¿Qué es el proyecto Suisse Secrets? La nueva filtración de datos de un banco suizo

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Suisse Secrets. Foto: OCCRP

PROYECTO PERIODÍSTICO 

El Credit Suisse conservó y lucró con miles de millones de dólares de clientes de altísimo riesgo de todo el planeta durante década.

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Suisse Secrets. Foto: OCCRP

Una investigación identificó más de US$8000 millones en cuentas ligadas a políticos corruptos, delincuentes condenados, espías y dictadores que el Credit Suisse, el segundo banco más importante de Suiza, mantuvo abiertas por años.

El Credit Suisse conservó y lucró con miles de millones de dólares de clientes de altísimo riesgo de todo el planeta durante décadas, según surge de una nueva filtración global, que muestran que manejó esos fondos a pesar de las promesas que emitió durante los últimos veinte años de que erradicaría el dinero sucio o de origen dudoso de sus bóvedas.

Los clientes más controversiales del Credit Suisse incluyen a personas condenadas por la Justicia, dictadores, espías, entidades sancionadas y políticos multimillonarios. En muchos casos, el banco debería haberse dado cuenta –en ocasiones con una sencilla búsqueda en Google– de los antecedentes problemáticos o delictivos de esos individuos. Pero igual operó con ellos.

Funcionarios acusados de saquear la riqueza petrolera de Venezuela y de acelerar el hundimiento del país en la crisis humanitaria. Un jefe de espías de Yemen implicado en torturas. O los hijos de uno de los hombres fuertes de Azerbaiyán, que gobierna un territorio montañoso como si fuera su feudo privado. Todos ellos vienen de distintos rincones del planeta, están vinculados con regímenes autoritarios y corruptos, y se han enriquecido de maneras diferentes. Pero hay algo que les une: dónde guardaban su dinero.

Por encima de sus relojes de lujo, sus montañas nevadas y su excelente chocolate, Suiza es sobre todo conocida por el secretismo de su sector bancario. Y en el corazón de esa industria está el Credit Suisse, que a lo largo de sus 170 años de historia se ha convertido en una de las más importantes instituciones financieras del mundo.

Con cerca de 50.000 trabajadores y US$1,5 billones en activos que le gestionan a 1,6 millones de clientes, este coloso financiero es “apenas” el segundo banco más grande de Suiza. Una evidencia del predominio de este sector en esa nación alpina. Pero su éxito tiene su lado oscuro, como revela “Suisse Secrets”, una investigación internacional encabezada por el periódico alemán Süddeutsche Zeitung y el centro de investigación Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP).

Documentos filtrados, obtenidos por los periodistas, identifican a miles de clientes extranjeros que ocultaron su dinero en Credit Suisse. Los registros distan mucho de ser una lista completa de los clientes de la entidad, pero brindan una visión reveladora de lo que esconde la cortina del secreto bancario suizo.

Un total de 163 periodistas pertenecientes a 48 medios pasaron meses revisando los datos e identificaron que docenas de cuentas pertenecían a políticos corruptos, delincuentes condenados, investigados por la justicia, espías, dictadores y otros personajes turbios. Sus cuentas, que en conjunto acumularon más de US$8000 millones, permanecieron abiertas durante años.

La clientela de Credit Suisse incluye a la élite de Venezuela acusada de saquear la petrolera estatal PDVSA. Cientos de millones de dólares fluyeron hacia cuentas del banco en un momento en el que las arcas públicas eran vaciadas, lo que precipitó el hundimiento económico que ha forzado a seis millones de personas a salir del país. Y la entidad mantuvo abiertas las cuentas de esos clientes venezolanos, incluso cuando su implicación en casos de corrupción había quedado expuesta en los medios.

Los clientes también abarcan desde la familia de un jefe de inteligencia de Egipto, que supervisó la tortura de sospechosos de terrorismo para la CIA estadounidense, hasta un italiano acusado de blanquear fondos para la organización criminal ‘Ndrangheta. O un ejecutivo alemán que sobornó a altos cargos del gobierno nigeriano a cambio de contratos en las telecomunicaciones, y al rey Abdalá II de Jordania, que tuvo más de US$223 millones en una cuenta, mientras que su país recibía miles de millones de ayuda extranjera.

Expertos en cumplimiento bancario que examinaron los hallazgos de OCCRP afirmaron que muchas de esas personas nunca debieron ser aceptadas por Credit Suisse. “La gente no debe tener acceso al sistema financiero si lo que están ingresando es dinero producto de la corrupción”, dijo Graham Barrow, un experto independiente en criminalidad financiera. “El banco tiene claramente el deber de asegurar que los fondos que maneja tienen un origen claro y legítimo”.

Credit Suisse no es el único culpable. Muchos de los grandes bancos y entidades financieras han enfrentado escándalos similares. Y muchos prometieron reformarse. Pero como revelan proyectos como este, siguen permitiendo a clientes problemáticos llevar sus fortunas a buen recaudo, en uno de los lugares más seguros y fiables del mundo. Fondos que con frecuencia han amasado en países con sistemas legales y regulatorios débiles.

“La ironía es que Suiza se ha convertido en el lugar al que va el dinero sucio porque es un país puro, bien administrado, confiable”, dice James Henry, asesor senior de la organización británica Tax Justice Network, que ha estudiado la evasión fiscal en Credit Suisse. “El modelo de negocio de tomar dinero de países pobres es el problema”.

Respondiendo a un cuestionario sobre los hallazgos de esta investigación global, Credit Suisse dijo que cumplía con todas las leyes vigentes. Si bien se negó a discutir casos sobre clientes individuales descubiertos por periodistas, el banco señaló que eran “predominantemente históricos” y que “los problemas relacionados ya se han abordado”.

