ÍCONO
Para conservar vivo el interés de esta joya arquitectónica y turística de la capital francesa, hay varias exposiciones que recrean el templo en realidad virtual y en realidad aumentada.
Los turistas vuelven a agolparse para hacerse la selfi de rigor ante Notre Dame, pero las puertas de la catedral de París, cuyos ocho siglos largos de historia casi desaparecieron devorados por las llamas del fatídico incendio que sufrió el 15 de abril de 2019, permanecen cerradas. Los andamios, los refuerzos de madera bajo los arcos o los plásticos que cubren las ventanas de las que se retiraron las vidrieras para protegerlas o recomponerlas son aún heridas abiertas que recuerdan cada día lo cerca que se estuvo de perder, justo hace tres años, una de las joyas góticas de Europa y del mundo.
Aunque lejos de sanada, puede afirmarse ya hoy que Notre Dame está salvada, su estructura por fin ya no corre peligro y los trabajos de reparación avanzan cada vez más rápido. Esta misma semana se ha anunciado el primer paso en la restauración de las bóvedas: el inicio de la extracción en cantera, cuidadosamente elegida tras un largo estudio que comenzó hace casi dos años, de piedras duras y compatibles con las piedras originales. De igual modo, previamente, fueron minuciosamente seleccionados cada uno de los robles que deberán servir para la reconstrucción idéntica de la emblemática aguja añadida en 1859-1860 por Viollet-le-Duc y también arrasada en el incendio, así como para la restauración del “bosque”, el armazón del siglo XIII hecho a base de 1.300 troncos de roble que también fueron víctimas del incendio, cuyo origen y responsabilidad no han podido ser determinados con certeza tres años después pese a las investigaciones judiciales.
“Es una etapa importante que permitirá a la catedral reabrir para el culto y las visitas en 2024, conforme al objetivo fijado por el presidente de la República”, subrayó el responsable de la institución pública encargada de la conservación y la restauración de la catedral, el general Jean-Louis Georgelin. El presidente Emmanuel Macron visitará las obras de Notre Dame este viernes en el que se cumplen tres años del incendio.
La restauración está sirviendo de paso para darle nuevo brillo al templo. Entre el andamiaje que sigue rodeando buena parte de la catedral resalta ya la brillantez de unos muros que durante años estuvieron oscurecidos por el paso del tiempo y la polución de la gran ciudad. “El desempolvado y la limpieza del interior de las bóvedas, de los muros y del suelo (…) le han dado a la catedral su blancura original”, celebraba recientemente el organismo público, que cuenta para las obras con casi 844 millones de euros procedentes de donaciones internacionales de 150 países.
La reconstrucción de Notre Dame está dando además sorpresas interesantes. Como el hallazgo, hace un mes, de un sarcófago antropomorfo de plomo del siglo XIV y los restos de “elementos esculpidos polícromos” que se cree pertenecieron al antiguo coro alto de la catedral, construido hacia 1230 y destruido a comienzos del siglo XVIII.
Pero la noticia más esperada —y una y otra vez retrasada— había llegado unos meses antes, en septiembre de 2021. “Notre Dame está asegurada”, proclamaron las autoridades. Hasta ese momento no se había podido dar el templo totalmente por salvado, pese a los ingentes esfuerzos para apuntalar la iglesia, empezados apenas unos días después de que se lograra apagar el incencio, durante la madrugada del 16 de abril. Desde entonces, múltiples imprevistos detuvieron repetidamente las obras: primero, la constatación de la contaminación por plomo de los alrededores de la catedral, que obligaron a detener los trabajos el verano de 2019. Luego llegó la pandemia, que volvió a provocar un parón en las tareas de reconstrucción, para nerviosismo de sus responsables, que temían que fuertes lluvias o rachas de viento pudieran debilitar más aún los cimientos de la maltratada iglesia.
En medio de todos esos incidentes hubo también que apuntalar la nave y desmontar el gigantesco órgano del siglo XVIII, que había sobrevivido pero había quedado lleno de polvo: todavía sigue el proceso de limpieza de sus 8.000 tubos. El proceso más delicado, sin embargo, fue la retirada de las más de 40.000 piezas del andamio que estaba instalado sobre el tejado cuando se declaró el incendio —justo antes se había iniciado la rehabilitación de la aguja— y que el fuego fundió convirtiéndolas en una masa que ejercía una presión de más de 200 toneladas sobre el edificio. Hasta que se consiguió desarmar con muchísimo cuidado ese terrible amasijo de hierros que se hundía ennegrecido en medio de la nave principal, esa fue la mayor amenaza a la integridad de lo que quedaba del templo, que además tuvo que ser cubierto con una especie de “paraguas” gigante para protegerlo hasta que se complete la restauración, no antes de 2024.
Una fecha demasiado lejana para mantener cerrado un punto neurálgico del turismo en París. Para conservar vivo el interés por una de las principales joyas arquitectónicas y turísticas de la capital francesa que, hasta el incendio, atraía casi 12 millones de visitantes al año, estos días pueden verse en la ciudad varias exposiciones que recrean el templo en realidad virtual y en realidad aumentada. Además, este sábado se estrena una película que reconstruye el incendio, Notre Dame brûle (Notre Dame arde), de Jean-Jacques Annaud. En un intento de mantener también los vínculos con los fieles —al fin y al cabo sigue siendo una iglesia—, este viernes, aniversario del incendio, pero también Viernes Santo, se celebrará una oración sin fieles en el interior de Notre Dame y, también, una meditación pública sobre la explanada del templo.