Riesgos financieros y no financieros
El COVID-19 no solo presentó una contracción económica, sino que aceleró riesgos no financieros para los bancos como la ciberseguridad, el fraude y el cambio climático, según Deloitte.
El que no arriesga no gana”, dice el dicho, pero hay casos en los que prevenir contingentes resulta más conveniente. Desde el cambio climático, la ciberseguridad, los riesgos de fraude, hasta la conducta de los propios trabajadores, han sido riesgos que la pandemia de COVID-19 impulsó en las instituciones financieras. Los escenarios de estrés que realizan estas instituciones, desde hace algunos años han empezado a incorporar riesgos no financieros, pero solo el 65% se percibe como extremadamente o muy eficaces en su manejo, según los datos relevados por la 12° edición de la encuesta global de gestión de riesgos realizada por Deloitte.
Los resultados de la encuesta, se basaron en las respuestas de 57 instituciones financieras de todo el mundo, las cuales representan un total de US$ 27,2 billones en activos agregados, dentro de las cuales se encuentran las casas matrices de los principales bancos de Uruguay.
“Las instituciones financieras, los bancos sobre todo, tienen escenarios de estrés y se pretenden que en estos se incorporen eventos inesperados., que no solamente se estrese situaciones esperables o pérdidas esperadas. El Banco Central (BCU), en los últimos años, le está pidiendo a las instituciones que traten de hacer ese ejercicio. Puede haber sido difícil que un evento de las dimensiones de esta pandemia, quizás haya sido considerado”, explicó en conversación con El País la socia de Deloitte, Mariella de Aurrecoechea.
A esto, agregó que “lo que sí es cierto, es que muchas veces esos escenarios que se están pensando, se miran mucho desde el punto de vista de riesgo de crédito, de pérdidas crediticias, de pérdidas por efectos de cambio por las tasas de interés, de pérdidas por efectos de liquidez. Sí, quizás tenemos que seguir mejorando en cómo incorporar un escenario de estrés que evalúe efectos de cambio climático, por ejemplo, un efecto masivo de inundación o pérdida de suelo en todos los créditos vinculados al sector agropecuario. Esto aún sí falta seguir trabajando”.
En esta línea, el 47% de los encuestados dijo que será una prioridad extrema o muy alta para sus instituciones mejorar su capacidad para gestionar el riesgo ambiental, social y de gobernanza.
Según De Aurrecoechea “es bastante novedoso” que aparezca con tanto nivel de preocupación el cambio climático, lo cual hay que “mirarlo en dos sentidos”.
En primer lugar, las instituciones a nivel global están preocupadas por los impactos del cambio climático en sus clientes, ya que si estos pierden rentabilidad, lo que implica riesgos en el cobro.
“La otra preocupación o la visión de riesgo como oportunidad, es que las propias instituciones financieras están teniendo estrategias concretas de apoyar emprendimientos o empresas que estén con iniciativas para mejorar el impacto negativo de temas ambientales o sociales. Todo el tema de financiación de energías renovables, todo eso empieza a aparecer con mucha fuerza en estos últimos tiempos”, afirmó De Aurrecoechea.
Aún así, sostuvo que “en esos temas hay mucho camino por recorrer en cómo evaluar el impacto positivo y negativo de los temas, y como se traslada en rentabilidad. Hay todo un tema todavía de seguir trabajando en cuál es la rentabilidad que le puedo pedir a este tipo de proyectos y, por lo tanto, a qué tasa le puedo prestar. Por lo tanto, si el banco gana o no gana lo suficiente para seguir financiando estos proyectos”.
Añadió que “hay todavía un tema, sobre todo en medición de resultados, en medición de impacto en los temas sociales y ambientales, y no es tan lineal el traslado en cuanto puedo cobrar si soy banco, para poder rentabilizar ese proyecto. Todo hace pensar que un proyecto que está vinculado a los temas sociales y ambientales, debería ser mejor que otro que no lo está, pero todavía no está claro cómo medirlo”.
