AFGANISTÁN
“Hay una amnistía general, por lo que no habrá hostilidades”, dijo el portavoz del líder de los talibanes, que por primera vez en décadas se mostraba en público.
Afganistán comienza a vivir otra vez bajo las reglas de los talibanes. En su primera conferencia de prensa, tras la toma de Kabul el domingo, el movimiento extremista prometió una “amnistía general” y que las mujeres podrán trabajar y estudiar pero en el marco de la ley islámica.
“La guerra terminó, (el líder de los talibanes) perdonó a todo el mundo”, declaró su portavoz, Zabihullah Mujahid. “Hay una amnistía general, por lo que no habrá hostilidades”, agregó Mujahid, que por primera vez en décadas se mostraba en público.
Por su lado, en la cadena Sky News, Suhail Shaheen, portavoz del buró político talibán en Doha, aseguró que el uso del burka (velo integral) no sería obligatorio para las mujeres, ya que “existen diferentes tipos” de velo.
Cuando dirigían Afganistán entre 1996 y 2001, las escuelas de niñas estaban cerradas, las mujeres no podían viajar ni trabajar y estaban obligadas a llevar en público un burka, que cubre todo el cuerpo y el rostro, con una rejilla de tela a nivel de los ojos. “El burka no es el único hiyab que puede llevarse. Existen diferentes tipos de hiyab que no se limitan al burka”, declaró Shaheen. Las mujeres “podrán recibir una educación, desde la primaria a la universidad. Hemos anunciado esta política durante conferencias internacionales, en la conferencia de Moscú y aquí en la conferencia de Doha (sobre Afganistán)”, explicó Shaheen.
La semana pasada, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, estimó “particularmente espantoso y desgarrador ver informes sobre cómo los derechos ganados con tanto esfuerzo por las niñas y las mujeres están siendo arrebatados” en las zonas bajo el control de los talibanes.
Aunque se desconoce cuál va a ser el papel de la mujer en los medios de comunicación, ayer martes el principal canal de noticias afgano Tolo abrió la emisión con una presentadora entrevistando a un talibán, una imagen impensable durante el pasado régimen entre 1996 y 2001, cuando las mujeres fueron relegadas a las tareas domésticas y solo podían salir de casa acompañadas por un hombre.
Estos primeros anuncios por parte de los talibanes tras la conquista del país se produjeron tras la llegada ayer martes a Afganistán del mulá Baradar Akhund, jefe de la oficina política del movimiento en Catar.
Día 2 en Kabul.
Tras la dramática situación que se vivió el lunes, en la que murieron seis personas a causa del caos y la desesperación por tratar de huir de Afganistán, Estados Unidos ha tomado el control total del aeropuerto mientras los talibanes, en un aparente pacto de no agresión, se encargan de la seguridad en las inmediaciones.
Ayer martes solo había presencia de los talibanes en la entrada de la terminal civil, mientras que la zona militar está bajo el control de los estadounidenses, por la que acceden las tropas y los afganos que trabajaron con las fuerzas de la coalición y que consiguieron visados especiales para abandonar el país.
En Kabul, la vida parece retomar su ritmo. Los comercios reabrieron, el tráfico se reanudó y los policías controlaron la circulación, mientras que los talibanes vigilaban los puestos de control.
Pero algunas señales indican que la vida no será la misma. Los hombres cambiaron sus ropas occidentales por el shalwar kameez -la holgada vestimenta tradicional- y la televisión estatal emite principalmente programas islámicos.
Las escuelas y universidades de la capital siguen cerradas y pocas mujeres se atrevieron a salir a la calle.
Algunas se congregaron brevemente a la entrada de la “zona verde” para pedir el derecho a volver a trabajar. Los talibanes intentaron en vano dispersarlas, antes de que civiles las convencieran de marcharse.
Caos inevitable.
Estados Unidos defendió ayer martes que las escenas de caos en el aeropuerto de Kabul eran inevitables, y anunció un acuerdo con los talibanes para garantizar el paso seguro de los civiles que quieran irse de Afganistán.
“Cuando acaba una guerra civil, con una fuerza rival que entra en la capital, va a haber escenas de caos. Va a haber mucha gente que abandona el país. Eso no es algo que pueda evitarse realmente”, dijo Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional del presidente estadounidense Joe Biden.
Sullivan aseguró que, aunque “las imágenes de los últimos días en el aeropuerto han sido duras”, la alternativa habría sido aceptar otro “coste humano” que le resultaba todavía más inaceptable: “enviar miles de tropas a combatir (a los talibanes) y que algunas de ellas murieran”.
A principios de julio, el Pentágono ya había completado al 90% su retirada de Afganistán, pero el complejo proceso de evacuación de miles de estadounidenses y afganos ha forzado a Biden a enviar 7.000 soldados a Kabul, casi el triple de los 2.500 que había en mayo en el país.
La misión de Estados Unidos está centrada ahora en evacuar a los 11.000 estadounidenses que calcula siguen en Afganistán. De ellos, entre 5.000 y 10.000 estadounidenses siguen “cerca de Kabul”, según el Pentágono, que confía en conseguir que a partir de ahora despegue un avión militar cada hora.
Eso le permitiría sacar entre 5.000 y 9.000 evacuados diarios, entre estadounidenses y personal de su embajada, así como a sus colaboradores afganos.
Sullivan reconoció además que “una cantidad importante” de las armas que Estados Unidos usó durante la guerra o donó a las fuerzas de seguridad afganas han “caído en manos de los talibanes”, incluidos helicópteros Black Hawk. “Y obviamente, no parece que nos los vayan a devolver voluntariamente”, agregó. (Con información de AFP y EFE).