“Soy uruguayo de corazón y de documentación”, dijo Mario Lubetkin

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Mario Lubetkin.
Nota a Mario Lubetkin, vicepresidente de la Organizacion de las Naciones Unidas para la Alimentacion y la Agricultura (FAO), en su sede de Montevideo, ND20190605, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

ENTREVISTA

Recientemente designado para uno de los cargos más altos de la FAO, considera que Uruguay tiene “gran prestigio” y mucho para aportar con proyectos que impulsan la ganadería inteligente y sostenible.

Se ha convertido en el uruguayo de más alto rango en el sistema de las Naciones Unidas. Nos referimos a Mario Lubetkin, quien hace menos de una semana asumió el cargo de Representante regional de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para América Latina y el Caribe, un cargo más que desafiante considerando que la FAO se dedica a la erradicación de la pobreza y Lubetkin toma las riendas en un momento en que este indicador se dispara de forma exponencial.

El aumento de la pobreza se debe a una “mezcla explosiva” del impacto de la pandemia, la guerra en Ucrania que afecta los mercados, una inflación galopante prácticamente generalizada y también al cambio climático que ha dejado estragos en las cosechas y en la cantidad de alimentos en el mundo.

La historia profesional de Lubetkin en estos temas comenzó hace más de 40 años como comunicador en Uruguay y construyó una carrera muy enfocada en cooperación y desarrollo de los países, una pasión que lo colocó en el sendero de la ONU.

En 1979 ingresó a la agencia Inter Press Service (IPS), donde llegó a director general en 2002. Coordinó proyectos con distintos gobiernos, junto con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Esa experiencia le ofició de trampolín para ser nombrado, en 2012, miembro del Grupo Asesor de la ONU para el Año Internacional de las Cooperativas.

Su carrera se proyectó como consultor de comunicación de alto perfil para organizaciones de América Latina, Europa y Estados Unidos, hasta que en 2014 se incorporó a la FAO.

“Soy uruguayo de corazón y de documentación, pero no soy funcionario uruguayo, mi cargo es internacional como el de todos mis colegas de la FAO”, dijo a El País desde su nueva oficina en Santiago de Chile.

-¿Cómo llegó a su cargo actual?

-Ingresé a la FAO en 2014 como director Mundial de Comunicación, un año después me designaron jefe de Gabinete del director general, luego director de Gabinete. Desde 2017 soy Subdirector General de la FAO, y ahora también Representante Regional para América Latina y el Caribe, designado por el director general de la FAO, Qu Dongyu.

-¿Cómo se siente de ser el uruguayo de más alto rango en el sistema de las Naciones Unidas?

-Como todo profesional que se siente valorado, estoy muy contento, tengo una energía extraordinaria para enfrentar este desafío y una base de conocimiento muy fuerte por la carrera que hice en Naciones Unidas y en la FAO, y porque tengo un equipo extraordinario en Santiago (de Chile) y a nivel regional, que me permite pensar que vamos a poder cumplir objetivos y las expectativas que hay alrededor nuestro.

-¿Cuánto tiempo hace que no vive en Uruguay?

-Me fui de Uruguay en 2003, hace 19 años. Viví en Italia, desarrollando tareas de cooperación y estratégicos para otros países, y ahora en Chile, Desde aquí viajaré por la región. Mi desafío es cómo mejorar la calidad del respaldo a las políticas de los gobiernos ante la situación que se encuentra la región, donde ha aumentado la cantidad de personas en situación de hambre o inseguridad alimentaria. Es muy fácil diagnosticar que estamos mal, pero no es fácil encontrar las formas para cambiar la tendencia regional cuando cada país tiene sus particularidades.

-¿Cómo ve la situación alimentaria actual, a la que se refiere?

-La situación es mala. Se conjugan varios elementos, empezando por un atraso histórico. El problema del hambre se arrastra desde hace muchísimo tiempo. Hubo una punta de mejora en los 90 y luego, en los últimos cinco años, el hambre volvió a tomar un ritmo ascendente. Hay 828 millones de personas que sufrieron hambre en el mundo en 2021, lo que determina un aumento de 46 millones en relación a 2020; la mitad vive en Asia y un tercio en África. Esto hay que verlo con atención, porque mucha gente venía aumentando la situación de hambre desde antes de la pandemia.

En América Latina y el Caribe, en 2021 registramos 56,5 millones de personas que sufrieron hambre, eso representa el 8,6% de la población mundial. Son 13 millones más que antes de la pandemia. En América del Sur el hambre se duplicó en los últimos años.

