Informe
Ya sea por disfrute, por bajar "varios cambios", por reuniones de trabajo, o estar en familia o amigos, la actividad náutica gana adeptos en el sector corporativo
Ya sea para estar en familia, con amigos o para ir solo, navegar es una actividad que ayuda a relajarse, a quitarse el estrés pero también a aprender sobre orden y rutinas, a ser solidario y hasta a generar mejores ambientes para reuniones de trabajo.
Si bien se asocia a un espacio para disfrutar y pensar, algunos empresarios y ejecutivos apasionados por la navegación aseguran que también influye en sus actividades corporativas.
Famosos ejecutivos como Jeff Bezos (Amazon), Larry Page y Sergei Brin (Google) y Larry Ellison (Oracle) son conocidos por su afición a la navegación.
Esa actividad también resuena entre los empresarios y ejecutivos uruguayos. Seis de ellos de diferentes sectores, desde software, agro, comercio minorista y profesionales independientes cuentan cómo descubrieron este pasatiempo y el camino que los llevó a animarse a tomar el timón, dirigir y fijar un rumbo; una experiencia que sirve de analogía con el hecho de estar al frente de una empresa.
El contador Juan Alberto Etcheverrito dirige Etcheverrito, uno de los estudios contables administrativos más prestigiosos del país. Pero no es lo único que timonea. También es el Comodoro del Yatch Club de Punta del Este y navega desde hace más de 40 años. La actividad siempre lo cautivó, por vivir al lado del mar. «Estoy afincado en Punta del Este y la navegación es algo que siempre me interesó, hoy mis hijos también me siguen», dijo con orgullo. Adquirió su primera embarcación en la década de 1970, una lancha casarino. Con los años mejoró; primero navegó a vela y hoy es propietario de un Princess 42 (42 pies) a motor. Reconoce que en la actualidad sale al mar todos los días que puede. «Es una satisfacción y me da una sensación de libertad total de accionar», explica. Además, si bien trata de no implicarlo a su trabajo, asegura que la actividad lo ayuda en su ámbito laboral. «Uno se limpia el cerebro con la calma del mar. Además, cuando viene gente del exterior, llevarla a navegar resulta un agasajo importante. «Invité a Antonio Banderas y Melanie Griffith y fuimos hasta la Isla de Lobos. Es un acercamiento afectuoso», recuerda.
Juan José Aguiar Zorrilla de San Martín (59), es empresario del sector ganadero y forestal. Dirige en Paysandú el establecimiento El Mudador y hace más de 35 años que comparte su tiempo entre el campo y el mar. «Siempre me gustaron las aventuras, estar en el barco manejando las situaciones y, como a mi señora también le apasiona, navegamos mucho», comenta quien hoy preside el Yatch Club Uruguay. Sus primeras millas las navegó en la embarcación de su suegro hasta que compró su primer barco, una lancha a motor. Su segunda adquisición llegó en 1997, un estilo crucero hecho en Uruguay con líneas de un astillero inglés de 30 pies. «Tenía camarote, cocina, baño, cuarto. Gracias a eso algunas noches me quedaba a dormir en Punta del Este», recordó. Ahora posee un barco de EE.UU., un Viking de 41 pies. «Es para descansar del año. En esta época salimos todos los días, de 11 a 20. En diciembre aproveché poco e hice navegaciones más cortas», acota quien en invierno casi no sale. El empresario aseguró que no mezcla trabajo con navegación, pero señala que la actividad lo ayuda a quitarse el estrés: «Es un hobby sano que te mantiene activo y es muy relajante».
«La náutica es una manera de vivir», definió Roberto Couce, gerente de compras de Grupo Disco y secretario general honorario del Yatch Club Uruguayo.
