Luego de casi siete años de ausencia, Argentina dio el primer paso para volver a los mercados de deuda globales. El 3 de enero pasado, el Banco Central tomó un préstamo Repo por US$ 1.000 millones con cinco bancos internacionales a una tasa del 8,8% anual para reforzar sus reservas. Si bien la operación no se trató de una clásica emisión de bonos del Tesoro, en la práctica implica una incipiente apertura del mercado de capitales para Argentina, una opción inimaginable hace un año cuando el riesgo país rondaba los 2.100 puntos básicos.
“La colocación no es tan importante en sí misma, pero sí lo es la señal de retorno al fondeo internacional. Aunque se concreta mediante una operación sui generis como es el Repo, en definitiva se evidencia de que ya hay quienes están dispuestos a asumir riesgo argentino en sus balances”, dijo a El País Elisabet Bacigalupo, responsable del equipo macroeconómico de la consultora Abeceb, en Buenos Aires.
Mejores perspectivas
“En todo caso, cualquier ingreso de dólares a las reservas del Banco Central ayuda a generar perspectivas de mayor estabilidad cambiaria durante 2025, un año en el que Argentina enfrenta un cronograma de vencimientos de deuda bastante exigente y en el que se espera una reducción del superávit comercial”, añadió.
El Repo —abreviatura de Repurchase Agreement— es una operación en la que se vende un activo a cambio de una suma de dinero, con el compromiso de recomprarlo en una fecha posterior y a un precio determinado. En este caso, el Banco Central decidió utilizar sus propios bonos, los Bopreal, lo que contribuyó a disminuir el costo financiero de la operación dado que esos títulos tienen menor riesgo que los emitidos por el Tesoro.
El acuerdo contempla un plazo de dos años y cuatro meses para el repago.
Tras esta primera operación en la que intervinieron los bancos Santander, ICBC, JP Morgan, BBVA y el Citi, la apuesta del gobierno argentino es concretar otras similares a lo largo del año.
“Las próximas operaciones podrían hacerse a una tasa menor. El Banco Central recibió ofertas por casi US$ 3.000 millones, pero decidió tomar solo US$ 1.000 millones. Con esa señal, en alguna medida marcó la cancha a la espera de pactar nuevos repos con tasas más bajas. Habrá que ver cómo seguirá evolucionando el índice del riesgo país”, dijo a El País Fernando Baer, economista asociado de Quantum Finanzas, en Buenos Aires.
Tras la confirmación del pago de un bono por US$ 4.360 millones que venció el jueves pasado, el riesgo país cayó a 562 puntos básicos, un nivel que es apenas un tercio del que registraba a comienzos de agosto pasado. La expectativa del gobierno de Javier Milei es que, más allá de los otros préstamos Repo que podrían concretarse, el descenso del riesgo país se profundice en los próximos meses hasta por debajo de los 400 puntos básicos para que Argentina pueda en el segundo semestre o, a más tardar, en el 2026 regresar al financiamiento voluntario a tasas razonables y, con eso, ir renovando la deuda que vaya venciendo.
Dólares escasos
El camino hacia la apertura de los mercados de deuda procura ahuyentar el riesgo de la escasez de dólares, un fantasma que cíclicamente asoma en Argentina.
Sin acceso al financiamiento voluntario, hasta ahora el gobierno de Milei ha venido sacrificando las escasas reservas del Banco Central para cumplir con los compromisos de deuda. El problema de esa dinámica es que las divisas que la autoridad monetaria logra adquirir en el mercado oficial de cambios se terminan yendo en gran parte al pago de los vencimientos en dólares de la Nación y las provincias.
Con eso, las reservas internacionales netas —aquellas que surgen de restarle a las reservas brutas los pasivos en dólares— son negativas en más de US$ 5.000 millones, según el consenso de las consultoras.
Aún en ese escenario de fragilidad, el gobierno parece tener cubierto casi la totalidad de los obligaciones de este año con el sector privado gracias a los más de US$ 6.000 millones acumulados en su cuenta corriente en el Banco Central y a una transferencia de unos US$ 1.000 millones que hizo en octubre pasado al Bank of New York Mellon (BNY).
A eso se suman los US$ 1.000 millones del Repo. Esas señales, más las negociaciones en marcha con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que podrían acelerarse tras la asunción de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos, son los factores que han venido comprimiendo el índice riesgo país en las últimas semanas.
No obstante, más allá de esas mayores certezas en torno a los recursos disponibles para el pago de la deuda, el puente de dólares para atravesar el 2025 continúa luciendo ajustado (ver aparte).
Cambio de tendencia
Este año, a diferencia de 2024, la economía argentina requerirá más dólares para garantizar una recuperación del Producto Interno Bruto (PIB) que el gobierno proyecta en el 5%. El problema es que, a contramano de esa necesidad, todo indica que el superávit de la balanza comercial —el principal canal de ingreso de divisas a la economía argentina— se reducirá.
Si bien se espera un fuerte incremento de las exportaciones de energía, esa alza sería parcialmente compensada con una disminución de los dólares que aportará el campo por la caída de los precios internacionales de los granos, sobre todo de la soja.
A eso se sumará un incremento de las importaciones ante el crecimiento esperado de la economía, la apreciación del peso, la reducción de aranceles y la eliminación del Impuesto PAIS que hasta diciembre encarecía las compras al exterior.
Por último, al menor ingreso de divisas proyectado por el canal comercial se agregará una mayor salida de dólares por el crecimiento de los viajes y consumos de argentinos en el exterior.
En ese marco, algunas consultoras estiman que el resultado de la cuenta corriente externa, un indicador clave que suele anticipar las crisis cambiarias en Argentina, pasaría del superávit registrado en 2024 a un leve déficit este año.
Aunque incipiente, el cambio de tendencia daría una señal de las dificultades que la economía argentina empieza a tener para generar más dólares de los que consume en el marco de un creciente atraso cambiario.
“Habrá mayor presión este año. La apreciación del peso, en un contexto en que la economía va hacia la apertura y que el real se devalúa en Brasil, va a impactar sobre las cuentas externas”, dijo Bacigalupo.
“Esperamos un achicamiento del superávit comercial este año, pero con los aportes del sector privado, algunos dólares que van a entrar por el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) en el segundo semestre, la colocación de préstamos financieros y el Repo, el 2025 podrá ser cubierto con lo justo. En definitiva, el fondeo de dólares necesario para atravesar este año se alcanzará, aunque para eso habrá que mantener el cepo cambiario al menos hasta las elecciones de medio término en octubre próximo”, concluyó.