Análisis
La cultura del aprendizaje permitirá a empresas prosperar post pandemia
Hagamos un ejercicio de lógica: las personas que nos lideran toman decisiones. Las que toman decisiones dan respuestas. Ergo, las personas que nos lideran dan respuestas.
Culturalmente hemos asumido que el liderazgo implica decir algo en relación a una pregunta o petición que alguien ha realizado, pero contra-intuitivamente, este razonamiento lleva a erosionar la confianza en las personas, especialmente en un momento en el que muchas cosas son inciertas. Desde chicos, nos formamos preguntando. Lo curioso es que, al ir creciendo (en la organización), dejamos de preguntar. ¿Creemos que tenemos las respuestas a todas las preguntas importantes?
En cambio, realizando preguntas poderosas e inspiradoras, transmitimos que desconocemos muchas respuestas y solicitamos la ayuda de otros para encontrarlas. ¿No parecerá que no sabemos lo que estamos haciendo? Las investigaciones han demostrado que expresar vulnerabilidad y pedir ayuda es una fuerte señal para los demás de que confiamos en las personas, y es más probable que confíen en nosotros. De hecho, aprender a hacer buenas preguntas nos ayuda a conectar con los demás, pensar en conjunto cómo encaminar una solución y potenciar los pensamientos innovadores.
Alex Osborn, experto en creatividad y creador del brainstorming, afirmaba que «la pregunta es la más creativa de las conductas humanas». Hacer grandes preguntas lleva a las personas a unirse para explorar nuevas oportunidades que todavía no han sido examinadas por la organización.
Cambio cultural
El hacer preguntas como líder, también comunica que realizarlas es importante. Inspira a las personas para que identifiquen nuevas oportunidades y pidan ayuda cuando la necesiten.
En lugar de esperar respuestas, se fomenta la exploración que puede generar nuevos conocimientos sobre posibles respuestas a las preguntas. Esto alienta a las personas a realizar pequeños movimientos iniciales que ayudan rápidamente a aumentar el entusiasmo por la pregunta. A medida que empiezan a surgir respuestas tempranas, como resultado de pruebas piloto o investigaciones, es bueno compartirlas, incluso si no son innovadoras.
Estos comportamientos conducen a una cultura de aprendizaje. Según una reciente investigación de McKinsey, las organizaciones que prosperarán post pandemia son aquellas que alientan a todos a aprender más rápido y a expandir más ágilmente el valor que brindan a sus partes interesadas.
Una empresa que quiere ser innovadora, sin el liderazgo adecuado, tendrá un equipo conservador.
Hacer preguntas permite aprovechar oportunidades aún no exploradas. Por ejemplo: ¿Cuáles son las necesidades emergentes no satisfechas de nuestros clientes que podrían setear las bases para un nuevo negocio? ¿Cómo podríamos aprovechar los recursos de terceros para abordar una gama de necesidades más amplias de nuestros clientes? ¿Cómo podríamos pasar de productos y servicios estandarizados a brindar soluciones más personalizadas? Las preguntas más amplias comunican que se tiene un sentido de ambición y que se desea llevar a la organización a otro nivel. Adicionalmente, invitan a la colaboración y fuerzan a las personas a salir de su zona de confort. Y cuando nos sacan de ese espacio, tenemos dos opciones: volver a la vieja zona -donde no encontraremos las respuestas-, o agrandarla.