AFP, EFE
Envenenado, encarcelado, condenado, pero firme. El opositor ruso Alexéi Navalni, que ayer viernes fue sentenciado a otros 19 años de prisión por “extremismo”, continúa su lucha contra Vladimir Putin, acusándolo de represión y corrupción y denunciandola invasión a Ucrania.
En la cárcel desde enero de 2021, cumplía ya dos condenas que sumaban nueve años de reclusión. De cumplir todas sus condenas, Navalni no saldría en libertad hasta 2050.
Las audiencias de sus múltiples procesos y sus mensajes difundidos por sus allegados en las redes sociales se han convertido en sus tribunas.
Al más puro estilo estalinista, ayer viernes el juez del Tribunal Urbano de Moscú apenas tardó unos minutos en dictar sentencia durante una vista celebrada en la prisión de alta seguridad en la región de Vladimir, a 250 km al este de Moscú, donde Navalni cumple condena por ahora.
Allegados, periodistas y simpatizantes pudieron seguir por televisión.
Mientras el opositor escuchaba su sentencia, Vladímir Putin celebraba una reunión del Consejo de Seguridad sobre la estabilidad interna, amenazada en tiempos de guerra por la supuesta quinta columna liderada por Navalni.
Navalni tendrá que servir la pena en una cárcel con régimen especial, donde se recluye a los presos reincidentes o aquellos que han recibido cadenas perpetuas. La prensa local explicaba que será probablemente trasladado a una penitenciaría lejos de Moscú sin acceso a visitas ni derecho a correspondencia.
Navalni, que había pronosticado que recibiría una condena “estalinista” de 18 años, todavía debe ser juzgado por un tribunal militar por “terrorismo”, lo que podría acarrearle otros diez años.
Alto, rubio y de penetrante mirada azul, Navalni, de 47 años, apareció delgado y envejecido. El envenenamiento sufrido en 2020, una huelga de hambre y repetidos días en aislamiento lo mellaron físicamente.
La prisión, no obstante, no mella sus convicciones.
“Por favor, consideren y dense cuenta de que encarcelando a cientos, Putin intenta intimidar a millones”, afirmó el jueves en un mensaje. Se burla además del mandatario, a quien describe como un “viejito escondido en un búnker” por sus escasas apariciones en público.
En julio, denunció la invasión lanzada en 2022 por Rusia en Ucrania como “la guerra más estúpida y más insensata del siglo XXI”.
Navalni, abogado, ganó notoriedad en la organización de las manifestaciones antigubernamentales de 2011 y 2012. En 2013 quedó segundo en las elecciones municipales de Moscú.
Acosado por las autoridades e ignorado por los medios oficiales, se hizo oír con investigaciones en video que se hicieron virales sobre la corrupción en el país.
Putin rechaza incluso pronunciar el nombre de quien se convirtió en su principal opositor político.
Navalni consiguió respaldo en la juventud rusa, urbana y conectada, pero su popularidad nacional y en otras generaciones es limitada.
En medios opositores se le reprocha aún su acercamiento a la extrema derecha o su ambigüedad sobre la anexión en 2014 de la península ucraniana de Crimea.
Pero su caso se convirtió en causa común de opositores, oenegés y potencias occidentales desde que fue envenenado en agosto de 2020 en Siberia, en plena campaña para las elecciones regionales.
Al borde de la muerte, se le trasladó a Alemania para tratarse, con el acuerdo del Kremlin.
En diciembre de 2020, hizo admitir por teléfono a un agente ruso que el envenenamiento fue un intento de asesinato orquestado por los servicios del Kremlin.
Pese a que le esperaba un arresto seguro, volvió a Rusia el 17 de enero de 2021 y fue detenido en el aeropuerto.
Dos días después, sacudió al Kremlin con la divulgación por video de una investigación sobre un palacio de lujo que Putin se habría hecho construir a orillas del mar Negro. El ruido fue tal que el mandatario se vio obligado a desmentirlo.
Pero Navalni asegura que nunca se rendirá. “No me callaré y espero que todos aquellos que me escuchan no se callen”, dijo en septiembre ante el tribunal, después de doce días aislado por haber denunciado la ofensiva contra Ucrania.
Denuncias de corrupción en la cúpula del Kremlin
El opositor Alexéi Navalni, cuyo nombre y apellidos Vladimir Putin se niega a pronunciar, es acusado de crear una organización “extremista”, en alusión al Fondo de Lucha contra la Corrupción (FBK), fundado en 2011 e ilegalizado hace dos años.
El FBK irritó al Kremlin porque denunció el enriquecimiento ilícito de los altos funcionarios, incluido Putin. También denunció las fortunas amasadas por el primer ministro, Dmitri Medvédev, el fiscal general o directivos de bancos estatales.
“Putin asesino”
El jueves Navalni pidió a sus colaboradores que no se rindan y que sigan protestando contra el Kremlin, aunque esa protesta sea silenciosa.
“No hay nada vergonzoso en elegir la forma más segura de la protesta. Es vergonzoso no hacer nada y dejarse intimidar”, aseguró el opositor ruso.
Por de pronto, su equipo ha convocado una campaña mundial de protesta llamada “Putin, asesino” que transcurrirá el 20 de agosto con ocasión del tercer aniversario del envenenamiento de su líder en Siberia.
“Miedo, violencia, asesinato, eso es lo que ha sostenido al régimen de Putin ya durante 20 años (...) Putin, asesino. Gritémoslo tan alto como sea posible”, señala el anuncio.
Ayer viernes, el gobierno de Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y el alto comisionado para los derechos humanos de la ONU repudiaron la nueva condena a Navalni y reclamaron su liberación.
“Este veredicto está políticamente motivado y demuestra la continuada instrumentalización del sistema legal ruso”, dijo el Alto Representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, en la red social ex Twitter, ahora rebautizada X.