Argentina: reto inflacionario y un ajuste fiscal silencioso

Aún persisten las dudas en torno a si los precios volverán a tomar impulso

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Carrito de compras en una góndola de supermercado
Carrito de compras en una góndola de supermercado.
Foto: Archivo El País

La inflación da un leve respiro en Argentina. Tras el pico del 7,4% alcanzado en julio, el índice viene exhibiendo una gradual desaceleración en los últimos meses.

No obstante, si bien el 4,9% registrado en noviembre y el 5,1% en diciembre reflejan un amesetamiento de la inflación en niveles más bajos, aún persisten las dudas en torno a si ese descenso podrá profundizarse en los próximos meses o si, por el contrario, los precios volverán a tomar impulso.

“La baja que está registrando la inflación puede mantenerse un par de meses más, pero no veo que pueda sostenerse a más largo plazo. La expectativa es que en los próximos meses habrá más pesos y menos dólares en la economía, y eso hace que el gobierno no logre anclar expectativas. La pauta de inflación del 60% establecida en el Presupuesto no es un parámetro que sigan empresas y comercios para fijar precios a un año”, dijo a El País el economista Sebastián Menescaldi, director asociado de la consultora EcoGo, en Buenos Aires.

“En cambio, se acortan los plazos de negociación y se fijan los precios a tres o seis meses”, agregó.

Desde su asunción como ministro de Economía a comienzos de agosto pasado, Sergio Massa apuntó a un descenso gradual de la inflación con el objetivo de ubicarla en torno al 3% en abril próximo, cuando empiecen a definirse las candidaturas para las elecciones presidenciales de octubre.

Con esa meta por delante, apeló a todas las herramientas disponibles para evitar una devaluación abrupta del tipo de cambio oficial. Lejos de la retórica del kirchnerismo, Massa puso en marcha un ajuste fiscal silencioso y un duro apretón monetario que incluyó una fuerte suba de las tasas de interés.

Con esa receta y una mayor alineación de los distintos sectores del gobierno al programa económico luego de que el kirchnerismo pasara a convalidar con su silencio las medidas de ajuste, Massa logró desinflar las elevadas expectativas devaluatorias que había al momento de su asunción.

Ese giro ortodoxo fue complementado desde noviembre pasado con el programa “Precios Justos”, una iniciativa acordada con supermercados, cadenas mayoristas y empresas proveedoras de bienes de consumo masivo para mantener congelados los precios de más de 1.700 productos por 120 días.

Con un tope de aumentos de hasta el 4% mensual para el resto de los productos, el programa alcanzó el objetivo de corto plazo dirigido a frenar parte de la inercia inflacionaria.

FACTORES DE RIESGO.

En cinco meses de gestión, Massa logró evitar la agudización de la crisis, pero eso no significa que los riesgos ya hayan quedado atrás. De hecho, a contramano de los objetivos del gobierno, son varios los motores que amenazan con seguir impulsando los precios por encima de la meta del 60% fijada para este año.

“Buena parte del descenso de la inflación en los últimos dos meses respondió al acuerdo del gobierno con empresas que les garantizó un acceso más fluido a los dólares para concretar importaciones. El problema es que en los próximos meses existe el riesgo de que se profundice la escasez de dólares, más aún en un contexto de sequía. Si el gobierno incumple con la fluidez de divisas pactada con las empresas, el acuerdo podría romperse”, dijo Menescaldi.

Otro factor que podría poner en jaque los objetivos del gobierno es el precio de la carne, que representa cerca del 10% de ponderación en la canasta de bienes y servicios que utiliza el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) para medir la inflación.

Por la falta de pastos en los campos ante la severa sequía que sufre buena parte del país, en los últimos meses los productores se vieron obligados a desprenderse de los animales, lo que incrementó la oferta del mercado interno.

Esa dinámica, que provocó un estancamiento del precio de la carne en el segundo semestre del año pasado, podría revertirse en la medida que lleguen las lluvias.

