Entrevista
La empresaria , fundadora y directora de Nana Lavagna, cumplió más de 40 años en el sector; asegura que su éxito se debe a la pasión que pone y adelanta que no piensa en retirarse.
Amparo Lavagna nació en Rocha, estudió psicología, coah ontológico, entre otras carreras, pero llegó al rubro inmobiliario hace más de 40 años por necesidad: se había divorciado y tenía tres hijos a cargo.
Sin saber del negocio, en base a trabajo, seriedad y pasión, logró hacerse un lugar y hoy es una referente del sector en Punta del Este.
Sin embargo, reconoce que el inicio no fue sencillo y sufrió «rechazo» por ser mujer. Con los años, y en base a generar contactos y asociar su nombre con cultura, gastronomía y arte, logró la amistad de grandes personalidades del ámbito público y privado y afianzó su empresa.
Alerta que en el presente se vive una especie de «caos» por la llegada de aplicaciones al sector pero sobre todo por nuevos jugadores, aunque aclara que no le afecta tanto.
Tiene tres hijos, cinco nietos y aún no piensa en retirarse, dice.
Con más de 40 años dedicados al rubro inmobiliario, primero trabajando para otros, luego con su propia empresa ¿Qué la llevó a a este negocio?
Me vine a Punta del Este en 1980. Venía de un divorcio, tenía tres hijos y tuve que comenzar desde cero. Entré en la escribanía Borges y como no conocía nada agarré una bicicleta y salía por Punta del Este a recorrer y ver casas, hablaba con los jardineros para conseguir propiedades. Ahí estuve un año, luego conocí al Grupo Tawil. Como no sabía del tema apliqué disciplina, estudiaba, y le dedicaba entre 14 y 16 horas por día y con este grupo, durante un par de años fuimos los que más alquilábamos. Con ellos entré en el Torreón, Estrella de Mar, Fontemar.
"Mi sueño era ser el «Coca-Cola» en el sector inmobiliario, ser una marca referente y creo que lo logré"
¿Cómo fue crear su propia inmobiliaria?
Como la otra inmobiliaria había cerrado el dueño me recomendó con su cartera clientes que yo había ayudado a construir. A armar mi inmobiliaria me ayudó mi segundo marido. Después se me ocurrió poner un cartel en el Aeropuerto El Jagüely una oficina ahí. Eso fue un impacto publicitario importante que sigo generando. Por ejemplo, hace un año entré en Buquebus también en las pantallas. Lo que hice fortalecer siempre mi marca con publicidad, mi sueño era ser el «Coca-Cola» en el sector inmobiliario, ser una marca referente y creo que lo logré.
Trabajó para terceros, ¿cómo fue construir su propio nombre en el sector?
Yo tengo educación espartana por haber estado pupila en el colegio y eso te enseña a vivir con lo básico, a tener conducta, vivir el presente, y aprender que cada día es una superación. Creo que la conducta y la actitud es lo que te hace triunfar. Yo venía de un ámbito social muy alto y eso jugó en contra porque me criticaban, era una sociedad machista entonces costó hacer entender que yo buscaba trabajar. Cuando abrí la empresa empecé a hacerme un nombre sin darme cuenta. Empecé con la parte publicitaria, a poner carteles por todos lados. Un día venía de Montevideo y dije «cuánto tengo que agradecer» y ahí surgió el de «Gracias por venir» que está por la ruta, porque gracias a los que vinieron acá pude trabajar y educar a mis hijos. Entonces fue como que fluyó todo. La gente empezó a venir, empecé a construir fama de seria, trabajadora, responsable y así fue que crecí. Y al final es la verdad, no se necesita más que eso.
¿Cuál fue el primer inmueble que comercializó e impactó en su carrera?
El primer apartamento que me emocionó vender sobre todo por la persona que estaba detrás, fue un penthouse de Gerardo Sofovich, en el puerto, en 1983. Fue un gran hito en mi carrera porque después se hizo muy amigo mío y conocí a su mujer, Carmen, de la que también me hice amiga. Hasta ese momento yo trabajaba en un apartamento que alquilaba, todavía estaba gestionando para abrir la empresa, pero no tenía local. Luego construí confianza de personas muy importantes que me llamaban para sus casas de José Ignacio. Creo que la clave fue que yo me dediqué a trabajar y trabajar, y hacerlo con pasión, amor y no pensar solamente en ganar una comisión, sino en la emoción de vender una cosa que te transfieren. La verdad es que soy feliz vendiendo departamentos o casas.
¿Le costó construir un nombre en un rubro tradicionalmente dominado por hombres?
Sí, pero no me importaba lo que pensaban, me concentraba en cómo trabajar mejor, en ser más eficiente. Pero sí sufrí rechazo por ser mujer. Recuerdo que cerca de 1985 se armó una empresa muy importante de diez inmobiliarios, todos hombres. Yo recién empezaba, quise entrar y me dijeron que no estaba capacitada. Me acuerdo hasta el día de hoy. Lo increíble es que todos esos desaparecieron y yo sigo. Recuerdo que en los inicios, como aún estábamos en una sociedad muy machista, comentaban que yo crecía en el mercado por muchas cosas, estaba el estereotipo de «qué habrá hecho».
¿Qué estrategia utilizó para imponerse?
