldaño alejado del fundamentalismo y orientado a un despertar del mundo islámico.
Algunos teólogos islámicos protestan que el punto era el compañerismo, nunca el sexo celestial. Otros han interpretado los placeres en forma bastante explícita; uno, Al-Suyuti, escribió que el sexo en el paraíso es bastante continuo y tan glorioso que "de experimentarlo en este mundo uno se desmayaría".
Sin embargo, ahora las mismas herramientas aplicadas por historiadores, lingüistas y arqueólogos a la Biblia durante cerca de 150 años, están empezando a ser usadas en el Corán. Los resultados son explosivos.
El Corán está bellamente escrito, pero con frecuencia es críptico. Una razón es que el idioma árabe nació como una lengua escrita con el Corán, y hay cada vez más evidencia de que muchas de las palabras estaban en siriaco o en arameo.
Por ejemplo, el Corán dice que los mártires que van al cielo tendrán "hur", y quienes primero hicieron comentarios tomaron a la palabra con el significado de "vírgenes". Sin embargo, en arameo, "hur" significa "blanco" y se usaba comúnmente con el significado de "uvas blancas".
Cuando lleguen al paraíso, algunos mártires podrían considerar un montón de uvas como un chasco. Sin embargo, el académico que incursionó en esta investigación pionera, bajo el pseudónimo Christoph Luxenberg por razones de seguridad, señaló en una entrevista por correo electrónico, que tiene más sentido hablar de uvas en el contexto porque el Corán las compara con el cristal y las perlas, y porque en relatos contemporáneos se habla de un paraíso abundante en frutas, especialmente en uvas blancas.
El análisis de Luxenberg, que ha generado elogios por parte de muchos eruditos, también transforma el significado del verso que en ocasiones se cita para exigir que las mujeres usen velo. En lugar de instruir a las mujeres piadosas "para que coloquen el velo sobre el pecho", dice, les recomienda que "se abrochen el cinturón alrededor de las caderas".
El islám tiene una tradición de interpretación vigorosa y de modificaciones llamada ijtihad, pero la interpretación coránica sigue congelada en el modelo de los comentarios clásicos escritos casi dos siglos después de la muerte del profeta. La historia del surgimiento y de la caída de grandes potencias en los últimos tres mil años subraya que sólo cuando las personas pueden debatir libremente los temas —cuando se desvanecen los tabúes religiosos— es que la investigación intelectual puede conducir al descubrimiento científico, a la revolución económica y a nuevas civilizaciones poderosas.
Sin embargo, los fundamentalistas musulmanes consideran al Corán —cada una de sus palabras— como el propio lenguaje de Dios, y han atacado violentamente a los eruditos librepensadores, calificándolos de herejes. Así es que los intelectuales han sido intimidados, y con frecuencia el islám ha sido transmitido por extremistas de mentes estrechas.
Con todo, hay signos alentadores. Surgen feministas musulmanas que abogan por interpretaciones religiosas que conduzcan a una mayor igualdad de género. Un teólogo iraní ha solicitado que se estudien más las raíces siriacas del Corán. Eruditos tunecinos y alemanes están colaborando en una nueva edición crítica del Corán basada en los primeros manuscritos.
El mundo tiene gran interés en ver que el mundo islámico vuelva a caminar. El obstáculo no es el Corán o el islám, sino el fundamentalismo, y espero que esta erudición sea un signo de una Reforma Islámica, y que a los futuros reclutas terroristas no se les prometan 72 vírgenes de ojos negros sino sólo un plato lleno de uvas.
© "The New York Times"