«Te sentís libre, estás en contacto con la naturaleza, el río, el mar. Tenemos cientos kilómetros de costa, hay que vivirlas como un relax. Cuando salimos cuatro horas a navegar le ganamos cuatro horas a la vida», remarcó. En su caso, cuando le «explota la cabeza» por el trabajo, sale al agua porque se «desconecta» y vuelve «como nuevo». «No llevo trabajo al bote, pero navegar me ayuda a ver los problemas desde otro lado», aclaró. La pasión de Couce por los barcos viene desde niño cuando navegaba con su padre. Viviendo en Argentina, en la década de 1980, adquirió su primer barco a medias con un amigo. Fue un Plenamar 23 usado a US$ 3.000. En 1986 lo vendieron y cuatro años después compró un Plenamar 300 (de 30 pies) que vendió en 1993 al regresar a Uruguay. «Durante años alquilé un barco en Punta del Este hasta que en 1999 compré un Velamar 33 (33 pies) que dejé en 2010 cuando adquirí un Bavaria 40». Durante la temporada navega a diario en Punta; en invierno sale algunos sábados por la mañana.
Álvaro García, cofundador de PedidosYa, incursionó en la náutica en 2020 por su afinidad con los deportes acuáticos. «Era algo pendiente. Pensaba adquirir una lancha y me recomendaron que antes aprendiera vela. Y me enamoró desde el primer momento», recordó.
Hoy sale todos los fines de semana entre cuatro y seis horas e incluso llegó a cinco días seguidos. Corrió la regata Rolex y en Europa se sumó a una en Barcelona y otra en Saint-Tropez (Francia). A sus cursos en el Club de Balleneros (Punta Ballena) le sumó otros en Muleque y uno en Europa de Day Skipper en la Royal Yachting Association. Mientras suma millas en el agua planea adquirir su primer barco «que seguro será un híbrido para recreación y competencia». Destacó que navegar lo «equilibra», es «un momento de desestrés» pero también de «desafíos». «Es interesante desde el punto de vista intelectual, hay que aprender mucho y tiene una cuota social grande porque en general las personas que están metidas en la náutica son apasionadas y contagian esa energía». A su entender, también es una actividad que genera autonomía, un «pilar de desarrollo muy importante».
Navegar es una rutina que ha acompañado casi la mitad de la vida de Fernando Burstin (58), director de Interamericana de Cómputos. Hace 25 años que practica esta pasión: en verano sale todos los días y en invierno lo hace alguna vez al mes en Montevideo. El empresario del sector tecnológico reconoce que navegar es una actividad totalmente separada de su trabajo pero asegura que lo ayuda a desestresarse. «Trabajo en el área de software en centros de datos y a veces es bueno despegarse un poco. Además, estar en el barco genera ideas innovadoras. Es una actividad lúdica, desestresante que hago por placer», reveló.
De todas formas, recordó que en ciertos momentos realizó «alguna reunión de trabajo» embarcado porque navegar «genera un ambiente distendido que no se logra en una sala de reuniones». Su primera conexión con la navegación se la debe a un amigo que tenía un velero. De hecho, su primer acercamiento fueron cursos de vela y navegación porque es necesario «saber las cartas, como son las reglas y sobre todo las normas de seguridad», dijo. Su barco, el único que ha tenido, es un Beneteau GT-40, un crucero a motor de 40 pies.
Para Julio Lestido, navegar está en el ADN familiar. «Mi abuelo tuvo barco y nos criamos en uno, pasamos muchas de nuestras temporadas arriba de una embarcación», recordó el empresario del rubro automotor y expresidente de la Cámara de Comercio y Servicios.
«Para mí fue una enseñanza de vida, aprendí lo importante que es mantener las cosas en orden y limpias porque evita problemas o accidentes. Además, estar en contacto con el mar me calma», reflexionó. Al respecto, dijo que eso lo ayudó en algunos aspectos en su vida corporativa. «Por ejemplo, al mar hay que respetarlo mucho y para que las cosas funcionen es necesario mantener el orden. Eso me llevó a ser ordenado y cuidadoso, a respetar el medioambiente donde me muevo, no solo mantenerlo sino saber que no hay que llevarlo más allá de los límites. También me enseñó a ser solidario y a conocerme y ver mis propias limitaciones frente al mar», indicó. Lestido, quien disfrutó de la navegación en el barco de su familia, salía casi todos los días de verano y alguna jornada al mes en invierno. Lo hizo en el mar pero también por todo el Río Uruguay y varias veces en Argentina.