He tenido mucha suerte con mis contactos, con la gente que me relaciono. Empecé a trabajar con el público brasileño a fines de 1980, conocí a una colega, una amiga de una inmobiliaria en Brasil y ahí empezamos a alquilar a brasileños. Puse publicidad, perfumaba las casas y así concreté muchos alquileres que luego varios clientes terminaban comprando. Después empecé en Asunción donde tengo mi socia que me representa, Paulina Zavala, que es muy conocida socialmente. Ahí también tengo buenos clientes. Y hace unos años, cuando el mercado comenzó a caer acá, abrí en Pelotas, Brasil, donde tengo un representante que se llama Octavio. Lo otro es que he construido mi nombre asociándolo también a la cultura, el arte y la buena cocina. Por ejemplo, cuando empecé a viajar a Brasil organizaba actividades, cócteles, llevaba grupos de empresarios, organizaba remate de cuadros de artistas uruguayos y de paso vendía el destino Punta del Este. Otro año se me ocurrió hacer con Lucía Soria, un evento gastronómico en un restaurante. En el 2000 abrí una galería de arte en Pueblo Garzón que cerré porque vino la crisis.
"Sufrí rechazo por ser mujer. Recuerdo que cerca de 1985 se armó una empresa muy importante de diez inmobiliarios, todos hombres. Yo recién empezaba, quise entrar y me dijeron que no estaba capacitada. Me acuerdo hasta el día de hoy. Lo increíble es que todos esos desaparecieron y yo sigo
¿Cuántos inmuebles maneja?
Unos 3.000.
¿De qué nacionalidades son sus principales clientes?
Ha variado mucho el mercado. Hoy es un 70% argentinos, 20% uruguayos y 10% brasileños y otros. También cambió el tipo de negocios. Antes el fuerte eran los alquileres, ahora, con la llegada de la tecnología, las aplicaciones y mucha competencia, lo principal son las ventas. Hoy el boom son los barrios privados. Por ejemplo, a mí me encanta trabajar toda laruta 104, donde está Pueblo Mío. Ahora va a haber otro proyecto Pueblo Mío Golf, que también me gusta. Me estoy inclinando hacia los barrios porque es más específico. Un cliente que viene a un barrio privado no busca diez barrios privados. El cliente que viene de Montevideo a buscar algo de entre US$ 300.000 y US$ 350.000, viene todos los fines de semana a ver todo lo que hay en el mercado. Yo lo valoro, no desprecio a nadie. También estoy viendo de inclinarme por un público de La Barra hacia José Ignacio. Si pudiera abro una oficina en Manantiales, es un proyecto que lo tengo ahí.
Con su experiencia, ¿cómo ve el mapa inmobiliario?
En Punta del Este casi no quedan casas en el mercado. Y los argentinos buscan desde el barrio del Golf hasta José Ignacio. Ahora hay un proyecto muy bueno en la zona de la excasa de (Amalita) Fortabat y es fantástico. Lo tengo en venta y lo estoy publicando en Buquebus, es el primer barrio privado en el Golf con terrenos en 1.400 metros cuadrados. Ahora hay retracción en el mercado argentino, están esperando que pasará con las elecciones.
La pandemia de coronavirus provocó movilidad, mucha gente se fue a vivir a Punta del Este, ¿cómo impactó eso su negocio?
Lo bueno es que vino más gente y lo malo es que perdimos la tranquilidad para los que vivimos acá todo el año. Como negocio, al principio ayudó, ahora no tanto. Caímos un 30% y ahora nos estamos recuperando. Fue como fundar otra vez, volver a empezar pero con más competencia.
También movió mucho el área de locales comerciales…
No trabajo con eso porque hay inmobiliarias que se especializan más. Y ahora, con lo del shopping (NdR: se refiere al incendio del Punta Shopping) se transformó en un caos, se pide cualquier precio por los locales comerciales, algunos se aprovechan de esa desgracia y quieren alquilar algo que no vale nada a un precio muy alto.
Innovó en proponer transacciones inmobiliarias con criptomonedas, ¿qué ocurrió con esa iniciativa?
Lo empecé a hacer, pero se me complicó porque alquilé a unos que tenían una empresa muy fuerte y terminaron haciendo una estafa. Ahí dije no me meto en algo que no conozco. Es un tema complicado. Me había entusiasmado porque estaba armando una cartera de clientes con cripto.
¿Ha planeado en abrir una inmobiliaria en otro país?
Es cierto que tengo una cartera de clientes brutal, contactos a todo nivel, trabajo en todos los países, pero no intenté abrir ni trabajar en otros mercados. Es que mi trabajo es muy social, de ir a desayunar, almorzar. Mi éxito es con los contactos sociales y apuesto mucho a eso porque lo mío es más que una venta. Por ejemplo, soy socia del Yatch Club y en cada venta que hago invito a los clientes a almorzar y dar un paseo en un barco, les hago regalos (a los clientes). Y así, cada uno termina siendo mi amigo.
¿Piensa en retirarse?
No, esto me encanta, me apasiona, me divierte.
¿Cuánto ha cambiado el sector con la llegada de aplicaciones y nuevos jugadores?
Hoy el negocio inmobiliario es un anacronismo, ya no hay códigos, no hay ética, cada cual hace lo que sea. Por esto creo que el desafío es mantener la conducta y seguir siendo una inmobiliaria seria, respetuosa, con códigos. Hoy pasás una oferta y nadie te dice ya (compro), ven otras propuestas, es un desgaste. Además los precios se dispararon, por ejemplo, por una casa que vale US$ 250.000 te piden US$ 400.000. Está raro, no se trabaja tranquilo. Nunca sabés qué comprar, y si vendés algo no sabés qué hacer enseguida. Yo aconsejo a quien vende y quiere comprar algo, que primero busque qué comprar y cuando lo tenga confirmado, venda.
¿Esto afecta su negocio?
No, para nada, porque si tengo que salir a trabajar salgo, si tengo que mostrar a una persona una propiedad de US$ 100.000 lo hago, si tengo que ir a poner un cartel, lo hago. En eso soy muy humilde a la hora de trabajar, no tengo una estructura jerárquica.