CAYÓ KABUL
Resurge el régimen de terror de los talibanes, que había dado albergue al jefe de la red terrorista Al Qaeda, Osama bin Laden, después que perpetró los atentados del 11 de setiembre de 2001.
Veinte años después de que la invasión de Estados Unidos echara del poder a los talibanes, Afganistán vuelve a estar a merced de la milicia fundamentalista y su régimen de terror. Los insurgentes rodearon ayer domingo Kabul -la capital afgana- desde todos los frentes antes de entrar finalmente en la ciudad, tras una ofensiva relámpago en la que ha conquistado en dos semanas una capital provincial tras otra (30 de 34), hasta hacerse con el 90% del territorio del país centroasiático.
Poco después de que se anunciara por la mañana la toma de Jalalabad, cerca de la frontera con Pakistán y la única gran urbe que le quedaba al Gobierno fuera de Kabul, la milicia inició el asedio con la orden a sus miembros de que evitaran un derramamiento de sangre.
La salida del país del presidente, Ashraf Ghani, conocida horas después, encarna la imagen de un Gobierno en colapso un día después de que insistiera en “removilizar” sus fuerzas para detener un avance talibán que ha resultado imparable desde que lanzaron sus ataques en mayo, coincidiendo con el inicio de la retirada de las tropas de Estados Unidos y sus aliados.
Abdullah Abdullah, el que fuera el gran rival político de Ghani, ha confirmado en medio de la confusión la salida del ya “expresidente” y ha criticado que dejara a su pueblo “en una mala situación”. La oficina de Ghani rechazó informar de su paradero “por seguridad”. Abdullah, que integra junto a otros líderes políticos un consejo de coordinación para intentar gestionar un traspaso de poder, ha pedido a los ciudadanos “paciencia para estos días difíciles”.
Abandonan
Horas después de su marcha, Ghani ha asegurado que partió con la finalidad de evitar “un derramamiento de sangre en Kabul”. El presidente afirma en un mensaje publicado en la red social Facebook que decidió dejar el país para evitar choques con las milicias fundamentalistas que habrían puesto en peligro a los habitantes de la capital.
De acuerdo con el vocero habitual de los talibanes, Zabiulá Muyahid, han tomado la decisión de entrar en la ciudad después de horas apostados en los accesos para evitar “el caos y los saqueos”, tras recibir información que cinfirmaba que las fuerzas de seguridad habían abandonado partes de la ciudad de Kabul y sus puestos de control. Los talibanes han anunciado la ocupación del palacio presidencial.
El ministro del Interior en funciones, Abdul Sattar Mirzakawal, ha afirmado poco antes de conocerse la salida del mandatario que se avecina un traspaso pacífico del poder a un “Gobierno de transición”. En un mensaje de vídeo, ha dicho que los talibanes no atacarían Kabul como parte de un acuerdo. “La seguridad de la ciudad está garantizada, no será atacada (…), y el trato es transferir el poder pacíficamente al liderazgo de una Administración de transición, inshallah (si Dios quiere). Kabul está a salvo, pueden estar seguros”, ha dicho.
Suhail Shahein, un vocero de los insurgentes, ha asegurado en declaraciones a la cadena británica BBC que la milicia busca una transición de poder pacífica que se produzca en los próximos días. “No queremos ni un solo civil afgano inocente herido o muerto mientras tomamos el poder, pero no hemos declarado un alto el fuego”, ha declarado, por su parte, un jefe talibán en Doha (Qatar), donde se estaban manteniendo conversaciones con el Gobierno para el cese de las hostilidades. Los talibanes han lanzado llamamientos a la calma e insisten en que no pretenden una toma del poder violenta.
Pánico
Los anuncios, sin embargo, no evitaron que el miedo se apoderara de los 4,5 millones de habitantes de Kabul, a los que se suman los miles de desplazados que han huido de otras zonas ante el avance de la milicia y se han instalado en parques y calles. En el recuerdo de muchos está el anterior régimen talibán entre 1996 y 2001, cuando se aplicó una interpretación rigurosa del islam por la que se impusieron castigos físicos como latigazos y amputaciones por delitos como un robo, y se obligó a las mujeres a cubrirse con el burka y se les prohibió estudiar desde los 10 años. Ahora, los fundamentalistas intentan dar una imagen de mayor pragmatismo y moderación.
La llegada de la milicia ha provocado escenas de pánico y grandes atascos. Muchos ciudadanos se han apresurado a ir a los bancos para sacar dinero en efectivo y han descubierto en ese momento que el Gobierno ha restringido la retirada a 2.000 dólares. Los habitantes de Kabul también han empezado a acopiar víveres en tiendas que también están a punto de cerrar por temor a una inseguridad prolongada.
Algunas calles están abandonadas, mientras que otras están congestionadas mientras la gente en automóviles se da prisa para llegar a casa porque el Gobierno ha impuesto un toque de queda. “La gente tiene miedo de un posible saqueo generalizado por parte de hombres armados, delincuentes, secuestros, ataques y otros actos inmorales como las violaciones. Tememos que haya un vacío de poder”, ha afirmado Haji Imamd Dad, un funcionario de 48 años. En algunas zonas se han reportado ya saqueos menores y que dos policías han sido desarmados por una turba de jóvenes.
