Redacción El País con información de EFE y AFP
Bachar Al Asad, presidente de Siria por 24 años, abandonó su país este domingo 8 de diciembre de 2024. La familia Al Asad, que gobernó Siria desde 1971, fue derrocada a manos de los insurgentes liderados por el Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham o HTS, en árabe), que tomaron Damasco sin apenas resistencia luego de 12 días de ofensiva.
En un avión especial, Bachar Al Asad huyó junto a su familia y solicitó asilo humanitario a Rusia. Según un representante del Kremlin, "funcionarios rusos están en contacto con representantes de la oposición armada siria, cuyos líderes garantizaron la seguridad de las bases militares rusas y las instituciones diplomáticas en territorio de Siria".
"Rusia siempre abogó por la búsqueda de una solución pacífica a la crisis siria". "Partimos de la necesidad de que se reanuden las conversaciones bajo la tutela de Naciones Unidas", comentó la fuente gubernamental en diálogo con la agencia TASS.
A continuación, las claves para entender lo que está pasando en Siria.
Un régimen de más de 50 años
Bashar al Asad Asumió las riendas del país en el año 2000, sucediendo a su padre, que gobernaba desde 1971. Gobernó Siria con mano de hierro durante 24 años y reprimió con violencia una revuelta prodemocrática en 2011, que se transformó en una de las guerras más sangrientas del siglo.
Asad logró recuperar el control de gran parte de Siria en la guerra civil que comenzó en 2011, tras enfrentarse a protestas multitudinarias que exigían su destitución y una rebelión armada que prácticamente aplastó.
Durante años, el dirigente se apoyó en sus alianzas con Rusia, Irán y el movimiento libanés Hezbolá para mantenerse en el poder.
Y mientras dirigía una despiadada guerra de supervivencia para su gobierno, se presentaba ante el pueblo y el mundo como el único líder viable frente a la amenaza islamista en Siria.
Durante años, Al Asad se erigió en protector de las minorías sirias, baluarte contra el extremismo y único proveedor posible de estabilidad para un país asolado por la guerra.
En las múltiples elecciones celebradas a lo largo de los años, se llevó la gran mayoría de los votos.
Los comicios, realizados únicamente en territorios controlados por el gobierno, fueron tachados de irregulares por las potencias occidentales y grupos de derechos humanos.
El comienzo de la caída de Al Asad
El pasado 27 de noviembre empezó una fulgurante ofensiva encabezada por islamistas, que no tardó en conquistar varias ciudades del noroeste y centro del país, controladas por Al Asad.
Los rebeldes, liderados por los islamistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS), anunciaron el domingo su entrada en Damasco.
"El tirano" Al Asad "huyó", afirmó la alianza de grupos rebeldes. Rusia, a su vez, anunció que el presidente "dimitió" y salió del país, sin precisar su destino.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), una ONG con sede en Reino Unido que monitorea el conflicto, estima que al menos 910 personas, entre ellas 138 civiles, murieron desde el inicio de esta operación relámpago.
La violencia también desplazó a 370.000 personas, según la ONU, en un país que sufrió una sangrienta guerra civil provocada por la represión de masivas manifestaciones prodemocracia en 2011.
Las consecuencias de la caída del régimen de Al Asad
Los numerosos factores externos e internos, tensiones y distensiones, alianzas y contraalianzas que mantenían la endeble posición del gobierno sirio han quedado deshechos, y pocos vaticinios pueden hacerse salvo que Israel es el principal beneficiario estratégico; que Turquía gana muchísimos enteros en influencia en el país y que Irán es el gran perdedor en este juego.
Pero ahora quedan las dudas sobre qué papel tendrá el Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham, HTS), un descendiente directo de Al Qaeda que, si bien ha intentado enmendar su imagen hacia posturas más moderadas bajo el líder Abu Mohamed Al Jolani, que ha predicado tolerancia durante los doce días de ofensiva que terminaron con el Gobierno de Damasco, aún tiene mucho que demostrar.
También falta por ver qué pasa con los kurdosirios, enemigos de Turquía, aliados de EE.UU. y cuya relativa independencia de acción puede ser una espina en cualquier arreglo regional.