El beneficio "distinto" que podría tener Uruguay, si sale bien un "experimento del gobierno de Milei"

Entrevista de El País con el economista argentino Marcos Buscaglia.

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Marcos Buscaglia.
Marcos Buscaglia. Foto: Agustina Buscaglia.

El argentino Marcos Buscaglia es doctor en Economía por la Universidad de Pensilvania, fue jefe de Investigación Económica del Bank of America/Merrill Lynch (2010-2015) y antes, de Citi (2006-2010), y decano de la Universidad de los Andes. Actualmente, con su consultora Alberdi Partners, se dedica al asesoramiento en política económica. Ha escrito varios libros, es columnista del diario La Nación de Argentina y desempeña su actividad desde Argentina y Estados Unidos.

—¿Cómo ve la situación económica de Argentina?

—Se está atravesando por un proceso de ajuste muy duro, con una corrección muy rápida de los desequilibrios fiscal y externo, donde el gobierno ha tenido un superávit primario en las cuentas fiscales. En enero, el país ya entró en un superávit comercial, comparado con los déficits de años anteriores. Entonces, estos ajustes son muy duros sobre la actividad, que está cayendo muy fuertemente. Este proceso va a durar un tiempo más, hasta que el gobierno lance un plan de estabilización, que no sé si será la dolarización finalmente, o un plan de estabilización más clásico. Y ahí yo creo que la economía puede llegar a empezar a expandirse.

—La contracción de la actividad es fuerte, por lo que es difícil pensar ahora en expansión.

—Cuando miramos los datos de noviembre, la actividad cayó 1,6% contra octubre, y en diciembre cayó 3,1% contra noviembre. O sea, estamos hablando de más de 5 puntos en dos meses. Se debe al ajuste fiscal y al salto inflacionario por la devaluación (del dólar), que básicamente están haciendo que los salarios reales estén impactados fuertemente. Los salarios crecieron un 8,9% nominal en diciembre, contra una inflación de 25,5%. Pero eso se va a ir corrigiendo con un plan de estabilización que el gobierno tiene que lanzar. En algún momento, el gobierno va a tener que anunciar algún plan de estabilización y el levantamiento del cepo, básicamente, para que la economía vuelva a crecer.

—Usted ha planteado en La Nación que el escenario de dolarización puede generar hiper recesión y mayor caída del consumo. Otros economistas están hablando de bimonetarismo y no tanto de dolarización. ¿Qué proyecciones hace hoy en día?

—Creo que vamos a una hiper recesión, a una inflación decreciente en el tiempo, más rápido de lo que estima el consenso de los economistas, porque la situación de la actividad es de recesión, lo cual impide que haya muchos aumentos de precios. Prefiero que no haya dolarización, que se adopte un sistema de metas de inflación con un Banco Central independiente, como lo está implementando Uruguay, como lo implementó Paraguay, Chile, Brasil, México, Colombia. Pero esas son mis preferencias. Creo que el presidente (Javier Milei) quiere dolarizar.

—Lo que está anunciado es una salida del cepo a mitad de año, ¿lo ve viable?

—Es un objetivo, sí. Las condiciones van a estar dadas, porque ya el exceso de pesos argentinos que había en la economía, va a estar muy controlado para mitad de año. El Banco Central habrá sumado reservas para ese momento, con lo cual vamos a estar en condiciones de levantar no todo el cepo, pero sí gran parte.

—El problema del gobierno con las provincias, ¿hasta qué punto pueden frenar las iniciativas de Milei?

—Hay que pensar a Milei como alguien que juega fuerte. Así como Néstor Kirchner jugaba fuerte para el lado de la izquierda, Milei juega fuerte, y entiende que el ajuste fiscal no solamente lo tiene que hacer el gobierno nacional, sino las provincias, y está forzando ese ajuste de una manera combativa. Creo que eso no va a cambiar, va a ser la tónica de los próximos años: un presidente que juega muy fuerte en todas sus iniciativas.

—¿Esa situación podría llevar a la ingobernabilidad en Argentina?

