Redacción El País
Decenas de militares de Venezuela reprimieron con bombas lacrimógenas las protestas de ayer en Caracas en rechazo al resultado de las elecciones presidenciales brindado por el Consejo Nacional Electoral (CNE), que le atribuyó al presidente Nicolás Maduro el 51,2% de los votos, un dato cuestionado por la oposición y por buena parte de la comunidad internacional.
Luego de caminar cerca de 10 kilómetros por el este de la capital venezolana, los miles de manifestantes llegaron a un punto cercano a la autopista principal, donde efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB, Policía militarizada) y de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) impidieron la continuación de la caminata.
En el lugar, los uniformados dispararon gases lacrimógenos y perdigones contra los manifestantes y detuvieron a una veintena de ellos, mientras seguían las protestas y la movilización de personas en varios puntos de Caracas.
Los manifestantes mantuvieron una acción pacífica hasta que fueron agredidos por los cuerpos de seguridad, mientras que medios locales han mostrado a algunas personas heridas por los perdigones.
Varios de los manifestantes descolgaron carteles de la campaña de Maduro y los arrastraban por el suelo, atados a las motocicletas, donde había acompañantes tocando con fuerza cacerolas en señal de protesta.
El eco de cacerolas también retumbó incesante ayer desde los edificios en las calles de Caracas, en señal de descontento por los resultados oficiales que le dieron la victoria a Maduro.
“Esto es por el descontento”, dice una vecina que pidió mantener su identidad bajo reserva por temor a represalias. “Duraron casi hasta la una de la madrugada para dar unos resultados de mentira”, agrega con ojos llorosos.
Entre sus manos sostiene una bocina con los colores amarillo, azul y rojo de la bandera de Venezuela.
“Me dio mucha impotencia, salí a gritar”, cuenta sobre la reacción que tuvo tras escuchar el anuncio del Consejo Nacional Electoral (CNE), que otorgó a Maduro un 51% de los votos, frente a un 44% de Edmundo González, candidato de la coalición opositora.
“Ahora estamos pesando, ¿Será que me voy?, ¿será que me quedo?, el último que apague la luz”, confiesa.
En el centro de Caracas, algunos comerciantes prefirieron mantener sus negocios cerrados ante el temor de disturbios.
“Mi familia se quedó llorando en casa”, describió el dueño de un local de comida rápida con la reja de seguridad del local a medio abrir.
Desde la ventana de su apartamento un joven que expresaba su malestar: “¿Dónde están los 5 millones celebrando por Maduro?”, preguntaba.
“Nos robaron”, gritó un motociclista a su paso, mientras otros tocaban bocinas para respaldar al pequeño grupo que golpeaba cacerolas desde una acera. “Nos tienen pasando hambre, me siento defraudada”, comentó por su parte María, una jubilada de 78 años.
Por temor a los “colectivos chavistas”, como se conocen en Venezuela a los grupos de choque afines al régimen y que se encargan de reprimir protestas antigubernamentales, la mayoría optó por protestar desde sus balcones.
Jenny Gil, de 56 años, fue de los que se atrevió a bajar a tocar una cacerola en una avenida de La Candelaria, en el corazón de Caracas.
“Estamos decepcionados de Maduro, Edmundo ganó porque yo estuve presente en las votaciones en el colegio Andrés Eloy y contamos voto por voto, y él ganó, tengo las evidencias de que él ganó”, relató.
La oposición venezolana, que se autoproclamó victoriosa con el 70% de los votos contra 30% para Maduro, denuncia fraude.
Junto a Jenny también protestó Janeth Carabaño, de 49 años, quien regresó de Ecuador hace dos meses con la esperanza de un cambio de gobierno.
“Estuve cinco años fuera del país, y vine a votar, y no puede ser que me roben mi voto así tan descaradamente, esto es una injusticia”, contó bajo el sonido metálico de cacerolas.
Cerca, un grupo de jóvenes trepó un poste de alumbrado público para desprender uno de los cientos de afiches con el rostro de Maduro que tapizan las calles de Caracas.
