ENTREVISTA
“Tenemos que lograr un agro que aporte riqueza al país”, afirma el docente e investigador grado 5 de la UdelaR, Carlos Petrella. En entrevista con El País dice que el Estado debe ser mayor articulador
Sobre la agroindustria nacional y el impacto de la guerra Rusia-Ucrania en el sector, El País entrevistó a Carlos Petrella, docente e investigador grado 5 de la Universidad de la República (UdelaR). Petrella es magister en educación, MBA, PhD en ingeniería y experto en crisis organizacional. Ha dirigido proyectos de mejora de la gestión del Estado, en el Banco de Previsión Social (BPS), Antel, Ducsa y zonas francas, además de haber sido consultor de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización de Estados Americanos (OEA).
-Usted, con otros docentes e investigadores, está desarrollando en la UdelaR un estudio de tendencias, en el marco de tutorías de prospectiva estratégica vinculada al impacto de la ciencia y tecnología en los sistemas agropecuarios, ¿qué conclusiones están viendo?
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-Venimos desarrollando estudios prospectivos sobre la educación y el trabajo en Uruguay desde hace más de cinco años y actualmente estamos desarrollando escenarios, desde la UdelaR y en conexión con algunas instituciones que están funcionando como “tanques de pensamiento” para este tipo de temas. Pensamos que en producción de alimentos, en el país estamos potencialmente bien situados para cubrir la demanda interna, regional y global. Sin embargo, hay factores detrás de los sectores productivos, que no se ven pero son tremendamente importantes para que la capacidad agropecuaria pueda ser más capitalizada. Me refiero a la logística, la comercialización y la financiación. Por eso, cuando hablamos de agro, tenemos que referirnos a todo el sistema productivo y exportador. Es decir, pienso que estamos razonablemente bien posicionados, aunque fuertemente condicionados por la demanda y sensibles a los precios internacionales.
-¿Podría mencionar la situación de algunas áreas específicas dentro de la agroindustria?
-Estamos razonablemente bien en términos de nuestra capacidad productiva, y con ciertas dificultades en nuestros costos de producción. En algunos productos podemos tener dificultades, como por ejemplo en los lácteos, que requieren una mano de obra y un proceso interno bastante grande, por lo que pueden verse afectados en la capacidad de competir con terceras partes. En forestación, estamos bastante bien en cuanto a la capacidad para exportar, pero con escaso valor agregado. Si queremos aumentar el valor agregado de nuestras exportaciones más allá de la madera bruta, necesitamos una competitividad que todavía el sector no ha desarrollado. Existen llamadas de alerta muy asociadas con el precio de la energía en Uruguay que condiciona todo el sistema productivo y logístico con el cual nos manejamos.-¿Qué impacto ve en el mercado interno la subida de los precios de los commodities, como el trigo y el petróleo, debido a la guerra en Ucrania?
-Uruguay va a colocar productos con mayores precios, por una demanda creciente. Pero la capacidad de los uruguayos para vivir en un entorno tan cambiante, en el cual somos tomadores de energía, condiciona toda la cadena. No es lo mismo la capacidad de adaptación de un empresario a los nuevos entornos y desafíos de un contexto internacional de guerra, que la de un asalariado, que ve asociada su capacidad de compra a los brotes inflacionarios. Pensamos que se generarán desacomodos que van a tener un impacto político y social importante, y no necesariamente favorable en todas sus dimensiones. De allí que el rol del Estado como articulador de esas oscilaciones sea importante.
Así como vimos el Estado como un articulador razonablemente eficaz y eficiente en términos de los cambios que generó la pandemia, el gobierno va a tener que reaccionar de una manera similar para mitigar los impactos en Uruguay de la escalada bélica en Europa.
-A su modo de ver, ¿qué se requeriría por parte del Estado?
-El gobierno tomó grandes medidas excepcionales para tratar la pandemia, en términos sanitarios, económicos y sociales. Y los desequilibrios que estamos viviendo con la guerra también van a provocar estrés y sufrimiento en el aparato productivo y en la población en general; ya lo está provocando. El gobierno no puede permanecer al margen, por supuesto ya hay reacciones tácticas y pequeñas en sus esfuerzos para frenar, por ejemplo, el precio de la carne con una versión del asado, pero eso es como un arreglado de cutícula cuando hay una gangrena de pie. Es una opción conveniente y oportuna, pero de una escala menor de la que se necesita. A mi entender, se debe atenuar la pena y el desasosiego de los grandes perdedores, entre los que está la población de bajos recursos y los pequeños productores, que son tomadores de condiciones que pueden llegar a ser muy adversas. Muchas de esas opciones no pueden ser genéricas, sino que tienen que apuntar a problemas sectoriales concretos.-¿Está hablando de subsidios, incentivos económicos, o de qué tipo de medidas?