—Va a depender del éxito económico que tenga o no Milei. Si tiene éxito en bajar la inflación y hacer que la economía se recupere, el sistema político no se le va a oponer o a ponerle grandes “palos en la rueda”. Pero si la economía trastabilla, con un gobierno en minoría, va a estar muy complicada la situación política. Creo que, al final, la estabilización y el crecimiento de la economía son fundamentales en estos momentos para poder ganar capital político.

—Para eso, ¿el gobierno tendría que mostrar resultados pronto, considerando que los ánimos están caldeados?

—Sí, tiene que mostrar resultados, que es seguir bajando la inflación y que la economía empiece a recuperarse después de un inicio de año muy duro.

—¿Qué tanto resistirá la población la situación con la eliminación de subsidios y la suba de precios, que estuvieron congelados en el gobierno de Alberto Fernández?

—Es una incógnita. Sin embargo, cuando miramos las últimas encuestas de aprobación presidencial o indicadores como confianza del consumidor, en febrero estuvieron sorprendentemente bien para el estado de la economía. De hecho, el Índice de Confianza del Consumidor que publica la Universidad Di Tella subió en febrero, contra enero. O sea, en enero tuvo una baja importante, pero tuvo la suba en febrero, después de dos caídas muy fuertes en diciembre y enero. La confianza en el gobierno, que también publica Di Tella, baja solamente en 1,4% en febrero. Entonces, diría que hasta ahora, va sorprendentemente bien. Pero sí, es un tema a seguir monitoreando.

—Más allá de esos índices, lo que se ve de afuera es que la pobreza es muy grande, que la gente dice que no puede más y que los sindicatos y algunos sectores están muy enojados.

—Bueno, sí. Hay que tener en cuenta que la inflación fue muy alta y los ingresos no acompañan, y todavía no hay un shock de oferta que esté complementando y permita bajar precios. Pero hay que esperar los resultados de las medidas.

—Usted ha hablado de “esqueletos en el placard” que tiene Argentina, entre ellos: una reserva muy baja, la deuda y el juicio con la empresa YPF. ¿Cómo los evalúa?

—Todos esos esqueletos continúan ahí. La Argentina tiene varios juicios, tanto en Londres como en Nueva York, por los desfalcos que produjeron las decisiones kirchneristas. Y el juicio de YPF está, a los efectos prácticos, perdido. Es muy probable que Argentina tenga, en algún momento, que pagar US$ 16.000 millones, o sea, estamos hablando de 3 o 4 puntos del Producto Interno Bruto (PIB), en un juicio por un error, —digamos estúpido—, del actual gobernador de la provincia de Buenos Aires (Axel Kicillof) y de la entonces presidenta Cristina Kirchner. También hay otro juicio por manipulación de las estadísticas de crecimiento, en lo que se llama los “cupones del PIB”, que ya hay una sentencia desfavorable en Londres. Hay juicios del Ciadi dando vueltas. Los esqueletos siguen. El desfalco que produjo el kirchnerismo tiene consecuencias monetarias y sobre la pobreza, por haberse consumido las reservas, y hay consecuencias sobre la confianza para invertir en la Argentina. El kirchnerismo fue una gran estafa, que nos va a costar mucho a los argentinos, y por mucho tiempo.

—Las reservas han estado subiendo en las últimas semanas.

—Las reservas han subido fuertemente. Desde la devaluación del 13 de diciembre, el Banco Central compró más de US$ 8.000 millones de reservas. Una parte de este aumento de reservas es, en cierto sentido, artificial porque todavía el pago de las importaciones es muy bajo, pero no deja de tener un componente importante de mejora.

—¿Y cómo ve la deuda?

— Con un gobierno que está en superávit, la deuda está bajando. Todavía no hay datos nuevos, pero debe estar bajando, porque un gobierno en superávit, por definición, hace bajar la deuda. La Argentina no tiene una deuda muy elevada en términos del PIB, lo que tiene la Argentina, a diferencia de otros países, es un mercado de capitales muy malo, muy bajo y muy poco profundo, con el cual poder financiar el déficit. Eso hace que cuando se cierra el mercado internacional, como está cerrado ahora, el país se quede sin capacidad de financiamiento.