“Como institución financiera líder a nivel mundial, Credit Suisse es profundamente consciente de su responsabilidad, con los clientes y el sistema financiero en su conjunto, de garantizar que las normas de conducta más estrictas se mantengan”, agregó la entidad.

Sin embargo, OCCRP habló con más de una docena de antiguos y actuales empleados para entender cómo se explica que el banco haya aceptado a tantos clientes problemáticos. La mayoría refirió una cultura corporativa altamente tóxica. Parte de esta implica incentivar el riesgo a cambio de beneficios y bonos. Los empleados explicaron que los bonus anuales están condicionados por el “nuevo dinero neto”, es decir, la cantidad de dinero adicional que traen al banco tras restar los fondos de las cuentas que se van.

También indicaron que Credit Suisse mantiene dos tipos de reglas para dos tipos de clientes: los normales y los muy ricos. “La debida diligencia con clientes y cuentas, digamos al nivel de un millón, son muy exhaustivas”, dijo un antiguo ejecutivo senior. “Pero cuando se trata de cuentas de alto valor neto, los jefes alientan a todos a mirar hacia otro lado y los gerentes se sienten intimidados sobre sus bonos y su seguridad laboral”.

En la actualidad, Credit Suisse enfrenta la primera causa penal contra una entidad suiza en su propio país. Los fiscales sostienen que permitió a un grupo de narcotraficantes búlgaros lavar más de 9 millones de euros a través de sus cuentas, e ignoró numerosas advertencias que vinculaban a estos clientes búlgaros con actividades poco recomendables.

Sin embargo, expertos consultados sostienen que la Ley bancaria suiza suele criminalizar a los denunciantes de irregularidades, silenciando fuentes internas y periodistas que quieran exponer irregularidades en una entidad de ese país. Y el artículo 47 pone a los periodistas del país en riesgo de ser procesados por la simple posesión, sin hablar de la publicación, de datos bancarios privados. Por esta razón, Tamedia, un grupo de medios suizo, declinó colaborar en la investigación de Suisse Secrets.

“Esta ley es una restricción masiva de la libertad de prensa en Suiza”, advirtió Arthur Rutishause, de Tamedia. “Sólo sirve para censurar e intimidar a los medios de comunicación. La ley puede proteger a los delincuentes y sus bienes. Los periodistas que intentan desenmascararlos se arriesgan a un proceso penal”.

Por el contrario, si el Credit Suisse vendía secretismo, tenía muchos compradores. Uno de sus clientes fue el antiguo jefe de la inteligencia venezolana Carlos Luis Aguilera Borjas, cercano al expresidente Hugo Chávez. Pero cayó en desgracia cuando no anticipó el golpe de Estado que estuvo cerca de derrocar a Chávez. Salió del espionaje y, tras otro cargo en el Gobierno, saltó al sector privado, donde amasó una fortuna que pocos venezolanos pueden imaginar.

En el 2011, se abrieron dos cuentas a nombre de Aguilera que alcanzaron un balance de al menos 7,8 millones de francos suizos (US$8,6 millones), y permanecieron abiertas hasta bien entrada la década pasada. “Por definición, él es de alto riesgo”, dice Barrow, el experto en criminalidad financiera. Añadió que los bancos son responsables de asegurarse que las fuentes de los fondos de sus clientes con conexiones políticas sean legítimas. (Aguilera no respondió a las preguntas que OCCRP le envió por correo electrónico).

Promesas incumplidas

El Credit Suisse se comprometió, repetidas veces, a luchar contra los fondos ilícitos, después de una serie de escándalos que estallaron hace dos décadas tras la muerte del dictador nigeriano Sani Abacha. Tras el fallecimiento de Abacha en 1998 se conoció que Credit Suisse ayudó a parte de los miles de millones de dólares que su familia saqueó del país.

En un esfuerzo por aplacar esa revelación, el entonces presidente del banco dijo en 2000 que había “mejorado continuamente los procedimientos de control y su cumplimiento”. Ese mismo año, la entidad se convirtió en miembro fundador del Grupo Wolfsberg, una asociación bancaria internacional creada para frenar los flujos financieros ilícitos. “El banco se esforzará por aceptar sólo a aquellos clientes cuya fuente de riqueza y fondos pueda establecerse razonablemente como legítima”, declaró la misión del Grupo Wolfsberg en 2000.

Sin embargo, las promesas de limpieza del Credit Suisse no evitaron que la entidad terminara vinculada a otros casos delictivos. “Al banco le gusta decir que son sólo banqueros deshonestos. Pero, ¿cuántos banqueros deshonestos hay que tener para empezar a tener un banco deshonesto?”, afirmó Jeffrey Neiman, un abogado estadounidense que patrocina a un denunciante que en febrero de 2021 declaró en un tribunal de Estados Unidos que el Credit Suisse seguía ayudando a estadounidenses a ocultar ilegalmente cientos de millones de dólares en paraísos fiscales. De ser cierto, esto supondría una violación a un compromiso que el banco tomó en 2014, cuando llegó a un acuerdo con la Justicia de Estados Unidos.

El Departamento de Justicia y la poderosa Comisión de Finanzas del Senado norteamericano investigan actualmente si el Credit Suisse siguió facilitando la evasión fiscal después de llegar al acuerdo y pagar una multa récord de US$1300 millones en 2014. El presidente del banco en aquel momento, Urs Rohner, admitió errores en su manejo del escándalo de evasión de impuestos, pero le dijo a un canal de televisión suizo que él mismo tenía “las manos limpias”.

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