Hoy y mañana celebramos en Cuenca, Ecuador, la Cumbre Iberoamericana. Bajo el lema “Innovación, Inclusión y Sostenibilidad en Iberoamérica”, todos los países de la Comunidad nos reunimos para compartir respuestas y propuestas ante los retos y oportunidades que compartimos. Entre ellos, la importancia de luchar contra los efectos del cambio climático, los desastres naturales – como hemos visto recientemente con los efectos de la DANA en España - y la necesidad de establecer políticas de gestión de emergencias.
En estas dos jornadas nos reunimos como Comunidad. Lo somos porque hay una forma iberoamericana de ser y de estar en el mundo que compartimos y que nos identifica ante el resto del planeta. Somos Comunidad porque compartimos lazos económicos y políticos especialmente intensos, pero sobre todo recogemos el sustrato profundo de vínculos familiares, humanos y culturales de los miles de compatriotas que a lo largo del tiempo han vivido en varios de nuestros países. Somos Comunidad porque compartimos valores y trabajamos juntos por promover el multilateralismo, la cooperación y la solidaridad. España ha sentido muy cerca esta comunidad en cada muestra de apoyo con las víctimas y afectados de las inundaciones que acabamos de sufrir, entre las que se encuentran también ciudadanos de otros países iberoamericanos.
En Cuenca constatamos nuestros avances, y damos pasos importantes en cuestiones medioambientales, en materia de seguridad alimentaria, en derechos digitales, en la movilidad de las personas, en el conocimiento científico y en cohesión social y cultura. Un patrimonio compartido de valores, principios y consensos basados en la defensa de la paz, la democracia, los derechos humanos y el desarrollo sostenible.
La Cumbre de Cuenca dará continuidad a un acervo, que hemos ido construyendo a lo largo de más de tres décadas, y cuyo testigo recogerá España en 2026. Un acervo que, lejos de ser algo abstracto e intangible, implica resultados concretos que llegan a la vida de nuestros ciudadanos. Fue en este marco en el que aprobamos el Convenio Iberoamericano de Seguridad Social, que permite la coordinación de nuestras legislaciones nacionales en materia de pensiones, así como el Convenio Marco para el Impulso de la Circulación del Talento en el Espacio Iberoamericano. A estos logros se suman el programa Campus Iberoamérica, que permite la movilidad de estudiantes investigadores y trabajadores de los países que componemos la región. Este año, la Cumbre de Cuenca aborda la innovación, la inclusión y la sostenibilidad como áreas prioritarias para una región en transformación, unido a otros temas clave como la empleabilidad juvenil, la seguridad y las migraciones.
Este patrimonio compartido distingue a nuestra Comunidad de otras organizaciones. A largo del tiempo hemos sabido atesorar el capital que, en estos tiempos de incertidumbre, alcanza más valor y es el más seguro: la confianza, la seguridad en unos lazos que están muy por encima de cualquier coyuntura.
Durante la Cumbre de Cuenca formalizamos también el traspaso de la Presidencia Pro Témpore de Ecuador a España. Albergaremos la próxima Cumbre Iberoamericana de 2026. Ejerceremos esta Secretaría Pro Témpore de la mano de la Secretaría General Iberoamericana, que permite dar seguimiento profundo y puntual a los acuerdos alcanzados y se constituye como el único espacio oficial de convergencia, trabajo y seguimiento de los acuerdos de la región. Somos plenamente conscientes de la importancia de esta confianza por parte del resto de países iberoamericanos. Para España es un honor haber recibido el apoyo unánime de todos los países de nuestra comunidad como sede para la próxima cumbre iberoamericana en 2026.
Trabajamos desde el primer momento para que la cita en 2026 sea una Cumbre de reafirmación y consolidación de la Comunidad Iberoamericana, con mejoras tangibles para nuestras sociedades y nuestros ciudadanos, porque la comunidad iberoamericana no solo acerca instituciones y Estados, une pueblos y gentes.
Además, trabajamos para impulsar el papel internacional de la región iberoamericana. Un rol al que nuestra región está llamada a jugar por su peso demográfico y económico: somos cerca del 10% de la población mundial, el 7% del PIB mundial y casi el 15% de la superficie terrestre. Pero también por su patrimonio humano y cultural. Las lenguas iberoamericanas –el español y el portugués- suman más de 700 millones de hablantes repartidos en cuatro continentes. Todo ello nos impulsa a ejercer como actor con peso específico en la comunidad internacional, que alce la voz a favor de la paz, el multilateralismo y los derechos humanos.
España trabajará en posicionar globalmente a la Comunidad Iberoamericana, fortaleciendo su asociación estratégica birregional con la Unión Europea, alcanzando mayor presencia en foros multilaterales y abriendo nuestra asociación a otras regiones, como nuestros hermanos caribeños. También avanzamos para afianzar el sistema mediante el fortalecimiento de los mecanismos de funcionamiento y coordinación.
Como ministro de Asuntos Exteriores de España trabajaré para tender puentes y acercar a todos los miembros de nuestra comunidad en torno a nuestros valores compartidos y en beneficio de nuestros pueblos. Ningún futuro se puede construir desde la confrontación y la separación, sino desde la unión y la cooperación. En estos tiempos cobran más importancia que nunca los lazos y los valores del afecto, la confianza y las vidas compartidas que unen a nuestros pueblos y países. Los valores de paz y diálogo sobre los que hemos construido nuestra comunidad son la única guía estable para cualquier futuro y no podemos renunciar a nada de eso sin renunciar a lo que somos. Por todo ello, creo firmemente que esta Comunidad que compartimos es nuestra fortaleza y nuestra fortuna. Algo que, sin ninguna duda, vale la pena cuidar y reforzar y a eso dedicaremos todo nuestro compromiso y nuestro esfuerzo.