—¿Cómo proyecta el impacto de la situación argentina en Uruguay?

—Creo que, si las cosas le salen bien a Milei —que pienso que es una posibilidad relativamente alta—, vamos a ver meses de muchas zozobras, pero al final el experimento va a salir bien. Si eso ocurre, el crecimiento del beneficio que tuvo Uruguay en los últimos años de argentinos mudándose allá —por la situación de presión tributaria y de falta de expectativa de negocios en Argentina—, eso va a dejar de beneficiar a Uruguay, en términos relativos. De lo que se va a beneficiar Uruguay es de tener una economía al lado que empieza a crecer, y eso no es menor, para el turismo, para la agroindustria. Va a cambiar el motor de cómo la economía argentina impacta la de Uruguay: va a dejar de ser un motor de argentinos que se mudan para allá, o que invierten allá porque acá, en Argentina, no tienen capacidad de inversión, a pasar a ser un motor más de una economía que tracciona, que crece. La economía argentina lleva 13 años de estancamiento, entonces, si el experimento de Milei sale bien y la Argentina empieza a crecer, eso va a terminar beneficiando a Uruguay. Pero va a ser un tipo de beneficio distinto al que tuvo en los últimos años, que estuvo más ligado a “me mudo a Uruguay, porque acá no se puede vivir”.

—Por lo que afirma, ¿proyecta, entonces, que disminuirán las inversiones de argentinos en Uruguay a medida que haya más seguridad jurídica en Argentina?

—Exactamente, las inversiones se van a quedar más en la Argentina.

—Sobre el turismo que mencionó casi al pasar, ¿qué proyecta?

—El tipo de cambio en la Argentina, ya sea con dolarización o con un plan de estabilización más clásico, como sea, no va a estar tan caro como estuvo en los últimos años el blue. Eso obviamente va a beneficiar al turismo en Uruguay, ya que no va a estar tan caro para los argentinos. No creo que sea algo inmediato. Si las cosas salen bien, en un par de temporadas se debería ver el efecto.

Bono indexado a índice democrático

—Usted propone crear un bono indexado al cumplimiento de indicadores democráticos, similar a los bonos atados al cumplimiento climático o “bonos verdes”. ¿Qué tanta acogida está teniendo la idea en los distintos mercados?

—Básicamente, mi argumento es que así como los mercados han respondido a la presión de los inversores de tener en cuenta temas de clima en las decisiones —y esto ha dado lugar, por ejemplo, a todos los bonos ligados al clima, de los cuales Uruguay también se ha beneficiado—, los inversores se preocupan por la democracia, pero los mercados financieros no hacen nada. El gobierno de Turquía, que es un país no democrático, emitió un bono verde, que fue el primero en su tipo de su historia, 40 días antes de las elecciones. En ese momento, las encuestas daban que Erdogan iba a perder la elección, y la terminó ganando impulsado por ese bono. Entonces, mi argumento es que así como el mercado incorporó consideraciones climáticas para una elección, también se deberían incorporar cuestiones de la democracia.

—¿Existe algún antecedente de un bono así en alguna parte del mundo?

—No. Lo que empieza a haber, muy despacio, son vehículos de inversión que tienen consideraciones democráticas, como por ejemplo los ETF. Es decir, se empieza a ver de a poco un movimiento ligado a este tema y ojalá se desarrolle. Sobre todo después de la invasión de Rusia a Ucrania y de las cosas que están pasando en China, hay más preocupación por el impacto de la democracia en las inversiones financieras. Entonces, no sé cuánto tiempo llevará, pero lo veo posible.

—¿Qué nos puede decir sobre su último libro “Más allá del portafolio ESG. Cómo Wall Street puede ayudar a que las democracias sobrevivan”?

—Trata sobre cómo incorporar decisiones de inversión en países democráticos. No es solamente un tema de hacer el bien, así como cuando uno invierte en bonos verdes o en empresas que disminuyen su polución, sino también de retorno, en el sentido de que, básicamente, con los casos de China últimamente y con los de Rusia, se ha visto más claro que invertir en autocracias es muy riesgoso.

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