AFP, El País de Madrid
Altas temperaturas azotan Europa, Estados Unidos y China. El anticiclón Caronte impulsa un aire abrasador desde África y afecta todo el sur de Europa. Desde España hasta los Balcanes, las “temperaturas infernales” podrían batir récord.

Esa es la palabra que domina los reportes sobre el clima: “récord”. China registró una temperatura de 52,2 °C el domingo en la región de Xinjiang, un récord para mediados de julio, informó ayer lunes el servicio meteorológico.

En tanto, la ONU anunció ayer que los 48,8 ºC registrados en la isla italiana de Sicilia en 2021 fueron verificados como el récord de temperatura en Europa, contra el que se medirá la actual ola de calor. Los científicos dicen que es altamente probable que el récord de calor se rompa en los próximos días.

En Estados Unidos, los meteorólogos auguran temperaturas máximas de 48 °C en Arizona, Nevada y Texas. A todo esto se le suman inundaciones e incendios forestales.

Pese a que es difícil vincular eventos individuales con el cambio climático, los científicos dicen que las olas de calor en Europa están aumentando en frecuencia e intensidad a un ritmo más rápido que prácticamente en cualquier otro lugar del planeta.

Ahora, ¿cómo se surfea esta ola? ¿Están las ciudades preparadas para que la población atraviese temperaturas sofocantes?

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En España, por ejemplo, en las grandes urbes y ciudades alrededor de un 40% de la superficie está cubierta por pavimentos tipo cemento, asfalto y hormigón, que pueden alcanzar temperaturas de hasta 65 °C en pleno verano a causa de la radiación solar.

Esto multiplica el efecto boina de contaminación; un fenómeno provocado por una ausencia de vientos y lluvias, que resulta en un aumento de óxido de nitrógeno en el aire.

Los anticiclones como el que atraviesa Europa hacen que estas partículas se mantengan estáticas, sin moverse. Y todo esto da lugar a un fenómeno combinado que se denomina isla de calor.

Estudios relacionados con el fenómeno de la isla de calor en ciudades europeas estiman en más de 6.700 las muertes anuales prematuras, al tiempo que los fallecimientos por calor en el verano de 2022 superaron los 61.000. Y justamente en las urbes -y en todo lugar- la mejor sombra es la que ofrece la vegetación y los árboles: más fresca, más limpia, más húmeda.

En ese sentido, arquitectos y urbanistas tienen mucho que decir al respecto de la superficie arbolada actualmente disponible. Se recomienda un 30%, estando la media en tan solo el 14,9% en España.

Para combatir el calor, algunas de las medidas que han tomado localidades españolas son, por ejemplo, abrir las piscinas municipales en horario de la noche, incluso hasta la madrugada. Otros países, como Grecia, promueven el teletrabajo y exigen a los empleadores flexibilidad horaria. Otros facilitan mapas con lugares públicos donde conseguir agua potable. Pero todo esto son medidas paliativas.

París, la ciudad que da nombre al tratado internacional contra el cambio climático, quiere ser una de las primeras del mundo en adaptar su urbanismo al aumento de las temperaturas.

El Consejo de París, la asamblea de la capital, aprobó el 5 de junio el nuevo Plan Local de Urbanismo (PLU, por sus siglas en francés) presentado por el equipo de la alcaldesa, la socialista Anne Hidalgo, aliada con los ecologistas y los comunistas.

Este plan supone, entre otras medidas, aumentar las zonas verdes, sustituir revestimientos de hormigón o de alquitrán por otros de tierra, impulsar la rehabilitación de edificios u obligar a la producción de energías renovables en todos los proyectos inmobiliarios de más de 1.000 metros cuadrados.

Ahora el plan deberá ser analizado por el Estado, con vistas a un voto definitivo a finales de 2024 o inicios de 2025.

Uno de los principales objetivos del nuevo marco es lograr para 2035 unas 70 hectáreas adicionales de espacios verdes, con la ampliación de algunos parques existentes y la creación de otros. Y, a más largo plazo, aumentar esta revegetación hasta las 300 hectáreas nuevas en 2040. Para hacerse una idea, el parque Batlle en Montevideo tiene 60 hectáreas, y el parque Roosevelt, 370.

Con todas estas medias, el plan urbanístico de la capital francesa prevé alcanzar la neutralidad climática en 2050.

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