GUANTÁNAMO
Jalid Sheij Mohamed y sus cómplices, Amar al Baluchi, Walid bin Atash, Ramzi bin al Shibh y Mustafa al Hawsawi, comparecieron ante un tribunal militar en la base estadounidense en Cuba.
El juicio al cerebro de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Jalid Sheij Mohamed, y otros cuatro acusados se reanudó ayer martes en la base naval de Estados Unidos en Guantánamo.
Mohamed y sus cómplices, Amar al Baluchi, Walid bin Atash, Ramzi bin al Shibh y Mustafa al Hawsawi, comparecieron ante un tribunal militar en la base estadounidense en la isla de Cuba por primera vez en más de 18 meses, en un proceso que lleva nueve años de audiencias previas.
Pero el flamante magistrado militar del caso, el coronel de la Fuerza Aérea Matthew McCall, levantó la sesión después de solo dos horas y media por cuestiones de procedimiento relacionadas con su nombramiento.
El proceso había sido interrumpido en febrero de 2020 por la pandemia de covid.
Mohamed, con una densa barba roja canosa, ingresó ayer martes temprano a la sala de audiencias repleta de fiscales, intérpretes y los equipos de la defensa de los cinco imputados.
Detrás de un grueso cristal, se encontraban familiares de las 2.976 personas que murieron hace 20 años, cuando cuatro aviones secuestrados impactaron contra el World Trade Center en Nueva York, el Pentágono en Washington, y un campo de Pensilvania.
Los cinco acusados, presos desde hace casi 15 años en la base de Guantánamo, enfrentan la pena de muerte por cargos de asesinato y terrorismo. Pero, con la fase previa empantanada por el hecho de que los cinco fueron torturados por la CIA después de su captura, podría pasar más de un año antes de que comience el juicio, y mucho más para que se llegue a un veredicto.
El proceso se reanudó en la sala de audiencias “Camp Justice”, de alta seguridad, en la cima de una colina en Guantánamo.
Cada uno de los imputados se sentó a una mesa con su propio equipo de defensa.
Mohamed llevaba un turbante azul y una mascarilla a juego que se quitó dejando a la vista su larga barba. Charló animadamente con Bin Attash mientras revisaba una pila de documentos.
Bin Atash, quien ayudó a planificar los ataques del 11-S, vestía un tocado de kufiya rosada y una chaqueta de camuflaje beige, y caminaba lentamente con una prótesis en una pierna que perdió en un tiroteo en Afganistán en 1996.
Al-Shibh, miembro de la llamada “Célula de Hamburgo” de secuestradores, también vestía una chaqueta de camuflaje color arena sobre sus pantalones de algodón blanco, que reflejaban sus días como miembro de la red yihadista Al Qaeda.
Baluchi, también conocido como Ali Abdul Aziz Ali y sobrino de Mohamed, dejaba ver una barba negra corta debajo de su máscara y llevaba una gorra sindhi de su Baluchistán natal, en Pakistán, junto con un chaleco tradicional sobre su túnica blanca. Está acusado de manejar las transferencias de dinero para los atentados.
El quinto imputado, Hawsawi, que trabajaba con Baluchi, entró con una túnica blanca estilo saudí Thobe. También llevaba una almohada que colocó en la silla del hospital reservada para él, debido al daño rectal que sus abogados dicen que sufrió en los interrogatorios abusivos de la CIA.
McCall, el octavo en ser nombrado para presidir el proceso, comenzó preguntando a los acusados si entendían las pautas para la audiencia. “Sí”, respondió cada uno, algunos en inglés y otros en sus propios idiomas.
El presidente estadounidense, Joe Biden, ha indicado que espera cerrar la prisión de Guantánamo. Actualmente, solo quedan en la prisión de Guantánamo 39 de los cerca de 800 reclusos que llegó albergar tras su apertura en 2002 ordenada por el entonces presidente, George W. Bush, en respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001. (AFP, EFE)