OriHime, los robots mozos que fomentan la inclusión en Tokio

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Mozos. Unos 20 robots en miniatura, de ojos almendrados, están distribuidos en el local que no tiene escaleras.

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Mediante esta tecnología, se brinda trabajo a personas que no pueden salir de sus casas.

En una cafetería de Tokio, Michio Imai saluda a un cliente, pero está a cientos de kilómetros de allí, controlando a un robot mozo.

«Hola ¿cómo estás?», saluda OriHime, un robot que parece un pingüino, desde la entrada. Imai lo controla desde su casa, en Hiroshima, a 800 kilómetros de la capital japonesa. Él es uno de los 50 empleados con discapacidad física y mental que trabaja en el café Dawn como «piloto», operando a los robots.

La cafetería abrió en el céntrico distrito Nihonbashi de Tokio en junio y da trabajo a personas de todo Japón y del exterior, aunque algunos empleados trabajan en el mismo café.

Su inauguración estaba prevista el año pasado, durante los Juegos Paralímpicos, pero se pospuso debido a la pandemia.

Unos 20 robots en miniatura, de ojos almendrados, están distribuidos en el local que no tiene escaleras y está adaptado para las sillas de ruedas.

Mozo robot
OriHime. Todos llevan cámaras, micrófono y altavoz incorporados. (Foto: AFP)

Los OriHime, llevan cámaras, micrófono y altavoz incorporados para que los operadores puedan comunicarse con los clientes en forma remota.

«¿Podría tomar nota?», pregunta uno, al lado de una tableta con un menú de hamburguesas, curry y ensalada.

Mientras los clientes hablan con los pilotos que operan a los minirrobots, tres de mayor tamaño y forma humanoide, se desplazan sirviendo bebidas o saludando a los clientes. Las máquinas son, ante todo, un medio para que trabajadores se comuniquen con los clientes.

«Puedo hablar con nuestros clientes sobre multitud de temas, como el tiempo, el pueblo en donde vivo o mi salud», dice Imai, que padece un trastorno de somatización que le impide salir de su casa. «Mientras esté vivo, quiero darle algo a la comunidad, trabajando. Me siento feliz si puedo ser parte de la sociedad», comenta.

El proyecto fue ideado por Kentaro Yoshifuji (33), empresario que cofundó la compañía Ory Laboratory, que fabrica los robots. De niño, su salud no era buena, no podía ir al colegio y empezó a pensar formas para hacer que la gente trabaje aunque no pueda salir de casa.

Puso en marcha el café con el apoyo de grandes compañías y una campaña de micromecenazgo y afirma que su proyecto va mucho más allá de robots.

«Los clientes no vienen aquí únicamente para conocer a los OriHime, hay personas operando a los OriHime entre bastidores y los clientes volverán aquí para verlas nuevamente», dice.

Más inclusivos

La inauguración del café, como la de los Juegos Paralímpicos, pone sobre la mesa la cuestión de la inclusión y la accesibilidad en Japón. Desde que la candidatura de Tokio para los Juegos fue seleccionada en 2013, el país mediatizó sus esfuerzos para que los lugares públicos fueran más accesibles, aunque el impulso de la inclusión sigue siendo limitado, lamenta Seiji Watanabe, que dirige una ONG de apoyo a personas con discapacidad que desean trabajar.

El gobierno japonés indicó en marzo que la proporción mínima de empleados con discapacidad debe ser en las empresas de entre 2,2% y 2,3% de la plantilla, demasiado poco según Watanabe, lo que incide en que la «diversidad» no forma parte de la «cultura» de las empresas japonesas.

En la cafetería Dawn, Mamoru Fukaya, que llegó con su hijo de 17 años, apreció la conversación mantenida con el «piloto» del robot. «Era muy simpático y como no puede salir de su casa, es genial que tenga este tipo de oportunidad», comenta.

Kentaro Yoshifuji espera que, en un futuro, los robots sirvan incluso para hacer que los Juegos Paralímpicos sean más inclusivos. «Podría crearse un nuevo tipo de Paralímpicos para la gente que está postrada en la cama o inventarse nuevos deportes. Esto sería interesante».

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