EFE
El escritor y periodista cubano Carlos Alberto Montaner, fallecido a los 80 años, de ellos más de 60 fuera de Cuba, fue una de las voces más respetadas del exilio cubano, no solo por su dedicación a la causa de la libertad de su país natal, sino por sus dotes intelectuales y personales.
Su compromiso político, sus cualidades intelectuales y su personalidad afable y tolerante fueron destacados por los que ayer viernes reaccionaron a la noticia de su fallecimiento, que ocurrió de “modo plácido en Madrid”, según el comunicado publicado por su familia.
“Era un humanista, una persona extraordinaria. Yo siempre lo he visto ayudando a alguien. Era incapaz de hacer un mal comentario respecto de cualquier persona”, recordó Carlos Sánchez Berzaín, director del Instituto Interamericano para la Democracia, del que Montaner fue presidente y director del fondo editorial.
Autor de más de una treintena de libros de distintos géneros, Montaner dejó Miami en octubre pasado junto a su esposa Linda para asentarse en Madrid, donde ya había vivido previamente desde 1970 y había tenido una editorial.
En su exilio madrileño fundó el partido Unión Liberal Cubana con el fin de prepararse para una transición democrática en Cuba, algo que aun no ha sucedido pero por lo que seguía trabajando. En sus memorias dejó constancia de su anhelo latente de volver “sin condiciones” a Cuba.
La enfermedad neurodegenerativa que padecía y no ocultaba fue el factor determinante para que se trasladara de nuevo a Madrid, desde donde siguió escribiendo hasta mayo pasado las columnas que publicaba en varios medios latinoamericanos, entre ellos El País.
En “Mi última columna”, Montaner se despidió de sus lectores, a los que informó de que padecía parálisis supranuclear progresiva (PSP), una “enfermedad rara del cerebro” que afecta a “tres personas por cada 100.000”.
Hijo de un periodista y una maestra, Montaner en un principio simpatizó con la Revolución cubana, pero pronto se enteró de la orientación comunista de Fidel Castro y pasó a la oposición. Fue arrestado y sentenciado a 20 años de prisión a los 17 años. Con la ayuda de otros compañeros logró escapar y encontró asilo en la embajada de Honduras, donde permaneció varios meses de 1961 junto con otras 150 personas. Ya con 18 años y gracias a un salvoconducto Montaner viajó a Estados Unidos, donde se reunió con su familia.