AFP, EFE
De lenguaje coloquial y estilo desenfadado, Xóchitl Gálvez, una ingeniera de origen indígena, fue confirmada ayer jueves como la candidata de la alianza opositora en México para la elección presidencial de junio de 2024, que se perfila como un duelo entre mujeres.
Gálvez, de 60 años, pretende ser la primera presidenta en la historia de México, lo mismo que su potencial rival de izquierda, la exalcaldesa de la capital Claudia Sheinbaum, de 61 años, favorita junto con el excanciller Marcelo Ebrard en la carrera por la postulación presidencial del oficialista Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que lidera el presidente Andrés Manual López Obrador. El oficialismo definirá el 6 de septiembre.
Hace pocos meses, Gálvez se perfilaba como aspirante al gobierno de Ciudad de México. Una afrenta cambió el rumbo de sus ambiciones: decidió por el gobierno mexicano ante los ataques de López Obrador.
“¡Voy a ser la próxima presidenta de México!”, proclamó Gálvez al anunciar su precandidatura presidencial por el Frente Amplio por México, integrado por el Partido de Acción Nacional (PAN), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Gálvez se impuso en la interna de esta coalición a la senadora Beatriz Paredes del PRI, que bajó su precandidatura
Gálvez nació en el central estado de Hidalgo, hija de un indígena otomí y una madre mestiza. Su infancia estuvo marcada por la violencia intrafamiliar y la pobreza, que la obligó de niña a vender gelatinas para poder acudir a la escuela.
Llegó a vivir en un cuarto de azotea en la capital para estudiar ingeniería informática en la estatal Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Se especializó en robótica, inteligencia artificial y sustentabilidad para luego lanzar una exitosa firma dedicada al desarrollo de edificios inteligentes.
El periódico Financial Times le dedicó en julio un largo perfil, retratándola como una “self made woman” (mujer hecha a sí misma).
En 2003, llegó a la política invitada por el entonces presidente Vicente Fox del PAN para ser comisionada nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas.
Pese a su cercanía al PAN, primera fuerza opositora, no tiene militancia partidista y llegó al Senado como candidata del PRD.
López Obrador ha señalado a Gálvez como la “candidata de la mafia del poder” que anhelan recuperar los “privilegios” que, afirma, gozaron en gobiernos anteriores, antes de su elección en el 2018.
“Nadie me controla, ni mi marido”, responde a estas afirmaciones de AMLO la candidata que ha acusado además al presidente de violencia política de género.
Gálvez viste habitualmente huipiles, blusas de manta bordada o rebozos, todas prendas de tradición indígena.
Entre sus dotes están sus habilidades para comunicar con un lenguaje informal, franco y salpicado de palabrotas que desatan sonrisas. Además suele desplazarse por la ciudad en bicicleta.
“No quiero rateros, ni huevones (flojos), ni pendejos”, ha dicho Gálvez sobre lo que busca en sus colaboradores. A la inseguridad que golpea a México, promete combatirla con “ovarios”.
Para Luis Estrada, director general de la consultora política Spin, la respuesta “enfurecida” de López Obrador ante la candidatura de Gálvez tuvo un “resultado contraproducente”.
La candidata terminó acaparando la agenda mediática y desnudó la inquietud del mandatario ante el avance de la oposición, que antes no contaba con una figura convincente de cara a la elección del 2 de junio de 2024, explica.
Gálvez es “carismática, fresca y espontánea” y representa “lo menos viciado” de la oposición, opina por su parte el analista Hernán Gómez Bruera.
Sin embargo, le augura poco éxito ante su potencial rival oficialista Claudia Sheinbaum.