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La compañía se volvió un «grupo tentacular»; empezó en un garaje y hoy vale US$ 1,7 billones
Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, emprende una nueva etapa de su carrera tras haber creado, a partir de una modesta librería en línea, una de las empresas más pujantes del planeta: Amazon. A los 57 años, dejó el lunes su lugar de director general a Andy Jassy para dedicarse a otros proyectos, comenzando por un viaje al espacio el 20 de julio. Mantendrá un rol clave en la empresa que fundó hace 27 años y se mantendrá como presidente ejecutivo de su consejo de administración.
Si bien ha sido celebrado por las múltiples innovaciones que cambiaron completamente sectores económicos enteros, también ha sido vilipendiado por ciertas prácticas comerciales con tendencia a deshacerse de la competencia o por el tratamiento de los asalariados.
Se trate de venta de libros, de informática o de entregas a domicilio, «Bezos es un líder que promueve el cambio», afirma Darrell West, del centro de innovación tecnológica de Brookings Institution.
«Ha impulsado numerosos servicios que la gente tiene ya incorporados, como hacer compras en línea, pedir cualquier cosa y que se la entreguen al día siguiente», destaca.
Lanzada desde el garaje de Bezos, Amazon tiene hoy un valor de más de US$ 1,7 billones en bolsa y sus ingresos fueron de US$ 386.000 millones en 2020. Es un grupo tentacular, que va del comercio en línea a la informática en la nube, pasando por la inteligencia artificial y la producción de películas.
Instinto
Bezos «tiene el instinto para dar con aquello que va a funcionar», estima Roger Kay, analista de Endpoint Technologies Associates.
La empresa ha superado a sus rivales al decidir durante los primeros años «reinvertir todas las ganancias en su crecimiento», recuerda Kay. Una estrategia que puede haber dejado perplejos a los inversores pero que ahora «parece completamente lógica», destaca.
Para Bob O’Donnell de Technalysis Research, Bezos «no fue el primero o el único» en la ola del comercio en línea «pero lo comprendió y ha trabajado para mejorarlo».
El jefe de Amazon principalmente ha «comprendido la necesidad de construir las infraestructuras», con su vasta red de camiones, depósitos o aviones, destaca O’Donnell. «Muchas otras empresas no se dedicaron a invertir dinero en ese trabajo ingrato tras bastidores».
También hizo suya la suerte de su empresa: incluso tras haber cedido a su exesposa una parte de sus acciones en Amazon tras su divorcio, Bezos tiene actualmente unos US$ 200.000 millones, según la revista Forbes.
Deja la gestión diaria de su empresa para pasar más tiempo dedicado a sus otros proyectos, como la sociedad Blue Origin -que hará su primer vuelo de turismo espacial el 20 de julio con Bezos a bordo. El hombre de negocios también es dueño del diario Washington Post y ha dicho que quiere dedicar tiempo y dinero a la lucha contra el cambio climático.
¿Víctima de su éxito?
Se fue en un momento en que Amazon, que emplea a más de 800.000 personas en EE.UU. tras haber visto a su actividad despegar aún más durante la pandemia, enfrenta numerosas críticas de parte de los defensores de los trabajadores y los reguladores.
Amazon destaca que ofrece un salario mínimo de US$ 15 la hora y otras ventajas, pero los críticos denuncian regularmente la obsesión con la eficacia aún a riesgo de tratar a los trabajadores como máquinas.
En su última carta anual a los accionistas en abril, y tras conocerse un intento de sindicalización en un depósito del grupo en Alabama, Bezos reconoció que la empresa debía mejorar para sus empleados y prometió que Amazon se convertiría en «el mejor empleador de la Tierra».
Pero inquietos por la influencia creciente de los gigantes de la tecnología en sectores enormes de la economía, los reguladores estudian medidas que podrían llevar a desmantelar parcialmente Amazon.
Amazon podría entonces convertirse en «víctima de su propio éxito», dice Kay.
Pero aún si el grupo debe dividirse en varias entidades, cada una de ellas «prosperaría en su propio mercado», predice. «Puedo imaginar fácilmente un escenario en el que la suma de esas entidades se muestre superior al conjunto unificado. Los accionistas no deben sufrir».