Las embajadas han acelerado la evacuación de su personal y las agencias de viaje han cerrado, según testigos. Se han cancelado vuelos nacionales e internacionales desde y hacia Kabul. Solo los aviones militares y las aeronaves de Estados Unidos y otras naciones de la coalición internacional que apoyaba al Gobierno han podido sacar a sus ciudadanos y diplomáticos, según varias fuentes.
Las labores de evacuación del personal diplomático y colaboradores que están en peligro se han acelerado. Estados Unidos traslada al personal en helicópteros que conectan con el aeropuerto, tras el envío de tropas. El Ministerio de Exteriores de España también acelera los planes para la evacuación de españoles y colaboradores afganos en Kabul, “en cuanto sea posible”. El Reino Unido trabaja para proteger al personal diplomático y ayudar a antiguos colaboradores a viajar con destino a Londres. El Ejército de Alemania comienza hoy lunes el operativo de salida.
El desastre tras gasto de US$ 83.000 millones
En catorce días, Afganistán retrocedió 20 años. Resurge el régimen de terror de los talibanes, que había dado albergue al jefe de la red terrorista Al Qaeda, Osama bin Laden, después que perpetró los atentados del 11 de setiembre de 2001 contra el World Trade Center en Nueva York y el Pentágono, en Washington, provocando la muerte de 2.977 personas.
Ahora, la escala y velocidad del avance de los talibanes ha tomado por sorpresa a los afganos y a la alianza de potencias liderada por Estados Unidos, que en 20 años ha invertido 83.000 millones de dólares en equipar y entrenar a un ejército gubernamental que en muchos casos ha entregado las plazas sin resistencia o ha huido ante los insurgentes. Los talibanes se han quedado con las armas de origen estadounidense.
Quiénes son los cuatro que mandan en Afganistán
El funcionamiento y el liderazgo del movimiento talibán están envueltos en un halo de misterio, como cuando gobernó el país asiático entre 1996 y 2001. Esta es una breve presentación de los principales líderes de este grupo islamista radical.
1. Haibatullah Akhundzada, el líder supremo. Fue nombrado jefe de los talibanes en mayo de 2016 durante una rápida transición de poder, días después de la muerte de su predecesor, Mansur, liquidado por un dron estadounidense en Pakistán. Erudito de gran influencia en el seno de la insurgencia, de la que lideró el sistema judicial, hijo de un teólogo, originario de Kandahar, cuna de los talibanes, Akhundzada obtuvo la promesa de lealtad de Ayman al-Zawahiri, el líder de Al Qaida, que lo llamó “emir de los creyentes”, denominación que le permitió afianzar su credibilidad en el mundo yihadista. Akhundzada tenía la delicada misión de unificar a los talibanes, fracturados por una violenta lucha por el poder tras la muerte de Mansur y haber ocultado el fallecimiento del molá Omar. Logró mantener unido al grupo y actuó de manera discreta, limitándose a transmitir mensajes anuales raros en días festivos islámicos.
2. Molá Baradar, cofundador. Nacido en la provincia de Uruzgan (sur) y educado en Kandahar, es el cofundador de los talibanes junto con el molá Omar, fallecido en 2013, pero cuya muerte fue ocultada durante dos años. Como muchos afganos, su vida se moldeó con la invasión soviética en 1979, que lo convirtió en un combatiente islámico fundamentalista, y se cree que luchó junto con el molá Omar. Baradar era el jefe militar de los talibanes cuando fue arrestado en 2010 en Pakistán. Fue liberado en 2018 especialmente por la presión de Washington. Escuchado y respetado por las distintas facciones talibanes, fue nombrado jefe de su oficina política, ubicada en Catar. Desde allí, realizó las negociaciones con los estadounidenses, que condujeron a la retirada de las fuerzas extranjeras de Afganistán.
3. Sirajuddin Haqqani, el jefe de la red Haqqani. Hijo de un célebre comandante de la yihad antisoviética, Jalaluddin Haqqani, Sirajuddin es a la vez el número dos de los talibanes y el jefe de la red Haqqani, fundada por su padre, que está clasificada como terrorista por Washington, que la consideró como la facción combatiente más peligrosa ante las tropas estadounidenses y de la OTAN.
También está acusado de haber asesinado a varios altos responsables afganos y de haber retenido como rehenes a occidentales para obtener un rescate.
4. Molá Yaqub, el heredero. Hijo del molá Omar, Yaqub es el jefe de la poderosa comisión militar, que decide las orientaciones estratégicas en la guerra contra el Ejecutivo afgano. Su ascendencia y sus vínculos con su padre, a quien adora como jefe de los talibanes, lo convirtieron en una figura unificadora dentro de un amplio y diverso movimiento. Las especulaciones sobre su papel exacto en la insurgencia son persistentes.