El pedido del comercio y la industria a las autoridades

Luego de que se conociera que la inflación de 2022 fue de 94,8% (la más alta desde 1991), lo que ratifica el descalabro de los precios relativos y, en efecto, la mayor pérdida de poder adquisitivo en años, la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba) expresó su “preocupación por la cantidad de billetes circulantes” y pidió a las autoridades oficiales la “emisión de billetes de mayor denominación”, ante la creciente desvalorización del peso. [LA NACIÓN/GDA]

A eso se suma que el tipo de cambio oficial no tiene demasiado margen para seguir siendo usado como ancla para frenar a los precios. Mientras en 2021 y 2022 la inflación fue de 50,9%y 94,8%, la depreciación del tipo de cambio oficial en esos años fue del 22% y 72% respectivamente.

Además, dadas las restricciones crecientes a las importaciones, muchos precios de la economía ya no se mueven al ritmo del tipo de cambio oficial, sino que lo hacen de acuerdo a la evolución de los dólares paralelos.

Si bien el gobierno viene interviniendo en el mercado para moderar el alza de los dólares financieros, el blue, como se conoce al dólar que se comercia en el mercado informal, registró un alza superior al 15% en los últimos 30 días.

Por último, en los próximos meses los índices de inflación también se verán impactados por los fuertes incrementos en rubros que ajustan por la inflación pasada, como los alquileres, y por el postergado aumento de las tarifas de los servicios públicos.

“Se esperan fuertes aumentos de los precios regulados. Las empresas de medicina prepaga van a tener aumentos mensuales, lo mismo que el transporte público de pasajeros a partir de marzo”, dijo en diálogo con El País el economista Jorge Neyro, en Buenos Aires.

“Además, ya se anunciaron incrementos de las tarifas de gas en marzo y probablemente también haya alzas en las de electricidad. Todo eso, sumado a que el programa de control de precios irá perdiendo efecto con el correr del tiempo, impedirá que la inflación descienda a los niveles de la meta fijada por el gobierno”, añadió Neyro.

Inestabilidad económica: los riesgos en años de elecciones

Históricamente, los riesgos de inestabilidad económica crecen en años de elecciones presidenciales en Argentina. A eso se agrega un contexto marcado por la puja distributiva para intentar recuperar parte del poder de compra de los salarios perdido en los últimos años, una fuerte emisión de pesos para hacer frente a la creciente deuda remunerada del Banco Central y trabas a las importaciones. Con esa combinación, el último Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM), un promedio de las estimaciones de las consultoras recopiladas por el Banco Central, prevé un índice de inflación del 98,4% para este año, lejos de los objetivos del gobierno.

“Es un año político y el gobierno tendrá que atravesar muchos explosivos. En ese marco, para reducir la inflación al 80%, lo que ya sería un logro, se necesitará como mínimo que la oposición coopere en la transición para evitar una crisis financiera. Aún si eso se diera, la inflación se mantendrá en niveles elevados. El gobierno no sabe cuántos dólares tendrá y eso, más el ruido político, puede provocar inestabilidad y un salto de los precios”, dijo Menescaldi.

Aldo Abram, director de la Fundación Libertad & Progreso, espera para la primera parte del año una inflación superior al 100%. “Es posible que en la medida que se acerquen las elecciones se apliquen algunos mecanismos que ya se usaron para las legislativas de 2021, como retrasar el tipo de cambio, controlar los precios, retrasar las tarifas de servicios públicos, todas medidas artificiales que superficialmente desaceleran la inflación, pero que después hay que revertir pagando costos en saltos inflacionarios. Un poco más alta fue la estimación de Lucio Garay Méndez, economista de la consultora Eco Go, que proyectó una inflación anual de 114%. “Para 2023 hay diversos factores que presionan por una mayor inflación que en 2022. Por un lado, el alto stock de pasivos remunerados presiona por más pesos en la economía, que pueden trasladarse al tipo de cambio y presionar desde ese lugar”, explicó. [CON INFORMACIÓN DE LA NACIÓN/GDA]

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