ESTADOS UNIDOS
El presidente abordó mal la crisis con actitudes contradictorias: en un principio negó la gravedad del COVID-19 y decidió no usar mascarilla hasta el punto de contagiarse.
El criticado manejo de la pandemia del coronavirus por parte del presidente estadounidense, Donald Trump, que en un principio negó la gravedad del COVID-19 y decidió no usar mascarilla hasta el punto de contagiarse, fue uno de los principales factores de su derrota electoral frente al candidato demócrata, Joe Biden.
Al estallar en un año electoral en EE.UU., la pandemia cambió la narrativa política y las perspectivas de reelección de Trump, que estaban mayoritariamente supeditadas al desempeño económico del país.
Así, las crisis económica y sanitaria desatadas por el coronavirus y la polémica gestión del mandatario mermaron las opciones de victoria del candidato republicano, especialmente en los estados en juego que resultaron más impactados, según varios estudios.
Pudo ganar
Uno de los análisis del centro de estudios IZA World of Labor apunta a que Trump podría haber ganado las elecciones del pasado noviembre en Arizona, Georgia, Pensilvania y Wisconsin si hubiera habido un 5% menos de casos de la COVID-19, resultados que le hubieran dado la victoria a nivel nacional.
“El efecto negativo estimado parece más fuerte en los condados urbanos, en los estados indecisos y en los estados en los que Trump ganó en 2016”, subrayaron los analistas políticos Leonardo Baccini, Abel Brodeur y Stephen Weymouth en su estudio.
Además, notaron que el apoyo electoral a Trump fue menor en los condados con una mayor proporción de trabajadores en las fábricas de procesamiento de carne.
Sus estimaciones “conservadoras” sugieren que un condado con 100 casos más de COVID-19 por cada 10.000 personas -en comparación con otros en el mismo estado- redujo los porcentajes de votos de Trump de 2016 a 2020 en un promedio adicional de 0,13 puntos.
Jugado a la vacuna
Uno de los escenarios a los que se agarró Trump durante la campaña electoral fue al de la llegada de una vacuna contra el coronavirus antes de la celebración de los comicios, algo que finalmente no sucedió.
En ese momento, once de las vacunas que se estaban desarrollando en el mundo se encontraban en la fase 3 y ni las desarrolladas por Pfizer/BioNTech o Moderna llegaron antes del 3 de noviembre.
Pocos días después, ambas compañías anunciaron que habían terminado su fase de desarrollo con éxito y la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA, en sus siglas en inglés) se apresuró a aprobarlas de urgencia.
Desde el lado republicano, y el propio Trump, criticaron que las empresas no hicieran este anuncio antes de los comicios, tal como él había prometido a los votantes.
“La FDA y los demócratas no querían que lograse un triunfo en vacunas antes de las elecciones, así que ha salido cinco días después, ¡como dije todo el tiempo!”, aseguró Trump cuando Pfizer/BioNTech hizo público el fin de su etapa de desarrollo de la inyección.
Visto el impacto que ha tenido la pandemia en la sociedad estadounidense, el ganador de las elecciones, Joe Biden, tiene como objetivo darle la vuelta a la situación en sus primeros meses de mandato.
Para ello, el presidente electo presentó esta semana un plan para crear un programa nacional de vacunación, contener al COVID-19 y reabrir escuelas “de manera segura”, según el equipo de transición, que también anunció un alivio “inmediato” a las familias trabajadoras del país mediante el envío de cheques de 1.400 dólares. De hecho, Biden explicó que aspira a alcanzar los 100 millones de personas vacunadas en sus primeros 100 días de gestión.
“Es importante apoyar a las comunidades que luchan contra el COVID-19, brindando apoyo a las pequeñas empresas más afectadas, sobre todo las que son propiedad de minorías raciales, y protegiendo los puestos de trabajo de los trabajadores esenciales”, señaló el equipo de Biden en un comunicado.