La heredera universal del autor de El Aleph, custodia de su legado y creadora de la Fundación Jorge Luis Borges, María Kodama, murió ayer de mañana en su casa de Buenos Aires a los 86 años por complicaciones de un cáncer de mama avanzado.
Samurái. Agnóstica. Hermética. Profesora de Filosofía y Letras. Cosechó amistades y elogios por su labor y también detractores y polémicas. Kodama evitaba hablar de la muerte para referirse al fallecimiento de sus seres queridos, prefería un eufemismo: la partida. Sin embargo, hasta último momento mantuvo un excelente humor, con su característico sentido de ironía.
Su vida
Hija de María Antonia Schweizer y del químico japonés sintoísta Yosaburo Kodama, sus padres se separaron cuando ella era pequeña. Nació en 1937 en Buenos Aires, pero afirmaba que era japonesa.
“Uno no es del lugar donde nació, sino del lugar de donde fue educada. Y mi padre que nació, se crió y educó en el Japón me puso todas esas reglas en mi cabeza y, por lo tanto, por educación, soy japonesa”, consideraba.
A los 16 años el destino cruzó a Kodama con Borges en la calle Florida. Juntos empezaron a estudiar anglosajón e islandés. La madre de la joven rechazaba este vínculo por la diferencia de edad y Kodama alegaba que entre los dos solo había una relación unida por el afán de aprender. Kodama colaboró con Borges en la confección de Breve antología anglosajona (1978), escribieron Atlas (1984), entre otras obras.
Borges y Kodama mantuvieron un vínculo estrecho durante años, sin llegar a ser pareja. Borges se casó en 1967 con Elsa Astete, un matrimonio que duró apenas un año y medio. En aquel plazo Borges y Kodama nunca dejaron de reunirse para estudiar y hablar de literatura y filosofía y lo siguieron haciendo toda su vida. Se casaron en 1986 en el consulado argentino en Asunción del Paraguay [en la Argentina el divorcio aún no era legal y Borges continuaba casado con Astete].
En 1988, dos años después de la muerte de su marido, Kodama inauguró la Fundación Jorge Luis Borges. Kodama libró un extenso litigio que finalmente perdió con Pablo Katchadjian por El Aleph engordado, un experimento que la albacea de Borges consideraba violaba la propiedad intelectual y se enfrentó al autor español Agustín Fernández Mallo, quien escribió El hacedor (de Borges), publicado por Alfaguara.
Pocos intelectuales, y menos aún en voz alta, defendieron a Kodama. También tuvo un comentado juicio con el editor Jean Pierre Bernés de las obras en Gallimard [poco antes de que Borges muriera, el francés grabó 120 cintas de diálogo con el escritor, quien no sabía que se publicarían. Kodama reclamó los derechos y prohibió su difusión], con la mexicana Elena Poniatowska [la viuda acusaba a la mexicana de haber publicado una entrevista falsa a Borges], con la escritora María Esther Vázquez, con Alejandro Vaccaro, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y su intento con el respaldo oficial y la intención del mismísimo presidente Alberto Fernández de crear el Museo Borges. “He logrado sobrevivir sin que me perturben, haciendo el trabajo que yo debo hacer que no es otro que el cuidado permanente de la obra de Borges”, decía.
Kodama ha partido, como antes lo hizo Borges, quien le dedicó el poema “La luna”: “Hay tanta soledad en ese oro./La luna de las noches no es la luna/que vio el primer Adán. Los largos siglos/de la vigilia humana la han colmado/de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.” Quizá, se hayan encontrado Borges y Kodama en algún punto del universo.
Con información de La Nación (GDA)