ANÁLISIS
El discurso del cofundador de Facebook en Georgetown fue un perfil de cobardía.
Si Facebook fuese una religión, sería la más grande del mundo, con poco menos de un tercio del planeta, 2.400 millones de personas, vinculadas a una red controlada en gran parte por un solo hombre. Es un negocio, por supuesto, con un modelo que genera gran parte de su dinero canalizando fango informativo, a menudo causando un gran daño.
Después de ayudar en el proceso que dio a Donald Trump como presidente y situaciones como los asesinatos en masa vistos en lugares donde una mentira puede darle la vuelta al mundo antes de que la verdad se imponga, Facebook últimamente ha estado fingiendo ser un buen ciudadano. Es decir, está cortejando a legisladores y reguladores en un intento por seguir siendo el guardián de información más poderoso del mundo.
Lo más destacado del último despliegue de encanto del presidente ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, fue el discurso que pronunció la semana pasada en Georgetown. “Creo que tenemos la postura correcta”, dijo Zuckerberg, explicando por qué la compañía no detendrá a los políticos que usan Facebook para difundir mentiras. “Creo que las personas deberían poder escuchar por sí mismas lo que dicen los políticos”.
Sí, por supuesto, deja que la gente escuche por sí misma, sin importar si es verdad o no. Ellos pueden decidir. Excepto que no pueden, especialmente los usuarios mayores. Un estudio publicado recientemente en la revista Science reveló que es posible que “una cohorte entera de estadounidenses” carezca de la inteligencia digital necesaria para distinguir la basura inventada de la verdad en redes sociales como Facebook.
¿Y qué pasa si estos políticos llevan su exención de verificar hechos a extremos tortuosos, como crear un montón de mentiras, provocando supresión del votante, confusión en los sitios y horario de votación o actos violentos?
Facebook es una de las principales razones por las que la democracia corre tanto peligro. Los algoritmos de la empresa favorecen el surgimiento de una suerte de cámara de eco que respalda el sesgo del usuario. Ese agujero negro está tan lleno de fantasías y medias verdades que para millones de personas resulta imposible tener una comprensión básica de los hechos necesarios con el fin de tomar decisiones informadas.
Facebook favorece a los enojados y, cada vez más, a los ancianos, que son los que tienen más probabilidades de compartir falsedades en Facebook. Según Gallup, las personas entre 50 y 64 años conforman el grupo de usuarios de más rápido crecimiento de la compañía en los Estados Unidos, y los mayores de 64 años ocupan un segundo lugar.
¿Qué están compartiendo? Las fuentes de las 10 principales noticias en Facebook de un día de esta semana incluyeron una variedad de sitios de extrema derecha y páginas con mentiras. El último virus que la campaña de Trump plantó en el torrente sanguíneo de la opinión pública fue un anuncio de Facebook, con información falsa y desacreditada sobre Joe Biden, que fue visto por más de 5 millones de personas.
El discurso de Georgetown mostró cuánto miedo tiene Zuckerberg de ofender a los políticos que dependen del mercado de mentiras de Facebook. Fue un ejemplo de cobardía.
De acuerdo, Facebook ha hecho mucho para prevenir la propagación viral del odio, los engaños y los problemas de salud; ha contratado a un ejército de 35.000 personas para “eliminar contenido cuando pueda causar un peligro real”, dijo Zuckerberg. Y esta semana, la empresa anunció que eliminó cuatro campañas de desinformación respaldadas por el Estado.
Está bien, démosle un aplauso a Facebook por su esfuerzo para erradicar el “comportamiento falso coordinado”, que fue el término usado por la compañía para calificar a los extranjeros entrometidos de Irán y Rusia. Pero las mentiras auténticas y coordinadas que son pronunciadas por los actores políticos siguen siendo bienvenidas, tanto es así que Facebook quizá se ha convertido en la incubadora mundial de falsedades tramadas por quienes quieren gobernar.
La senadora Elizabeth Warren define a Facebook como una máquina de “desinformación con fines de lucro”. Eso es verdad, pero hasta cierto punto, pues los anuncios políticos solo representan una pequeña parte del negocio, como dijo Zuckerberg en Georgetown.
Resulta claro que a Zuckerberg le da miedo que los políticos desmantelen su compañía. Parece que casi todos los fiscales generales del Estado están viendo el gran poder que tiene Facebook para controlar la información personal de los usuarios. Cada periódico, sitio de noticias, estación de radio o televisión que tenga algún sentido de responsabilidad generalmente hará lo correcto y rechazará un anuncio político que sea desafiante y falso. No es tan difícil.
En Georgetown, Zuckerberg dijo que el enfoque de Facebook era “reunir a las personas”. Bien podría comenzar desarmando los misiles de información errónea, que están bajo su control y separan a las personas.