“Cuando escuché los resultados me puse a llorar, indignada, y dije mañana salgo, porque esto no puede seguir así, ¡Ya basta!”, lanzó Carabaño, que dice protestar para un mejor futuro para sus hijos y nieto.
Aquellos que salieron a la calle eran víctimas de amenazas. “Pasó un tipo y nos hizo una seña con el cuello para decirnos que vamos a morir”, describió Jenny Gil.
Los ciudadanos coreaban consignas como “Se ve, se siente, Edmundo presidente”, “Y va a caer, y va a caer, este Gobierno va a caer” y “Maduro no te queremos”, entre otras.
Las consignas eran intercambiadas por el “¡Libertad, libertad!” que caracterizó la campaña de la oposición, que desconoció la reelección de Maduro y denunció un fraude.
Los manifestantes -la mayoría jóvenes- quemaron también carteles con el rostro de Maduro para promover su candidatura. Llevan banderas, cacerolas y timbales para acompañar los gritos de protesta.
“Cerramos los negocios y nos pusimos a protestar, nos sentimos decepcionados, esto no refleja la realidad, nosotros votamos contra Nicolás”, expresó enojada Carolina Rojas, comerciante de 21 años.
“Salimos porque hubo fraude”, dijo otro manifestante que solo se identificó como David, de 40 años. “Están llamando al Ejército pero hay que protestar”.
En Catia, otro sector popular al otro lado de la ciudad, se registró otra manifestación vigilada de cerca por policías y antimotines de la Guardia Nacional.
Las protestas comenzaron desde la mañana y fueron subiendo el tono a lo largo del día.
Panamá espera nueva ola migratoria desde Venezuela
El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, pronosticó ayer lunes un aumento del número de migrantes venezolanos que cruzarán la selva panameña del Darién en su camino hacia Estados Unidos, tras la cuestionada reelección de Nicolás Maduro.
En lo que va del año ya han realizado esta travesía más de 200.000 personas, de las cuales dos tercios eran venezolanos, según cifras oficiales panameñas.
“Yo creo, y ojalá me equivoque, que el flujo de venezolanos (por el Darién) va a aumentar por razones evidentes. Tenemos que adoptar las decisiones que correspondan también para salvaguardar su vida, su integridad y darle paso expedito a las personas que quieren emigrar hacia los Estados Unidos”, dijo Mulino en rueda de prensa.
En la misma conferencia Mulino anunció la retirada del personal diplomático de Venezuela y la suspensión de las relaciones bilaterales tras los resultados electorales.
La selva del Darién, en la frontera con Colombia, se ha convertido en un corredor para miles de migrantes que desde Sudamérica tratan de llegar a Estados Unidos. En 2023, más de medio de millón de personas cruzaron esa jungla, donde deben enfrentar peligros como ríos caudalosos, animales salvajes y grupos criminales que roban, matan y violan, denuncian organismos internacionales.
El pasado jueves Mulino había dicho que “si la situación se mejora (en Venezuela), es de deducir que mucha menos gente va a querer aventurarse en ese riesgo de tránsito por la selva”, pero “si la situación política empeora, que es otro escenario, preparémonos porque yo sí creo que eso va a aumentar”.
Panamá y Estados Unidos firmaron el 1° de julio un acuerdo mediante el cual Washington se compromete a financiar con seis millones de dólares la deportación y expulsión desde el país centroamericano de migrantes que crucen el Darién. Sin embargo, Mulino dijo después que no planea repatriar a nadie “a la fuerza”.
Desde que el 1° de julio comenzó la nueva Administración de Mulino, se han tomado varias medidas para tratar de reducir el flujo de migrantes por la selva del Darién, que ya la han atravesado en lo que va de año más de 216.000 migrantes, la mayoría venezolanos, mientras que en todo 2023 fueron más de 520.000, una cifra inédita. Entre esas medidas, Panamá ha cercado con “barreras perimetrales” (vallas de alambre con púas) unos 4,7 kms en el Darién, donde había al menos cinco pasos no autorizados o trochas, para “canalizar” el flujo de los migrantes a través de un “corredor humanitario”.
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