Dependiendo de la situación financiera de cada individuo, hay quienes pueden estar transitando momentos desafiantes, por lo que a la hora de buscar soluciones puede ocurrir que uno caiga en el estrés financiero, el cual inevitablemente repercute en la vida cotidiana. Por ello, en este Finanzas de Bolsillo analizaremos cuales son los miedos financieros e identificaremos los diversos tipos que acechan para encontrar soluciones y hacerles frente.
En primer lugar, el miedo financiero se refiere a la preocupación o aprensión que experimenta una persona en relación con su situación financiera o la economía en general. Este sentimiento puede surgir ante diversas circunstancias, como la incertidumbre laboral, la inestabilidad del mercado, la pérdida de ingresos, la inflación, la depreciación de la moneda, entre otros factores económicos. En términos más simples, el miedo económico se manifiesta cuando las personas temen no poder cubrir sus necesidades básicas, enfrentar dificultades financieras o sufrir pérdidas económicas significativas. Este fenómeno puede tener un impacto negativo en la calidad de vida y el bienestar emocional de las personas, generando estrés y ansiedad.
Entre la amplia gama y singularidad de miedos económicos que podrían existir, analicemos tres a modo de ejemplo. El primero es el miedo a la pérdida de “status social”: este tipo de miedo económico surge ante la posibilidad de descender socialmente, como por ejemplo pasar de una clase media a una posición económica más baja, y perder el estatus y las comodidades asociadas. Las personas temen no poder mantener el nivel de vida al que están acostumbradas, lo que podría implicar renunciar a ciertos privilegios y enfrentar dificultades financieras que antes no experimentaban.
Otro es el miedo a agotar el “colchón” financiero: la inquietud por consumir el colchón de ahorros para enfrentar las necesidades diarias de subsistencia genera una aprehensión tangible. El temor se centra en la posibilidad de agotar rápidamente los recursos financieros acumulados a lo largo del tiempo, dejando a la persona sin un respaldo económico de emergencia.
El siguiente es el miedo a la pobreza extrema. Este temor se manifiesta cuando las personas tienen la preocupación constante de no poder mantener un nivel de vida digno, temiendo caer en la pobreza extrema. Factores como la pérdida de empleo, cambios bruscos en la situación económica personal o eventos inesperados que afecten los ingresos, alimentan este miedo. La inquietud se centra en la posibilidad de no poder cubrir necesidades básicas como vivienda, alimentación y salud.
Tras conocer estos miedos, ahora abordaremos tres herramientas mentales para desafiar los miedos económicos. Enfrentar el miedo a la pobreza puede beneficiarse de un ejercicio detectivesco de los pensamientos negativos. Este proceso implica cuestionar y analizar de manera realista las preocupaciones económicas.
¿Cómo sacar provecho de tu estabilidad financiera?
Existen diversos beneficios que se presentan en la palma de la mano si uno logra seguir un camino adecuado y sin sobresaltos para conseguir mantener en línea el capital personal. Uno de ellos es la ya mencionada reserva de emergencia, ya que el ahorro proporciona un colchón financiero en caso de emergencias inesperadas, como gastos médicos o reparaciones urgentes, evitando recurrir a deudas costosas.
El logro de metas también ayuda a alcanzar objetivos a largo plazo, como por ejemplo comprar una casa, financiar la educación o jubilarse cómodamente, proporcionando los recursos necesarios para cumplir estas aspiraciones. Otro beneficio es la estabilidad financiera. El ahorro brinda seguridad y estabilidad económica al crear una base financiera sólida, reduciendo el estrés causado por la incertidumbre financiera. La inversión y crecimiento es otro beneficio clave, ya que los ahorros pueden convertirse en capital para inversiones productivas, estimulando el crecimiento económico al financiar proyectos y emprendimientos.
Como ya mencionamos, el ahorro también nos puede ayudar a enfrentar situaciones económicas difíciles (tales como perder un empleo, la inflación, la devaluación y la pobreza), ya que provee recursos para superar recesiones y mantener el nivel de vida en tiempos de adversidad, por lo que resulta más que importante poner en práctica esta serie de recomendaciones a futuro.
Primero debemos realizarnos la siguiente pregunta: ¿Existe realmente la posibilidad de perder todo mi dinero y caer en la pobreza? Se debe examinar objetivamente la probabilidad de que las peores consecuencias ocurran. En este caso, hay que iniciar el proceso identificando claramente los activos financieros, las inversiones y las fuentes de ingresos, para determinar con claridad la situación financiera actual. Evaluar la estabilidad de estas variables proporciona una comprensión realista de la situación económica presente. Muchas veces, la percepción del riesgo puede ser más elevada que el riesgo real.
