MANIFESTACIONES
Los violentos incidentes de la noche del viernes se saldaron con 308 detenidos, 156 policías heridos y 11 denuncias de civiles heridos.
Orgullo de los chilenos y eje del transporte público, el Metro de Santiago quedó inutilizado. Más de 40 de sus estaciones fueron destruidas durante una monumental jornada de protestas que obligó al gobierno a sacar a los militares a la calle, por primera vez en democracia.
El despertar este sábado después del día de furia mostraba grandes destrozos en el centro de Santiago de Chile, con toneladas de basura y los restos de varios autobuses del transporte público y de bicicletas de uso compartido completamente calcinados en las calles.
"Es triste pero esta destrucción fue la manera que tuvo la gente para que la escuchen. Chile era una olla a presión y estalló así de la peor manera, porque nos dejaron sin metro", comentó a la AFP María, una empleada estatal que esperaba tomar un autobús, en medio de los destrozos.
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A primera hora, militares patrullaban algunos puntos de Santiago pero no se divisaba su presencia frente al palacio presidencial, pese a que quedaron a cargo de la seguridad -inicialmente por 15 días- tras el decreto de "Estado de Emergencia" que anunció pasada la medianoche el presidente Sebastián Piñera.
Violentas protestas y los ataques masivos al metro hicieron que el gobernante sacara las tropas a las calles por primera vez desde el retorno de la democracia (1990) por protestas sociales.
El general a cargo, Javier Iturriaga, dijo que unos 500 militares están en las calles, resguardando la seguridad tras una madrugada mucho más tranquila de lo que fue el viernes, cuando los saqueos, enfrentamientos e incendios se sucedieron en varios puntos.
"Hoy en la mañana la ciudad se ve en calma", afirmó el jefe militar.
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Balance de una jornada histórica
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Convocados inicialmente por redes sociales, bajo la consigna #EvasionMasivaTodoElDia, en rechazo al alza de 800 a 830 pesos (unos 1,17 dólares) en el pasaje en horario punta, principalmente estudiantes se agruparon durante todo el día para derribar las rejas de acceso y saltar los torniquetes del ferrocarril metropolitano.
Con el correr de las horas, y muestra de un descontento social mucho más generalizado, la violencia derivó en un caos en toda la ciudad, con violentos incidentes que se saldaron con 308 detenidos, 156 policías heridos y 11 denuncias de civiles heridos.
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Pero la mayor afectación la sufrió el metro: 41 de sus estaciones fueron destruidas, algunas de ellas quedaron completamente quemadas.
Con la mayor extensión de Sudamérica, de casi 140 km, el metro es motivo de orgullo para los chilenos y eje central del transporte público, transportando cada día a tres millones de los siete millones de habitantes de la capital.
El sistema permanecerá cerrado este sábado y domingo y las autoridades no saben cuándo volverá a estar completamente operativo.
Sin el metro operando y con un sistema de autobuses también diezmado, su espera que el lunes -cuando retornen las actividades normales- el desplazamiento de los capitalinos sea más que complejo.
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Fin del oasis
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La masiva protesta tomó por sorpresa al gobierno del derechista Piñera, que sólo días antes había afirmado que Chile era una especie de "oasis" en la región, por su estabilidad política y económica.
Con el ingreso per cápita más alto de América Latina (más de 20.000 dólares), un crecimiento estimado para este año de 2,5% del PIB (por sobre el promedio regional) y una inflación bajo el rango meta (2%), el malestar en la sociedad chilena creció sin embargo a la par de sucesivas alzas en los costos de la salud y la electricidad, las bajas pensiones y una crónica -y elevada- desigualdad social.
En este escenario, el aumento en el valor de la tarifa en horario punta del metro (3,75%) encendió la llama en una sociedad que mayoritariamente permanecía dormida y con aversión a la violencia, tras la violencia vivida en la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), que dejó más de 3.200 muertos y desaparecidos.
Pero los más jóvenes no cargan con ese trauma y son los que empujan ahora las protestas, coordinados en las redes sociales.
"Las redes sociales a mi juicio explican la coordinación y la sincronía de las acciones de destrucción de infraestructura que se produjeron ayer (viernes) de forma muy sincronizada y que fueron prácticamente imposibles de ser detectadas", explica a la AFP el analista de la Universidad de Santiago Marcelo Mella.
La "perplejidad y el aturdimiento, la sorpresa del gobierno frente a esta explosión social nos tiene que hacer reflexionar por la calidad de los organismos de inteligencia, la sensación es que el gobierno tuvo una reacción demasiado lenta".