La Nación/GDA
La pérdida de poder adquisitivo se infiltra en cada aspecto de la vida cotidiana, restringiendo opciones y generando estrés financiero. En el Finanzas de Bolsillo de hoy, vamos a explorar juntos distintos mecanismos para amortiguar esta pérdida y, en el mejor de los casos, recuperarla completamente. Nos enfocaremos en lo referente a los gastos, proponiendo métodos realistas y aplicables según la situación actual de cada uno, simplificando en dos grandes grupos: gastos aceptables y gastos eludibles. Con estrategias claras y efectivas, es posible mitigar los efectos de la inflación y mejorar nuestra capacidad para mantener un nivel de vida digno.
Gastos aceptables
Necesarios: Estos son los gastos que son imprescindibles y no dañan nuestras finanzas personales. Incluyen vivienda, salud, comida, transporte y vestimenta. Sin embargo, es crucial evitar el autoengaño, dado que no todos los productos que compramos son realmente necesarios. Ejemplo: Si usás taxis o aplicaciones de transporte frecuentemente para ganar comodidad, estos gastos no deberían clasificarse como necesarios. Identificá y separá los artículos de primera necesidad de los caprichos y gustos.
Inteligentes por disfrute: La vida no puede componerse solo de gastos necesarios; también es importante darse algunos gustos. Pero antes de realizar estos gastos, evaluá su impacto financiero en tu presupuesto de gastos totales mediante estos tres mecanismos: primero, evaluá si superan el 10% de tu presupuesto. Luego, evalualo a través de la financiación: Si querés comprar una bicicleta nueva para salir a pasear pero planeás financiarla en seis cuotas con la tarjeta de crédito, esto podría reducir tus flujos futuros de fondos mensuales. Evaluá si los intereses y la reducción de tu capacidad de ahorro en los próximos meses justifican la compra. Si la financiación pone en riesgo tu estabilidad financiera, sería mejor esperar o ahorrar hasta poder comprarla sin cuotas. Por último, está la espera consciente: Si de repente te dan ganas de comprar un televisor de última generación que viste en una tienda online, esperá 72 horas antes de hacer la compra. Durante este tiempo, reflexioná sobre si realmente necesitás el televisor o si es un impulso pasajero. Podés descubrir que, después de tres días, la urgencia de la compra desaparece y preferís destinar ese dinero a algo más útil o necesario.
Inteligentes por ahorro futuro: Un gasto inteligente no solo se evalúa por su costo inicial, sino por los beneficios a largo plazo que puede ofrecer. Algunos ejemplos de esto son, por ejemplo, los electrodomésticos de bajo consumo: Invertir en una heladera con eficiencia energética A+++ puede costar más inicialmente, pero reducirá significativamente tu factura de electricidad a lo largo del tiempo. Un modelo de bajo consumo puede ahorrar hasta un 30% en comparación con una heladera estándar, lo que se traduce en una reducción considerable de los costos de energía en el largo plazo.
Gimnasio y educación: Pagar una cuota mensual en un gimnasio puede parecer un gasto adicional, pero si lo utilizás regularmente, mejora tu salud y reduce gastos médicos futuros. Asimismo, invertir en cursos de idiomas o especializaciones profesionales aumenta tus habilidades y puede mejorar tus oportunidades laborales y salariales a largo plazo. Adelanto de consumo corriente: Comprar alimentos no perecederos en grandes cantidades durante una promoción puede ahorrarte dinero a lo largo del año. Por ejemplo, si comprás paquetes de arroz o fideos cuando están en oferta, podés abastecerte para varios meses a un precio reducido, lo que resulta en un ahorro significativo comparado con comprar estos productos a precio regular.
Gastos eludibles
Uno de ellos son los famosos gastos hormiga: Las comisiones por uso de cajeros automáticos de bancos donde no tenés cuenta pueden parecer insignificantes, pero se acumulan rápidamente. Si retirás efectivo tres veces al mes y cada transacción tiene una comisión de 200 pesos, eso suma 600 pesos, o 7.200 pesos anuales. Estos pequeños gastos invisibles, como cafés al paso, snacks y golosinas, pueden llegar a representar hasta el 25% de tu presupuesto mensual. Monitorear y eliminar estos gastos hormiga te permitirá ahorrar significativamente.
Luego aparecen los gastos derivados: Comprar o adoptar una mascota puede parecer un gasto manejable, pero los costos derivados, como alimentos, visitas al veterinario y otros cuidados, pueden acumularse rápidamente. Del mismo modo, adquirir un vehículo no solo implica el costo inicial de compra, sino también seguros, combustible, mantenimiento y reparaciones. Evaluar todos los costos asociados antes de realizar una compra primaria es crucial para evitar sobrecargar tus finanzas.
También pueden aparecer los gastos diferidos: Comprar una televisión de última generación en 12 cuotas con la tarjeta de crédito puede parecer tentador, pero puede llevarte a la “trampa de la deuda”. Disfrutás del bien ahora, pero las cuotas mensuales, que pueden incluir intereses altos, pueden convertirse en una carga financiera a largo plazo. Evitá diferir pagos para no convertirte en “cuotero” endeudado y mantené tus finanzas bajo control.
Algunas conclusiones
La diferenciación entre gastos aceptables y eludibles no solo nos ayuda a gestionar mejor nuestros recursos, sino que también nos invita a reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo. En este contexto, desarrollar una mentalidad financiera consciente y disciplinada puede marcar la diferencia entre sobrevivir y prosperar en un entorno económico desafiante. No se trata solo de cortar gastos innecesarios, sino de revalorizar cada peso gastado, asegurándonos de que cada decisión financiera nos acerque a nuestros objetivos a largo plazo. En última instancia, la clave para una salud financiera robusta reside en la capacidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes y en la voluntad de aprender y aplicar principios financieros sólidos.
Enemigos: juegos en el casino y estafas por promesas
En el universo de los ingresos fáciles, podemos ubicar a la lotería y los juegos de azar en general: ¿Qué puede ser más fácil que ir hasta la agencia de lotería del barrio y comprar un billete para volvernos millonarios de un día para el otro? Lamentablemente, las estadísticas nos dicen que es más probable que nos caiga un rayo en una noche de tormenta que acertar con los números ganadores de la lotería (según estudios hechos por el profesor Víctor Muñoz, de la Facultad de Ciencias Universitarias de Chile, la probabilidad de ganar el loto es 1 en 4,5 millones).
Eso sí: las agencias de azar se ocuparán de que el testimonio de aquel afortunado entre millones de personas que malgastan su dinero todas las semanas en este tipo de juegos nos haga creer que pudimos ser nosotros.
Luego están los esquemas Ponzi: ¿Qué puede ser más fácil que aportar una suma de dinero pequeña ahora, convencer a amigos y familiares que entren también en el “juego” y esperar luego nuestro turno para cobrar lo que pusimos multiplicado por 10? No importa el nombre ni la creatividad a la hora de clasificar los distintos tipos y etapas de cada una de estas propuestas que cada tanto nos llegan. En todos los casos, se trata de variaciones más o menos conocidas de un tipo de estafa conocida como “Esquema Ponzi”, donde las ganancias de sus miembros se basan exclusivamente en lo que aportan los nuevos inversores. Todo funciona de maravillas hasta que al administrador del fondo de dinero que no gana lo que dice que gana le cuesta conseguir más gente interesada en apostar su dinero y el sistema colapsa violentamente.