18 DE JULIO DE 1994
Hoy, 28 años después del atentado, Weinstein siente “un dolor y una frustración muy grande porque no se juzgó a los responsables”.
La rutina era ir primero al edificio de la calle Ayacucho a ver los temas del Centro de Documentación, luego caminar tres cuadras hasta el edificio de la calle Pasteur para trabajar en la celebración del centenario de la AMIA, que Weinstein estaba coordinando.
Ese día llegó con su asistente Mirta cerca de las 10 de la mañana al edificio de la calle Pasteur. Saludaron al personal de seguridad y subieron al segundo piso donde estaba su oficina. “Me senté, le pregunté a Mirta qué había para ese lunes, me dijo que teníamos que enviar unas cartas. Caminé unos metros hasta una computadora y entonces todo fue oscuridad y gritos. No sabíamos qué había pasado, si eran los andamios porque estaban en obras, las calderas o el gas”.
De la oscuridad y los gritos, a la luz. Weinstein dice que eran unas 11 personas las que estaban en su piso, y que alguien tanteó en la oscuridad lo que resultó una puerta de emergencia. “La abrieron y entró la luz del día. Pudimos salir por una escalera a una terraza. En esa terraza nos pusimos a gritarles a los que estaban en el edificio de atrás, pensando que no sabían lo que había pasado. Pero ya para ese momento estaban dando vuelta helicópteros. Éramos unas 11 personas arriba de esa azotea. Y recién cuando vimos la parte del edificio destruido, dijimos ‘es una bomba, otra vez una bomba’, remitiendo al atentado a la embajada”.
Dos años antes, el 17 de mayo de 1992, un atentado con bomba en la embajada de Israel en Buenos Aires mató a 22 personas e hirió a unas 250.
Desde la explosión a la salida a la azotea de la AMIA, pasó una media hora. Con ella salió a la azotea una muchacha joven con una bebé en brazos a la que estaba amamantando.
“Para mí eso marcó algo muy relevante”, dice Weinstein.
Y tuvo oportunidad de vivirlo 20 años después. “Un día estoy llegando a la AMIA y me dicen ‘hay una señora que te quiere ver’. Cuando llego, me dice: ‘¿sabes quién soy?’. No, le digo. ‘Laura, la que estaba amamantando a la bebé’. Nos abrazamos, nos besamos”.
La joven madre estuvo viviendo en Israel, y la bebé de 1994 hoy es madre.
“Esto me dio la certeza de que tenía que seguir viviendo. Yo lo traduje en esto: no me voy a dejar matar”, afirma Weinstein, y recuerda la experiencia de sus padres sobrevivientes del Holocausto.
Su mamá estuvo viviendo por casi tres años con su hermano en la casa de un polaco católico -“que tuvo la fuerza y la bondad de esconderlos”-, y su padre se ocultó en los bosques de Polonia hasta que recibió ayuda.
“Mis padres me enseñaron que la vida tiene que seguir”.
Reclamo de justicia.
Hoy, 28 años después del atentado de la AMIA, Weinstein siente “un dolor y una frustración muy grande porque no se juzgó a los responsables”. “Es un reclamo muy grande. Son de esas decisiones que molestan, que indignan, que preocupan, porque si no hay justicia una sociedad está enferma”, dice.
El caso del avión venezolano con tripulación iraní que está retenido en Buenos Aires desde el 8 de junio, le renovó esa sensación de impunidad.
“Esto del avión me generó una inquietud enorme, me generó un pensamiento de uno vaya a saber cuántos aviones de estos llegaron antes o después del atentado”.
Foro contra el antisemitismo
Los oradores en el Foro Latinoamericano de Combate al Antisemitismo, que comenzó ayer domingo en Buenos Aires para debatir la problemática de los discursos de odio, solicitaron a los Gobiernos tomar seriamente la lucha contra la discriminación, así como mejorar la educación y adoptar leyes y hacerlas cumplir.
La enviada especial de Estados Unidos para el Monitoreo y Combate del Antisemitismo, Deborah Lipstadt, dijo que los Gobiernos tienen que tomar el antisemitismo “seriamente” y recordó que el Congreso de su país lo hace elevando el rango de su cargo a embajadora, el mayor que puede llegar, y dándole, el personal y el presupuesto para cumplir con la responsabilidad: “Porque lo vemos como una amenaza a la democracia”.
“No tengan miedo de condenarlo”, instó Lipstadt, “porque no es sólo una amenaza a los judíos”, y señaló que “no ha habido ningún Gobierno de ningún tipo de orientación política que haya tolerado el crecimiento del antisemitismo y haya permanecido estable”.
El foro, que culminará hoy lunes, reúne en Buenos Aires a cientos de legisladores, jueces, funcionarios y líderes de toda la región para debatir sobre los principales desafíos que representa el antisemitismo en Latinoamérica y las estrategias posibles para abordar la discriminación.