Luego, debemos preguntarnos si contamos con un fondo de reserva para vivir seis meses en caso de quedarnos sin trabajo. La clave no solo radica en la existencia del fondo de reserva, sino también en su capacidad para satisfacer nuestras necesidades durante un periodo prolongado. Es clave saber si la cantidad actual en el fondo es suficiente para cubrir gastos como vivienda, alimentos, salud y otros gastos esenciales durante seis meses sin ingresos adicionales. Si al evaluar nuestro fondo de reserva identificamos que no es suficiente, es crucial considerar estrategias para mejorarlo. ¿Podemos aumentar gradualmente esta reserva mediante ahorros regulares? ¿Existen áreas en las que podamos reducir gastos no esenciales para destinar más recursos a este fondo? Pasados esos seis meses: ¿Tendría gente dispuesta a ayudarme? ¿Cuánto tiempo tardaría en volver a valerme por mis propios medios? En resumen, responder a la pregunta sobre la existencia de un fondo de reserva para vivir seis meses en caso de adversidades económicas implica un examen profundo de la actual capacidad de enfrentar situaciones de emergencia y la disposición para mejorar esta herramienta fundamental de seguridad financiera.
En el tercer punto es crucial realizar una visualización positiva: es bueno dedicar tiempo regularmente a visualizar un escenario financiero positivo. Imaginate alcanzando tus metas económicas, superando desafíos y disfrutando de la estabilidad financiera. Esta práctica puede ayudar a contrarrestar los pensamientos negativos, cultivar una mentalidad más positiva y fortalecer la confianza en tu capacidad para manejar situaciones económicas adversas. Realizá esta práctica todos los días por un lapso de al menos 15 minutos, adaptándola a tus metas y aspiraciones específicas. La visualización positiva no solo ayuda a reducir la ansiedad y el miedo, sino que también puede influir positivamente en tus actitudes y comportamientos hacia las decisiones financieras. Combiná esta herramienta con las anteriores para fortalecer tu enfoque mental y mejorar tu bienestar financiero.
Contando con estos consejos, es posible idear estrategias para no caer en el estrés financiero ante posibles fluctuaciones de mercado o problemas de dinero personales. La clave para abordarlos, en este caso, radica en la conciencia, evitando caer en la queja constante y en pensamientos catastróficos. Es más, la verdadera batalla inicia en la mente y se traduce en acciones y hábitos financieros diarios. Utilizar las herramientas presentadas hoy proporcionará un enfoque práctico para superar estos temores y construir una base financiera más sólida. [La Nación/GDA]
La clave de reducir los gastos hormiga, los derivados y diferidos
Es clave mantenernos alejados de ellos si queremos mejorar o conservar nuestra salud financiera. Los gastos hormiga pueden ser, por ejemplo, el pago de comisiones por uso de cajeros automáticos de bancos donde no tenemos cuenta, la solicitud y renovación de tarjetas de crédito adicionales que se utilizan poco, el mantenimiento de varias cuentas bancarias cuando podríamos tener una sola, la compra de billetes de lotería, los cigarrillos, las comidas no siempre deseadas fuera de casa, las gaseosas o cafés al paso, las golosinas del kiosco, lavar el auto muy seguido para mostrarlo siempre reluciente, la acumulación de bijouterie, los pañuelitos descartables y los snacks son solo algunos de estos pequeños gastos casi invisibles que, en la sumatoria, pueden representar hasta el 25% de nuestro presupuesto mensual. Por otro lado, los gastos derivados se llaman así porque derivan de un gasto primario. Por ejemplo, si compro una mascota tengo que ponderar no solo el costo de adquisición, sino también el de mantenimiento (comida, veterinario y más). Por último nos encontramos con los gastos diferidos. Son principalmente los gastos que se realizan con tarjeta de crédito. Se disfruta en el presente aquello que se pagará más adelante. Luego, cuando haya que afrontar el pago, el disfrute habrá desaparecido hace tanto tiempo que ya ni recordaremos cómo fue o por qué estamos pagando tanto dinero en forma mensual. Es así como nos toparemos con “la trampa de la deuda”, ese laberinto de las finanzas personales del que muchas veces resulta complicado salir o poder afrontar. En este caso, lo mejor o lo más recomendado es no caer en razonamientos ingenuos y dejar de diferir los pagos para evitar convertirnos en “cuoteros” endeudados.