INFORME
Habichuelas, Macachín, Pika, Chau Pantallas y Zampin, son algunas de las empresas cuyos productos se hacen totalmente en Uruguay y dispararon sus ventas en los últimos años.
Jugar en familia al Totem, a Piratas del Cabo Polonio, armar un puzzle didáctico y cultural de Uruguay, sorprenderse con Charlas de Mesa o explorar el mundo de las emociones con la Colección Montaña Rusa.
Desde hace un tiempo, nuevos juegos comenzaron a copar mesas y espacios lúdicos en los hogares uruguayos.
Detrás de estos también hay nuevas marcas como Habichuelas, Macachín, Chau Pantallas, Pikay Zampin.
Y la lista puede seguir.
En los últimos años se ha dado un fenómeno creciente de emprendedores que, buscando alternativas a los tradicionales juegos de mesa que existen en el mercado, lanzaron propuestas propias bajo un denominador común: hechos 100% en Uruguay, familiares y con un perfil educativo.
Inicio de partida
«Lo complicado fue imponer algo nuevo y que confiaran en un juego fabricado en Uruguay», recordó Manuela Morales, quien junto a su socia Bettina Asaravicius, crearon Habichuelas hace 11 años. La marca, una de las pioneras de la nueva camada de etiquetas lúdicas uruguayas, lanzó su primer producto, el Totem, en 2011 y le tomó unos tres años lograr la confianza del mercado.
«Lo más difícil fue abrir un camino, que las jugueterías se animaran a comprar lo que hacíamos. Fuimos una por una, alguna se animó, otras dieron el paso cuando vieron que funcionaban. La clave fueron las ferias, Hecho Acá,Ideas+, porque ahí explicábamos cómo jugar. Y el boca a boca comenzó a funcionar. A los dos años sacamos dos juegos más porque vimos que se animaron a comprar» recordó Asaravicius. Hoy ofrecen más de 18 títulos de caja, otros siete artesanales y están en más de 60 puntos de venta en todo el país.
Para la diseñadora gráfica María Clara Martínez, el 2017 fue un antes y un después. Ese año creó una lona vinílica con diseño de ciudad para que sus hijos jugaran con autitos y de paso alejarlos de «tanta pantalla». Lo vieron sus amigos, le pidieron algo similar y comenzó el efecto dominó. Hoy su empresa Chau Pantallas tiene más de 50 productos diferentes y está en más de 50 puntos de venta en gran parte del país.
También 2017 fue clave para Fabián Zamit y Elisa Pintado a quienes la pasión por los juegos de mesa los llevo a crear Zampin. «Por inquietudes surge una idea que integre la familia, amigos y que sea una herramienta educativa: Animalia, un juego de percepción y estimulación visual. Los vendimos todos», contó Zamit. Hoy con 17 productos y 20 puntos de venta alcanzan varios puntos de Uruguay.
En 2019, una reducción de personal en la empresa que trabajaban, impulsó a Mónica Grajales y Natalia De Rosa al mundo lúdico con Macachín. «Nos encantaba jugar, y dijimos por qué no hacer algo nuestro. Nos pasábamos viendo juegos en otras partes del mundo, teníamos hijos de seis meses a cuatros años. Tras un proceso de dos años, en febrero de 2021 lanzamos la marca con cuatro títulos. Enseguida nos contactaron de tiendas para tener distribuidores», recordó De Rosa. Actualmente, con nueve propuestas en más de 60 tiendas, alcanzan casi todo el territorio nacional.
En procura de tener juegos sostenibles, Lucila Castellanos, Candelaria French y Magdalena Crisci decidieron crear Pika en 2019. «Buscábamos en el mercado y no encontrábamos. Entonces dijimos acá hay una oportunidad», comentó Crisci. Hicieron 150 unidades de un puzzle del mapa de Uruguay y lo vendieron en tres semanas. Y no pararon más. Hoy ofrecen 27 productos entre puzzles, afiches, juegos de cartas, libros y juegos para armar, y tienen presencia en todo el país.