También está el tema de la malnutrición y de la obesidad en niños. Hay 39 millones de niños menores a 5 años, obesos. Eso es preocupante.

-La FAO plantea que se deben transformar los procesos agroalimentarios cuanto antes, ¿qué tanto se está avanzando realmente en ese sentido?

-Lo más importante es colocar el tema. El problema del hambre no se limita a lograr una mayor producción; todo el proceso de producción debe enfrentarse en colectivo. Hay actores como los gobiernos, pero también el sector privado, la sociedad civil, la universidad, los procesos de innovación, de tecnificación, el transporte, la distribución; todos deben actuar colaborativamente a lo largo del proceso.

-¿Qué proyectos tiene la FAO en América Latina en este momento?

-Tenemos unos 400 proyectos en la región, gran parte tienen que ver con la absorción de los efectos negativos del cambio climático, las mejoras en el ámbito de los océanos y el mar.

-¿Cuáles proyectos están desarrollando específicamente en Uruguay?

-En Uruguay estamos trabajando proyectos relacionados con la malnutrición y la seguridad alimentaria, donde nos concentramos en tres prioridades básicas, coordinados con las autoridades: el apoyo a la producción sostenible de alimentos, acompañar en el análisis e interpretación de los datos, y asesorar en la formulación e implementación de políticas públicas dirigidas a la seguridad alimentaria.

Quiero destacar un proyecto en el que tenemos gran entusiasmo en Uruguay: “Ganadería y Clima”, llevado adelante por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, y el ministerio del Ambiente. Es un proyecto que impulsa la ganadería y la agricultura inteligente y sostenible, para reducir emisiones y mejorar la productividad de la biodiversidad. Esto del ganado tiene relevancia, porque todos esos modelos nos permiten replicarlos en otros países. Como FAO, estuvimos en el diseño de ese proyecto y en la asesoría técnica. Naturalmente, también mantenemos el tema de alimentación escolar como otro pilar en Uruguay.

-En esa línea, ¿cuál es su reflexión sobre el desarrollo agrícola-ganadero de Uruguay? Acá se intenta que los sistemas estén alineados con el desarrollo sostenible, ¿cómo lo ven desde la FAO?

-Correcto. Creo que hay un gran esfuerzo, el proyecto que mencionaba recién lo muestra. Uruguay tiene un gran prestigio en este momento. El otro día estaba con los grandes productores lecheros de Estados Unidos y, hablando del mundo entero, querían tomar a Uruguay como una de las experiencias piloto; también a Tanzania en África. Uruguay tiene solidez, estabilidad, seguridades que lo transforman en un interlocutor interesante.

-Con Ucrania, “el gran granero del mundo”, en plena guerra, ¿piensa que se abre una oportunidad en América Latina -Uruguay incluido- para la exportación de materias primas, o no necesariamente?

-Las dificultades generadas por la guerra en Ucrania determinan que los países productores de alimentos tengan más posibilidades, pero dependen de otras circunstancias.

Hay que tomar en consideración que, junto al hecho de que Uruguay tiene una capacidad de producción muy por encima a sus habitantes y una relación calidad-producción importante, también tiene que enfrentar un escenario económico difícil con una inflación muy alta. Por lo tanto, hay que tomar un conjunto de reflexiones y medidas para entender de qué forma se podría avanzar.

Hace unos días hablaba con un par de presidentes de América Latina acerca de la posibilidad de estimular los niveles de producción de fertilizantes en la región, pero cada uno de estos movimientos tiene sus complejidades.

Las posibilidades están, pero no es solo decir “el mercado tal se abrió y pongo el arroz”. Es un tema complejo, tiene que haber líneas de créditos, transporte adecuado, toda la cadena de la transformación alimentaria preparada.

-¿Quisiera destacar otros trabajos en los que la FAO está participando ?

-En Centroamérica, estamos en el Corredor Seco, donde viven 10 millones de personas. Allí buscamos implementar capacidad de crecimiento agrícola y resolver un conjunto de factores ambientales para estabilizar la presencia de los habitantes y así ayudar a disminuir los escenarios de migración.

También nos focalizamos mucho en Haití, en los efectos climáticos de la región en el Caribe. Hay un esfuerzo grande de preparación de los productores rurales para que pueden enfrentar mejor los problemas climáticos.

Otros proyectos son “Mano de la mano”, para una racionalización diferente de las capacidades económicas de la cooperación. Y destacaría otros proyectos para el crecimiento de ciudades verdes y de la digitalización de centros poblados.

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