-Incluiría eso que usted menciona en la artillería económica financiera para atender los desafíos inmediatos, pero esas medidas apuntan a estabilizar, no a solucionar las causas del problema. Tenemos que lograr un agro más competitivo, capaz de generar valor y que aporte riqueza. Se está haciendo pero en el escenario actual, no en el escenario futuro, que va a ser diferente. Habría que actuar más en la automatización industrial, para que los sistemas productivos puedan operar con menores costos; también trabajar más de cara al futuro a nivel de la biotecnología, necesaria para desarrollar insumos agropecuarios; ver cómo operar para agregar valor a los productos tradicionales, con algún modelo de trazabilidad.-Eso ya se está haciendo.
-Sí, por eso tenemos un país que compite. El problema es que, ante una crisis como la guerra en Ucrania, hay que profundizar esas líneas de trabajo. Además, los uruguayos estamos vislumbrando de manera todavía parcial el tema de la sustentabilidad de nuestro modelo productivo. Han aparecido los desafíos de una economía circular que la vemos aplicada a los desechos, pero no tanto al sistema productivo como tal. Estoy pensando en las grandes inversiones empresariales que se realizan en el país y que pueden ser la cara visible de una transformación que se empieza a gestar. Hay que abordar más, por ejemplo, cómo se puede cuidar la calidad del suelo en la explotación forestal, o cómo controlar el alza del consumo de agua que requiere la producción forestal. Existen técnicas de hidroponía que sería importante desarrollar integradas al sector agropecuario, para, por ejemplo, fortalecer las raíces de los árboles para que se hagan más resistentes a los vientos, evitando que se pierdan las inversiones en forestación; algo de eso se está haciendo. Otro caso a destacar es el sistema agrario que provee de alimentos hortofrutícolas a Montevideo, que está cambiando en su enfoque para lograr una mayor calidad de los productos y un manejo más ecológico en la siembra, en la recolección y sobre todo en el uso de fertilizantes.
-¿En sustentabilidad es donde identifica las mayores oportunidades de mejora?
-Sí, puede ser. Para sintetizar: en automatización, trazabilidad y biotecnología, hemos alcanzado grandes progresos, aunque hay que profundizar; y entre los temas que se están incluyendo en la agenda pero en los que tenemos cierto rezago, son los vinculados a una producción económica sustentable; una visión en la que la sustentabilidad no sea un aspecto marginal del desarrollo productivo, sino una guía.“Se requieren soluciones excepcionales” ante la guerra Rusia-Ucrania
Sobre el impacto en Uruguay de la guerra entre Rusia y Ucrania, Petrella afirma que “uno de los problemas surge cuando se miran los desafíos desestabilizadores desde el lado de la normalidad. Hay que tener en cuenta que las soluciones para un ámbito de normalidad no son aplicables a la excepcionalidad. Miremos como ejemplo la crisis de la pandemia del coronavirus. Mientras el tratamiento consistía en ajustes de la normalidad previa, no logramos grandes avances. Sin embargo, cuando nos dimos cuenta que enfrentábamos una situación excepcional y se empezaron a tomar medidas excepcionales, no solo sanitarias sino también económicas y sociales, logramos atenuar los efectos negativos de la crisis y encontrar soluciones”.
El ingeniero afirma que actualmente los países están entrando, en alguna medida (dependiendo del impacto -directo o indirecto- del conflicto en Ucrania en sus respectivas economías), en modelos estratégicos de economía de guerra.
En el país todo implica un cambio en cuatro niveles: en los agentes del gobierno, en las conductas de la oposición política, en los sindicatos y en la población en general.
“Deberíamos llegar a un acuerdo sobre cómo vamos a asimilar los costos económicos, políticos y sociales con los cuales vamos a tener que lidiar si la guerra no termina pronto, o por el contrario, si escala”, advirtió.
A su entender, hablar sobre desarrollar el agro en esta incertidumbre mundial, debería hacerse viendo al sector en forma contextualizada, esto es, su integración con el sistema financiero (en relación, por ejemplo, a créditos que permitan su crecimiento), el académico (para producir innovación), el logístico (para extraer y distribuir productos), y el comercial (donde también se puede agregar valor). “Eso es pensamiento sistémico, más necesario que nunca en un contexto bélico como el actual”, concluyó.