Saltan obstáculos
Una de las premisas que une a las marcas, además de diseñar sus propios juegos, es cuidar la calidad de los materiales pero sobre todo, hacerlos completamente en el país lo que genera mucha mano de obra local.
Salvo los dados y las fichas y alguna pieza más que no se encuentran en Uruguay ni en la región, el resto se hace acá, coincidieron.
«Tercerizamos casi todo, desde el diseño, la imprenta, el nylon, los fletes, el reparto», dijo Morales de Habichuelas.
En Macachín, el trabajo también es 100% uruguayo sobre todo «con mujeres», remarcó De Rosa. «Tenemos tres ilustradoras diseñadoras, una costurera y un carpintero», comentó.
Y si bien ninguno manifestó interés por llevar su producción a China, coinciden que la producción en el país conlleva desafíos por los altos costos y en algunos casos, la escasez. También señalan la falta de oportunidades y de difusión. «Producir en Uruguay es muy caro y hay falta de material. Lleva mucho tiempo investigar y desarrollar un juego y hay poca difusión de los emprendimientos uruguayos», opinó Zamit de Zampin. De hecho, De Rosa indicó que están investigando hacer juegos con otros materiales que existen en el mercado local.
Ampliar el tablero
De todas formas, algunas marcas tienen en sus planes salir fuera de fronteras. «Nos han preguntado desde otros países para llevar nuestros juegos al exterior», reconocieron desde Habichuelas. Crisci, de Pika, comentó que han estudiado el mercado de Chile y Grajales, de Macachín, evalúa exportar a Argentina.
En tanto esto sucede, las ventas en Uruguay crecen, el consumidor amplía su consumo en una industria que ya dejó de ser un juego.
En 2011 nació Habichuelas con su primer juego Totem. No le fue fácil al inicio y recién hace seis años «estamos bien en el mercado», reconocen sus fundadoras, quienes agregan que crecieron mucho en el primer año de pandemia. Hoy sus ventas son principalmente a mayoristas y tímidamente crece el sector corporativo, que ya es un 5% de su facturación. «Hoy es un negocio sustentable», indicaron. De hecho, ya adelantaron que esperan cerrar 2022 con cuatro juegos nuevos.
Volver a las raíces de los juegos es la meta de Chau Pantallas, empresa que creció con la pandemia. «El lunes luego de declararse la emergencia sanitaria saqué el juego Charla de Mesa. Hice 50 para probar y los vendí en cuatro días», recordó Martínez. Desde entonces cuadruplicó las ventas y comenzó a comercializar al por mayor, que hoy es 70% del negocio. «Ahora vivo de esto», dijo la emprendedora y adelantó que lanzará cinco nuevos juegos y dos blocks.
Los juegos de Zampin permiten trabajar habilidades cognitivas y emocionales. En 2020, ejecutaron un fondo de ANDE de unos $ 800.000 para adquirir maquinaria y desde entonces la producción se hace en la empresa. Generan dos títulos por año, mantienen un ritmo de ventas creciente (aún más por el covid-19); el 60% es a clientes finales y el 40% a clínicas y colegios. Si bien afirman que «aún el negocio no da para vivir» están convencidos de que pronto «lo lograremos».
Inspirados en sus gustos y los de sus hijos. Así nacen los juegos de Macachín que también abarcan todos los rangos de edades, desde los más pequeños a los adultos. En cada creación interviene un equipo multidisciplinario que evalúa «qué trabaja cada uno de los juegos», indicó De Rosa. La marca vende mucho en online y pequeñas jugueterías pero también a colegios y clínicas. Hoy reinvierte sus ingresos y apuesta a poder ampliarse con productos complementarios.
Sustentables y que promuevan el patrimonio cultural del país son las guías de los juegos de Pika, que en 2021 tuvo un «despegue». «Entramos en grandes superficies, en Mis petates y lanzamos la web. Siempre hemos crecido, pero ese año fue un 200%», indicó Crisci. Hoy, las tiendas son su principal canal de venta pero el corporativo aumenta. «Trabajamos con Ancap, Axion y el MACA. Hoy es un 20% de la facturación», dijo, y precisó que las tres fundadoras ya se dedican a 100% al proyecto.