Virtualidad
Por otro lado, en cuanto a los riesgos no financieros que se vieron acelerados por la crisis sanitaria, fueron aquellos relacionados con la virtualidad y el teletrabajo.
El 61% de los encuestados por Deloitte, consideró que sus instituciones son extremadamente o muy efectivas en la gestión de ciberseguridad y el 87% dijo que mejorar su capacidad para gestionarla será una prioridad extrema o muy alta en los próximos dos años.
“También, con la pandemia aparecen otros. Los riesgos operacionales del trabajo remoto, con el propio personal de las instituciones, eso sí es bastante novedoso pos pandemia. Porque antes el trabajo remoto no era una práctica tan abierta en nuestras instituciones. La pérdida de confidencialidad de información con los propios empleados o mismo los problemas operativos de conexión remota”, afirmó De Aurrecoechea.
En tanto, el 44% de los encuestados, calificó a sus instituciones como extremadamente o muy efectivas en la gestión del riesgo de terceros.
Por último, explicó que también se potenciaron los riesgos de fraudes, como “los temas de previsión de lavado de activos”.
“Hace unos años sabíamos cómo eran las técnicas de personas para cometer fraude o cometer lavado de activos. Ahora con la virtualidad, esas técnicas empiezan a mutar. Las instituciones tienen que aggiornarse e ir entendiendo cómo están haciendo estos delincuentes, para introducir estos riesgos en las organizaciones”, concluyó De Aurrecoechea.
Año "crucial" para seguir las "inyecciones" de dinero
Según Deloitte, el 20% de los encuestados nombró el riesgo de crédito como el tipo de riesgo más importante para sus instituciones en los próximos dos años, y el 62% dijo que la medición del riesgo de crédito será una prioridad extremadamente o muy alta para sus instituciones.
Mientras que a nivel global, muchas instituciones optaron por endurecer sus estándares crediticios, De Aurrecoechea sostuvo que en Uruguay “está muy regulado el tema y la regulación no ha cambiado, porque no es necesario que cambie. En los hechos los niveles de morosidad en el sistema financiero no se han incrementado significativamente, por más que estamos en pandemia. Es un tema de atención, porque también es cierto que han habido inyecciones (de dinero) a las empresas, para sortear la pandemia. Creo que los bancos van a estar bien atentos al monitoreo de esas inyecciones que le han dado a las empresas para que, cuando empiece la recuperación económica, puedan empezar a recuperar esos créditos que dieron en situación de contracción”.
A su vez, agregó que este año “va a ser crucial en esto, porque ahora estamos empezando a ver la recuperación económica en muchas economías. Ahora es cuando se van a ver cuántas empresas se recuperan y cuantas empresas quedan por el camino, por lo tanto ahí podemos tener de materializar pérdidas por los créditos concedidos”.
Aún en la diferencia con otros países, la socia de Deloitte afirmó que Uruguay integra el 62% que entiende como una prioridad extremadamente o muy alta la medición del riesgo de crédito, “pero hay que entenderlo por seguimiento. Es una prioridad, porque somos conscientes que le dimos plata a las empresas, a cuenta de que iban a recuperarse pos pandemia. En ese sentido hay que mirarlo. Tenemos que hacer un seguimiento y un monitoreo constante de que realmente haya recuperación en las empresas”.
¿Se esperan nuevas regulaciones del BCU?
“En Uruguay creo que no, creo que el BCU no está pensando en cambios profundos de la regulación, por ahora no es necesario. Quizás en los temas sociales o ambientales, sí hay cosas para trabajar un poco más y, seguramente, en el mediano plazo vengan regulaciones. En los temas de procesos, de tecnología, creo que la regulación existente es buena, les da un montón de herramientas a las instituciones financieras y al propio BCU para controlarlas, por lo tanto hay que usarlas”, afirmó De Aurrecoechea.