Jorge Sicilia
Economista jefe del Grupo BBVA y director de BBVA Reseach
El Fondo Monetario Internacional (FMI)acaba de publicar sus tres informes estrella en los que analiza el estado de situación y las recomendaciones de políticas públicas sobre la economía (WEO), la política fiscal (Fiscal Monitor) y el entorno financiero (GFSR). Excelentes lecturas con recomendaciones muy trabajadas.
En los dos primeros, habla de los retos de crecimiento hacia delante (concentrándose en China y Europa) y en la necesidad de pivotar hacia un ciclo en el que sigan bajando gradualmente las tasas de interés, se reduzca el déficit público para estabilizar la deuda, y se hagan reformas estructurales para apuntalar el crecimiento de la productividad, en un mundo con enormes desafíos económicos y estratégicos: el envejecimiento de la población, la disrupción digital y el cambio climático en un entorno de mayor proteccionismo.
Hasta aquí, todo en línea con lo esperable. Ahora bien, se le ha quedado un mensaje un poco aguado porque los bancos centrales ya están bajando tasas; pocos países quieren o pueden hacer reformas estructurales con impacto; y sus recomendaciones de ajuste fiscal se trufan de gradualismo, cautelas y medidas de apoyo a los grupos más vulnerables.
Nada que objetar a estos objetivos, pero le falta matizar que se lo está comunicando a un grupo de países que, en general, siguen expandiendo su política fiscal sin que el ciclo económico lo justifique, que tienden a extender los escudos fiscales a conjuntos amplios de la población y no solamente a colectivos vulnerables, y que sin que les digan nada, los países que reducen el gasto no tocan el gasto social, sino que tienden reducir la inversión pública.
Adicionalmente, el FMI apunta a que la deuda es muy elevada y en senda ascendente, que el gasto público va a aumentar para cubrir los retos económico-estratégicos, y también que estamos en un mundo que infravalora la senda esperada de deuda pública y en el que hay cierta alergia a incrementar la eficiencia del gasto o los ingresos fiscales. Vamos, que existe un retraso en el ajuste fiscal que tenía que haber empezado ya.
No obstante, ninguno de los mensajes del FMI generó mucho debate entre los asistentes a sus reuniones en Washington. ¿La razón? Fueron dominadas por las próximas elecciones en Estados Unidos con las encuestas mostrando un aumento en la intención de voto para Donald Trump, un candidato con propuestas como mínimo antipáticas y preocupantes para los economistas con un foco más liberal e internacional que atienden las reuniones anuales del FMI y en las que, por cierto, cada vez se ven menos asiáticos.
No nos engañemos, ahora mismo no existe en la ciudad estadounidense ningún político demócrata o republicano que asome la cabeza para defender que hay que moderar el gasto público; ni analista económico de las consecuencias económicas de los programas electorales o declaraciones repetidas de Kamala Harris o Trump que no predigan un significativo aumento del déficit público en los próximos años. Ni que piense que las restricciones comerciales van a continuar gane quien gane; aunque esto importa mucho.
En este entorno, no es extraño que los asistentes a las reuniones nos comportáramos como adolescentes. Mientras el FMI quería hablar de estos retos, el debate más encendido se orientó a la posible imposición de aranceles por parte de EE.UU., a las limitaciones a China y a terceros países, al impacto de las medidas migratorias -la principal fuente de crecimiento de muchos países avanzados- y a la posible respuesta de terceros a todas estas medidas.
En aquellas reuniones específicas de análisis económico, regulatorio, de clima, de inteligencia artificial o para hablar de países concretos, el diálogo se terminó centrando en el impacto de las elecciones de EE.UU. Y mientras los seminarios económicos tuvieron amplia cobertura, nada en comparación con el interés que generaron las sesiones sobre las diferentes políticas y medidas económicas de los candidatos a los comicios del 5 de noviembre.
Las elecciones son también complejas para el FMI, dado que su principal accionista puede terminar siendo alguien con unas políticas económicas contrarias al ADN de la institución. Es difícil enfrentar las propuestas sensatas del FMI con otras muy extrañas que pueden terminar dominando la agenda de EE.UU. Se notaron más los adolescentes porque faltaban adultos en la sala.