Guayakí, la yerba mate que elevó su valor 600% y cuida el planeta

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Guayakí. La empresa vende yerba mate y bebidas orgánicas derivadas de la planta.

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La empresa recuperó 60.000 hectáreas de selva en la Cuenca del Plata, emplea a indígenas y «paga por lluvia»

Guayakí. La empresa vende yerba mate y bebidas orgánicas derivadas de la planta.
Guayakí. La empresa vende yerba mate y bebidas orgánicas derivadas de la planta.

Estamos en el negocio de las bebidas pero no estamos para eso, estamos para regenerar la vida», dice, optimista, Alex Pryor. Sus palabras toman dimensión cuando cuenta que su empresa de yerba mate Guayakí, fundada en 1996, crece a un ritmo de 25% anual y ya incrementó un 600% el valor de sus acciones, pero más importante aún es el efecto que genera en el medio ambiente y en las personas vinculadas a ella.

Guayakí ha colaborado en la regeneración de 60.000 hectáreas de bosque en la Selva Misionera, en la Cuenca del Plata, donde produce. La comunidad indígena Ache de Paraguay, que se ocupa del cultivo y recolección de la yerba mate, al aliarse con la empresa, pudo defender su tierra y consolidar su economía. Ese modelo de negocio convirtió a Guayakí en una de las primeras empresas B del mundo.

Sobre la creación de valor de Guayakí charló Pryor en un panel virtual organizado el jueves 6 en el congreso de marketing Marketers. El foro, moderado por el cofundador de Sistema B, Pedro Tarak, reunió al gerente general de Guayakí en Chile, Mauricio García, al encargado del centro de distribución de la firma en Los Angeles, Cuahutemoc Romero, a la líder indígena Margarita Mbywangi y al CEO de las tiendas chilenas de alimentos Fork, Víctor Arriola.

Guayakí comenzó su historia hace 25 años en el campus de la Universidad Cal Poly cuando Pryor le presentó la yerba mate al californiano David Karr, su actual socio. Hoy, la empresa con sede en Califonia, tiene más de 10.000 puntos de venta y produce yerba mate y bebidas orgánicas basadas en esa planta.

Para la distribución de los productos en EE.UU. la empresa emplea una flota de 250 autos eléctricos. Al frente del centro de distribución en Los Angeles está Cuahutemoc Romero. Su historia refleja el impacto social que procura Guayakí. Romero estuvo preso y su ingreso a la empresa, así como el de otros exreclusos, significó un nuevo comienzo. «Al salir de allí mi expectativa era hacer las cosas como se deben y lograr lo mejor en la vida», recordó.

La empresa, con sede en California, comercializa sus productos en más de 10.000 puntos de venta, mientras promueve una filosofía inclusiva y sustentable

La inclusión tiene en la comunidad Ache otro pilar. «Con Guayakí estamos creciendo, hacemos nuestros alimentos y nuestro medio de vida y logramos ser independientes del gobierno y de otras instituciones», destacó Mbywangi. Para subsistir, los Ache se reinventaron; pasaron de vivir de la caza y de la pesca a ser agricultores apoyados por Guayakí. Ese cambio vital ha permitido además «defender nuestras tierras y el planeta», agregó.

«Todo esto muestra lo inclusiva que puede llegar a ser una compañía», valoró García, gerente de Guayakí en Chile. Desde el punto de vista del negocio, la empresa ha creado una ecuación de precios «super equilibrada» para que todas las personas puedan acceder a los productos. «En la pandemia no hemos tocado al alza los precios, porque sentimos que tenemos que desarrollarlo más y estar muy cerca de las personas», comentó García.

Guayakí no tocó los precios de sus productos en la pandemia para mantenerse al alcance de los consumidores.
Guayakí no tocó los precios de sus productos en la pandemia para mantenerse al alcance de los consumidores.

Pryor cree que el éxito pasa por crear «vínculos sanos» con las personas, los animales y la naturaleza. Esa máxima cristalizó en un acuerdo con la ONG Gaia Amazónica por el que Guayakí «paga por la lluvia» que el Amazonas aporta a la Selva Misionera a través de «ríos voladores» (flujos masivos de agua en forma de vapor). Guayakí financia un programa de la ONG centrado en el liderazgo de jóvenes indígenas que manejan una región de 25 millones de hectáreas de la Amazonía como una forma de reconocer la interdependencia ecosistémica, cultural y económica.

Como concluye Pryor, «si queremos tener un ecosistema sano donde está la yerba mate, donde vivimos nosotros y del que depende nuestro negocio, necesitamos que se mantenga sano el otro ecosistema, el Amazonas, que nos da el agua».

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