Columna de APPCU: Vigencia virtuosa de una señera industria

El pasado lunes se conmemoró el día de la Industria de la Construcción, que coorganizaron las gremiales empresariales del sector, siendo APPCU una de ellas.

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Foto nueva de Aníbal Durán; Columna de APPCU.
Aníbal Durán.
Foto: Gentileza.

En representación de las mismas, hizo uso de la palabra el Presidente de la Cámara de la Construcción, Ing. Alejandro Ruibal, que con excelente locuacidad y dominio de la escena, presentó un panorama somero y muy preciso de la industria que nos compete.

No es del caso abundar sobre los distintos tópicos que esgrimió el citado Ruibal, quería enfatizar tal vez en el aspecto emocional que aporta la construcción.

Una industria que depende de muchos factores, entre ellos el clima, y donde existe el factor tiempo, que hace que, en su ínterin, el contexto económico, por ejemplo, no tenga nada que ver con el inicio de la obra en cuestión.

No estamos fabricando un traje, expresión ya muy trillada y en la cual hago hincapié recurrentemente, sin menoscabo en absoluto para los que se dedican a la tarea de la moda.

Vamos a los aspectos emocionales.

Nadie alcanza la meta; se logran etapas, pero las mismas siempre permiten nuevas instancias donde a su vez se incuba la definitiva incompatibilidad entre la obra humana y la perfección, entendiendo por obra no sólo lo que el hombre realiza, sino aquella en que el hombre se realiza.

Ya nos hemos referido en algún editorial anterior, a la tarea exquisita que tiene el obrero frente a sí, siendo ésta una industria esencialmente artesanal, donde el amor por lo que se construye juega una tarea medular.

Por eso, dado que cualquier manifestación de esfuerzo humano es un impulso hacia un objetivo que sólo puede ser alcanzado parcialmente, debemos concluir que lo que categoriza un afán no es la relatividad del éxito, sino la jerarquía del intento, porque es en él donde se registran las pulsaciones del mérito.

El mérito está en el camino, en sortear sus escollos, en vencer sus obstáculos, aunque no se llegue, porque, aunque se llegue, nunca se llega del todo.

Por eso es que el fracaso no estriba en que se llegue o no a las metas relativas a que se apuntó; el fracaso está en no emprender la lucha, en no decidir el rumbo; el fracaso está en la vanidad que encierra el temor de no triunfar, en la abulia que traduce el deseo de no luchar, en la arrogancia que no se expone a que se coteje en los escenarios del esfuerzo, la talla propia y la talla ajena.

Cada inicio de una obra de construcción de la índole que ésta sea, supone un enorme desafío del promotor, de la empresa constructora, de los obreros, sujetos al socaire de su talento, esfuerzo, dedicación, pero además de N imponderables que se suceden, remarcados el pasado lunes en su erudita alocución, por el Ing. Ruibal.

Yendo más específicamente a nuestro palo y el citado Ruibal lo enfatizó, la vivienda promovida, agregando que luego de la ley sobre vivienda del año 68, esta ley promulgada en noviembre del 2011, gobierno de José Mujica, fue votada por todos los partidos políticos, ha sido la más importante que se ha dictado en el decurso de todas estas décadas.

No me canso de mencionar la figura de Julio Villamide, asesor de nuestra gremial, quien asesoró debidamente a una comisión de APPCU, sentando las primeras bases de una idea, hasta que fue paulatinamente convirtiéndose en un proyecto de ley.

Recuerdo que nos visitó en APPCU, la dupla presidencial de entonces, Mujica-Astori y en ese almuerzo de trabajo ya esbozamos lo que luego se convertiría en una realidad que ha dado sus frutos.

Formamos una industria que es esencialmente humilde (virtuosa para el país en todo aspecto), nos referimos al conocimiento que se tiene de las limitaciones humanas, eso lleva de la mano a que por ese camino el perfil de los hombres dibuje siluetas incontestables.

Y con eso me quedo.

Salud!!!

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